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El Trabajo Social con Familias: Evolución, Enfoques y Prácticas, Resúmenes de Psicología Social

HABLA DE LA NTERVECNON EN FAMILIAY NOSMEDIOS PARA HCERESO PORQUE NO SE QU ESTY ESCRIBIENDO BLABLA

Tipo: Resúmenes

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TRABAJO SOCIAL
FAMILIAR
Nidia Aylwin Acuña
María Olga Solar S.
EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE
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TRABAJO SOCIAL

FAMILIAR

Nidia Aylwin Acuña

María Olga Solar S.

EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

Trabajo Social Familiar Nidia Aylwin A. y María Olga Solar S. Ediciones Universidad Católica de Chile Primera edición: Enero 2002 ISBN: 956-14-0629- Derechos reservados Inscripción No. 120. Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Casilla 1 14-D Santiago, Chile Fax (56-2)- 635 4789 Email: rnrivervl@puc.cl Producción gráfica: José Miguel Cariaga Impresor: Salesianos S. A. C. I. P. - Pontificia Universidad Católica de Chile Aylwin Acuña, Nidia Trabajo social familiar / Nidia Aylwin y María Olga Solar. Incluye bibliografía

  1. Trabajo Social Familiar.
  2. Servicios para la Familia.
  3. Familia- Aspectos Sociales. 2002 361.32 de 21 RCA
CAPITULO IV. TRABAJANDO CON LAS FAMILIAS……………..………

4.1 Aspectos generales……………………………………………............. 4.1.1 Definiendo el nivel de intervención……………………………..…. 4.1.2 Aspectos éticos en el trabajo con familias……………………...…. 4.2 El trabajo directo con familias……………………………………...…. 4.2.1 El inicio de la intervención……………………………………...…… 4.2.1.1 La vinculación con la familia………………………………............ 4.2.1.2 La evaluación de la situación-problema que afecta a la familia……………………………………………………………………...…. 4.2.1.3 El establecimiento de un acuerdo de trabajo……………...…… 4.2.2 Modalidades de intervención directa…………………………...…. 4.2.2.1. La intervención centrada en la relación de la familia con su medio ecológico…………………………………………………………….. 4.2.2.2 La intervención centrada en la relación con la familia de origen……………………………………………………………………...…. 4.2.2.3 La intervención centrada en la relación interna entre los miembros de la familia………………………………………………...…… 4.2.2.4 La intervención en crisis………………………………………...…. 4.2.2.5 La mediación familiar………………………………………........... 4.2.3 El fin de la intervención…………………………………………….... 4.2.4 Principios para el trabajo directo con las familias……………….... 4.2.5 Un relato de intervención directa en Trabajo Social Familiar………………………………………………………………............ 4.2.6 El uso del sí mismo en el trabajo con las familias……………….... 4.3 El trabajo indirecto con familias………………………………............ 4.3.1 Las metas del programa o de la política………………………...… 4.3.2 Las áreas de acción………………………………………….............. 4.3.3 El análisis de la política o programa desde la perspectiva familiar……………………………………………………………………...… 4.3.4 El cambio a un enfoque familiar de las políticas…………............ 4.3.5 Las perspectivas de las fuerzas en la formulación de políticas dirigidas a las familias…………………………………….......................... 4.3.6. Una experiencia de acciones integradas para familias de extrema pobreza……………………………………………………............ Referencias Bibliográficas…………………………………………............. ANEXOS…………………………………………………………………..…. I. Carta de los Derechos de la Familia………………………..…. II. Guía de Evaluación Familiar……………………………............ III. Instructivo para construir e interpretar genogramas…...........

PRESENTACIÓN

ste libro es el resultado de un trabajo conjunto realizado por las autoras desde el año 1983. En esa época iniciamos un proceso de formación en familia que nos permitió el acceso a los últimos avances que se estaban desarrollando, provenientes del movimiento de terapia familiar. Posteriormente iniciamos la docencia en cursos de pregrado y en cursos de extensión y de postgrado. La demanda recibida por estos cursos fue alta, lo que nos exigió dictar cursos y seminarios en diferentes regiones de Chile y también en el extranjero. La experiencia realizada y la respuesta positiva de múltiples profesionales nos alentaron a continuar, perfeccionar y actualizar el camino iniciado. Por ello nuestro reconocimiento y agradecimiento va en primer lugar a los numerosos alumnos y alumnas que hemos tenido en estas décadas. En este recorrido nos hemos encontrado con autores que nos han aportado sus conocimientos, sus experiencias y sus visiones acerca de la familia y que han llegado a ser cercanos a nosotras, a pesar de no conocerlos. Entre ellos queremos destacar a las trabajadoras sociales norteamericanas Ann Hartman y Joan Laird. Queremos agradecer a nuestra Escuela de Trabajo Social, sin cuyo apoyo no habríamos podido escribir este texto y a la Dirección que nos alentó en nuestro proyecto. Asimismo a la secretaria Yolanda Valenzuela por su disposición y acuciosidad en la revisión del texto. Agradecer a la Catholic University of America por iniciarnos desde la perspectiva de este texto en el tema de familia y en la intervención desde el Trabajo Social. Asimismo al Instituto Chileno de Terapia Familiar, del cual fuimos alumnas del Postítulo de Terapia Familiar, permitiéndonos profundizar, practicar terapia y reflexionar acerca de las distinciones entre la terapia y fa intervención en Trabajo Social. Finalmente a nuestras familias. A nuestras familias de origen, a nuestra historia, a nuestras raíces. Nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros parientes...Y. a las familias que nosotros formamos, a nuestros maridos, hijos y nietos con los que hemos aprendido la esencia de la vida familiar: sus gozos y alegrías, sus dolores y sus esperanzas.

E

De este modo es posible destacar el valor antropológico intrínseco de la familia como comunidad de personas, trascendiendo el análisis funcional con su postulado de que la importancia de la familia surge sólo de las funciones que ella desempeña en la sociedad, lo que conduce a la conclusión de que, en la medida que muchas de estas funciones han ido siendo asumidas por otras instituciones, la familia va teniendo cada vez menor importancia y significado. Siendo la familia básicamente una comunidad de personas, es importante especificar cuáles son las características de tal comunidad. Morandé (1994) caracteriza a la comunidad como una forma de organización que se diferencia de las formas contractuales de las organizaciones racionalizadas, al menos en tres aspectos fundamentales: a) “Las personas no escogen pertenecer a ella, sino que han nacido en su interior, o se integran libremente pero estableciendo un vínculo que es definitivo y que no está sujeto a revisión; b) las responsabilidades no son limitadas ni por monto ni por tipologías, como son las obligaciones contraídas en las distintas sociedades reconocidas por el derecho; y c) las funciones y roles sociales son inseparables de la individualidad y subsistencia de las personas que las sirven. En virtud de estas tres características, puede decirse que el vínculo que une a los miembros de una comunidad es de pertenencia y no de carácter funcional" (Pág. 24). Según este autor, la familia combina tres tipos de relaciones: la filiación, la consanguinidad y la alianza conyugal. Al analizar estas relaciones de acuerdo a la definición anterior, se observa que ellas cumplen las características señaladas, porque ninguno de estos tres tipos de relaciones es de carácter funcional, sino que involucra a las personas mismas en su integridad. La familia es, pues, básicamente una comunidad de personas que conforma la célula social más pequeña y como tal, y en cuanto tal, es una institución fundamental para la vida de la sociedad. Precisamente por ser una comunidad de personas, la familia cumple en la sociedad una función básica humanizadora. Vidal (1986) afirma que esta función se concreta de diversos modos según las épocas históricas y las variaciones culturales, y que en la actualidad, la función humanizadora de la familia se pone de manifiesto en una doble vertiente: su dinamismo personalizador y su fuerza socializadora. Dentro de esta función humanizadora, Morandé (1994) destaca como uno de sus aspectos más relevantes y permanentes, la transmisión de la cultura, es decir, de la sabiduría y de la memoria histórica de una generación a otra, proceso que se realiza a través de la convivencia y el diálogo intergeneracional cotidiano. Ello constituye a la familia en una de las instituciones más importantes de la oralidad, que se da en la presencia cara a cara y que reconoce en el rostro humano "enfrente" no sólo un objeto, sino un espíritu encarnado que se pregunta por su dignidad y por su vocación.

Pedro Morandé señala dos grandes dimensiones constitutivas del acto de trasmitir y, al mismo tiempo, engendrar la cultura: la formación de la identidad personal y la formación del ethos común. En cuanto a la formación de la identidad personal, la familia contribuye a ella ante todo porque es el lugar de la pertenencia, simbolizada por el apellido –que alude a esa realidad mayor a la que pertenecemos, pero que nos trasciende individualmente– y el nombre, que nos aporta una especificidad individual no intercambiable. "Esta experiencia de nombrar a otros y de ser nombrados por ellos constituye el núcleo de la cultura oral y está vinculada, por lo dicho, de manera estrecha a la familia, no existe, hasta la fecha, un sustituto funcional de la familia a este respecto. Ella sigue siendo el lugar donde se nombra a cada persona y donde se le enseña a nombrar todas las cosas, dando forma así, a aquellas dimensiones de la identidad personal que no son elegibles por el arbitrio o deseo individual" (Morandé, op. cit., pág. 43). Este vínculo de pertenencia que une a los miembros de la familia, hace que ella sea una de las instituciones sociales que más contribuyen a la formación de la libertad y de la conciencia moral. Los aspectos clave de esta intermediación son la formación de criterios de selectividad y valor para discernir las influencias provenientes de la sociedad; el diálogo intergeneracional en el cual se trasmiten experiencias y se aprende el respeto a la discrepancia; y la experiencia de la vida familiar como taller laboral en que se aprenden algunas habilidades laborales básicas, como la responsabilidad en el trabajo y el uso del tiempo. Complementando lo anterior, Degler (1980) afirma que los valores centrales de la familia hacen de ella la negación del individualismo y una fuerza que constituye la mejor alternativa conocida a la competitividad y egoísmo que impregna el mundo industrial moderno. Desde el campo de la psiquiatría, Ackerman confirma que la familia es la unidad básica de desarrollo y experiencia, de realización y de fracaso. Es también la unidad básica de la enfermedad y la salud. Refiriéndose a la gravedad de los problemas de salud mental existentes en nuestra época, este autor afirma su convicción de que "la razón más universal del notorio fracaso que hasta ahora hemos tenido para impedir la enfermedad mental, deriva de nuestro fracaso en enfrentar los problemas de salud mental de la vida familiar" (Ackerman, 1977, pág. 28). Y plantea la urgencia de esta tarea: "en la crisis social contemporánea no hay razón para dejarse estar. Especialmente el médico, el psiquiatra, el trabajador social, el educador, el líder religioso -todos los encargados de curar y proteger a los desdichados e incapacitados– deben trabajar juntos para salvaguardar los valores esenciales de la familia del hombre" (Ackerman, op. cit., pág. 22). En palabras de Juan Pablo II, la familia es un camino para el ser humano, el primero y el más importante de los caminos. "Es un camino común aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre. Un camino del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede

Hoy queremos dar un paso más en este esfuerzo a través de este texto que está orientado a apoyar la docencia en familia, aportando de manera sistemática contenidos correspondientes al currículum de formación básica en Trabajo Social, que contribuyen a la formación de .pregrado de los alumnos y también al perfeccionamiento profesional de los trabajadores sociales en el país. El primer Capítulo analiza las relaciones entre la sociedad y la familia y la influencia del contexto socioeconómico y de los procesos de cambio social en la vida familiar. En el segundo Capítulo se presenta la trayectoria de nuestra profesión en el trabajo con familias, desde sus orígenes hasta el momento actual. El tercer Capítulo presenta un panorama de las conceptualizaciones sobre familia más relevantes, a nuestro juicio, para la práctica profesional. El cuarto Capítulo se centra en la intervención profesional con familias tanto a nivel directo como indirecto. Finalmente, en los Apéndices se incluye material complementario que puede ser útil para el trabajo social con familias.

Referencias Bibliográficas

 Ackerman, N. Diagnóstico y tratamiento de las relaciones familiares, Ediciones Hormé: Buenos Aires, 1977.  Buttiglione, R. El hombre y la familia. Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana: México D.F., 1994.  Castán, J.M., La recepción de la familia. en las declaraciones de los derechos humanos del siglo XX, en Laboa et al.: Políticas de la familia. Universidad Pontificia Comillas: Madrid, 1993.  Juan Pablo II. Carta a las familias. Ediciones Paulinas: Santiago, 1994.  Degler, C. At Odds. Oxford University Press: London, 1980.  Eroles, C. (coordinador). Familia y trabajo social. Espacio Editorial: Argentina,

 Morandé, P. Persona, matrimonio y familia. Ediciones Universidad Católica de Chile: Santiago, 1994.  Santa Sede. Carta de los derechos de la familia, Ediciones Paulinas: Santiago,

 Vidal, M. Familia y valores éticos. Promoción Popular Cristiana: Madrid, 1986.

Capitulo I

Familia y Sociedad

la identidad cultural y la cohesión social. La influencia de la publicidad desarrolla el consumismo y el endeudamiento en la población. El ritmo de vida de las ciudades se acelera y se hace crecientemente competitivo, dificultando las relaciones interpersonales. Rodríguez y Weinstein (1994) afirman que los medios de comunicación han pasado a ser una gran "ventana" al mundo para la familia, y la han transformado en muchos aspectos. Además de influir en el uso del tiempo libre y las necesidades de información, afectan las ocasiones y formas de la comunicación familiar y cambian las dimensiones de lo privado, que pasa a ser un espacio privilegiado del consumo cultural. Al complejizarse y aumentar la cantidad de conocimientos y símbolos que reciben a través de los, medios de comunicación, las familias se encuentran frente al desafío de asumir una diversidad de voces socializadoras, que entregan valores y normas muchas veces contradictorias entre sí y no coherentes con los valores propios de la cultura de cada familia. Finalmente habría que destacar que todas las tendencias señaladas se conjugan en torno al creciente fenómeno de la globalización, entendido como un nuevo modelo dé hegemonía mundial en todo orden de cosas: económico, político, científico, tecnológico, cultural, etc. Este modelo propone un mundo en que cada individuo. Independientemente de su raza, condición social, nacionalidad, cultura y distancias geográficas, está interconectado con los otros y pasa a ser en cierto modo ciudadano de un mundo único que se ha denominado "aldea global". En este modelo, basado en el neoliberalismo, lo económico es el eje determinante, de modo que la inserción económica es el camino de entrada para participar en este mundo global y quienes no logran alcanzar los niveles requeridos para esta inserción, quedan excluidos. El mercado tiene el rol protagónico y el Estado experimenta un detrimento de su poder y autoridad. Los temas de la identidad nacional, de los valores culturales, de las demandas sociales, son todos secundarios a la tarea de inserción económica de los países, para lo cual hacen adecuaciones y ajustes macroeconómicos que afectan negativamente el nivel y calidad de vida de los ciudadanos. En la familia confluyen los efectos deshumanizadores de este proceso. De este modo, la familia está en el centro de los cambios producidos en el proceso de modernización y globalización y es afectada profundamente por ellos. Si bien como institución pertenece prioritariamente al campo de la cultura, está estrechamente conectada con la economía y la política. En relación con la economía, la familia es productora de bienes y servicios esenciales para la sociedad. En relación con la política, es intermediaria entre los individuos y el Estado y desempeña un papel importante en la estabilidad política y en la educación para la participación ciudadana y la democracia. En relación con la cultura, la familia genera y trasmite valores, tradiciones y formas culturales a través de su esencial tarea socializadora..En todos estos aspectos, como vimos, los cambios señalados han ejercido su influencia en las funciones familiares. Como consecuencia, se están generando profundas transformaciones al interior de la familia, que modifican su estructura y sus procesos, y que producen dificultades y desajustes para los miembros del grupo familiar, repercutiendo en la sociedad como un todo.

El Informe de Desarrollo Humano en Chile del PNUD de 1998, revela que a pesar de los importantes logros económicos y sociales que el país ha tenido en los últimos años, existe un profundo malestar en la cultura debido a la insuficiencia de los mecanismos de seguridad del actual proceso de modernización. Este malestar es la expresión larvada de situaciones de inseguridad e incertidumbre y hace que junto a los avances objetivos, coexistan grados significativos de desconfianza tanto en las relaciones interpersonales como en las relaciones de las personas con los sistemas de salud, previsión, educación y trabajo. Existe, por tanto, una falta de complementariedad entre modernización y subjetividad que afecta a las personas de modo que, tanto individual como colectivamente, se sienten inseguras. El Informe estudia cómo se muestra el fenómeno de la inseguridad en la vida cotidiana de las familias. Considera a la familia como unidad de análisis porque en ella la seguridad posee un sentido primordial, ya que se configura como un espacio de acción en el que se definen las dimensiones más básicas de la seguridad humana, que son los procesos de reproducción material y de integración social de las personas. El estudio empírico realizado muestra que todas las familias enfrentan en algún momento dificultades en su tarea de asegurar la reproducción material y la integración social de sus miembros, experimentando problemas específicos de pérdida de trabajo, salud, sociabilidad y educación que generan inseguridad. Desde la perspectiva de las familias, la inseguridad debe ser considerada como proceso. Las trayectorias de inseguridad se instalan en las vidas de las familias, se expresan en múltiples dimensiones que se suman y superponen en el tiempo. “En este sentido, lo que está en juego en esas situaciones no es sólo una pérdida material o simbólica de tipo puntual, sino el debilitamiento de las certezas que permiten a la familia operar como base de la reproducción material de los miembros y de su integración a la sociedad” (PNUD, p. 193). Pero la inseguridad se instala en las familias no sólo en su relación con la sociedad sino también en sus relaciones internas. Los procesos de modernización generan dificultades para mantener un "nosotros" familiar cohesionado y en estas condiciones los padres experimentan inseguridad sobre su propia capacidad de aglutinar en torno a sí al núcleo familiar y de orientarlo en un proyecto de futuro. “La diversidad y hasta contradicción de mundos de sentido que alberga hoy en su interior cada familia deriva en lenguajes a veces difíciles de traducir entre sí. El lenguaje de un padre que se define como proveedor de movilidad para los hijos mediante la educación choca con el lenguaje de los hijos, que se estructura a partir de la desconfianza en la eficacia del lenguaje del padre. Entre ellos la madre se ve fragmentada entre su lenguaje de esposa del padre proveedor, el de trabajadora y el de contenedora emocional de unos hijos que viven en un mundo que no alcanza a comprender” (PNUD, p. 205). Finalmente, el Informe citado destaca cómo la inseguridad de la familia es agravada por el sentimiento de culpa que provoca el discurso predominante que atribuye a las familias toda la responsabilidad en los problemas que las afectan. Y afirma que muchas instituciones y sistemas sociales se hacen más eficientes porque descargan funciones básicas de integración y sentido sobre los hombros frágiles de la subjetividad familiar. La intervención pública suele ocurrir cuando la familia se ha quebrado bajo el peso de

En el aspecto económico, la familia desempeña una importante función en la producción de bienes y servicios necesarios para la mantención de sus miembros, por medio del trabajo doméstico. Arriagada (1997) afirma que en América Latina las recurrentes crisis económicas hacen que muchas familias deban desempeñar una gama muy amplia de funciones, lo que se refleja en una extensión laboral del trabajo doméstico. La realidad de la familia en Chile confirma lo anterior. Más que disminuir funciones, parecería que bajo el impacto de las crisis políticas y económicas que ha enfrentado el país en las últimas décadas. La familia se ha sobrecargado de funciones. Cuando falla el sistema político en la garantía de la seguridad personal y en la administración de la justicia y el sistema económico en la oferta de empleo, la familia debe desempeñar nuevas tareas y funciones. La fuerza de la familia cómo realidad vital que desempeña múltiples funciones y que recibe la adhesión interna de sus miembros, especialmente en situaciones de crisis, ha sido demostrada históricamente en el país desde los inicios de nuestra vida como república: En las últimas décadas, ha sido posible observar este fenómeno en las familias afectadas por la represión política y las familias afectadas por la crisis económica. El Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (1991) deja expresa constancia de la acción de las familias de detenidos desaparecidos durante el gobierno militar, afirmando que resulta admirable la paciencia, pertinacia y dignidad con que las familias se empeñaron, primero en mantener contacto con los detenidos; segundo, en auxiliarlos y consolarlos; tercero, en defenderlos legalmente; y cuarto, ya muertos o desaparecidos, en buscar sus restos para honrarlos. Para entender el valor de esta actitud, es necesario recordar el maltrato permanente y sistemático que se dio a estas familias en la mayoría de los casos y que incluía desde negar la detención y la muerte del familiar a larguísimas esperas para recibir noticias de los detenidos. Miles de familias apoyaron a sus familiares perseguidos, acusados, exonerados de sus trabajos y estigmatizados socialmente; los acompañaron al exilio y trabajaron duramente para subsistir en un medio extraño y muchas veces hostil. El exilio marcó duramente a estas familias, particularmente a los hijos. Muchas veces las parejas no pudieron resistir este impacto y se separaron: Pero los lazos familiares, y en especial su vinculación a las lejanas familias de origen, se mantuvo. En la gran mayoría de los casos la familia fue el principal recurso –y a veces el único- con que contaron los perseguidos políticos. La crisis económica que vivió el país a consecuencia del cambio de modelo económico y de la crisis mundial de la economía afectó también duramente a las familias chilenas. El aumento del desempleo y la pobreza, unidos a la restricción del gasto social, dejó a gran cantidad de personas sin recursos para sobrevivir. En este contexto, de nuevo la familia se constituyó en el más importante –y a veces el único– recurso. Ante esta situación las familias chilenas desarrollaron diversas estrategias de sobrevivencia: el empleo informal familiar, la incorporación de la mujer al trabajo remunerado, el trabajo

infantil, el "allegamiento", las ollas comunes. Con coraje y creatividad, la familia suplió de nuevo las carencias de la sociedad, y si bien este esfuerzo desmesurado le produjo diversos y serios daños, la hizo también tornar conciencia de sus fuerzas y potencialidades. Estas experiencias refuerzan la tesis de que la restricción de las funciones de la familia en la sociedad, a que se aludía anteriormente, no responde exactamente a la realidad de todas las familias del tercer mundo, en especial de aquellas que se encuentran en situación de pobreza y que, en América Latina por lo menos constituyen un alto porcentaje de la población. 1.31.31.31.3 FamiliaFamiliaFamilia-Familia--sociedad: una relación comp-sociedad: una relación compsociedad: una relación complejasociedad: una relación complejalejaleja Nadie cuestiona la importancia de la familia para la sociedad y talvez no exista al respecto frase más repetida que aquella de que "la familia es la célula básica de la sociedad", afirmación que muchos países incluyen en su Constitución Política. Sin embargo, el significado que la familia efectivamente tiene para la sociedad no está tanto en la importancia que en teoría se le asigne como institución, sino más bien en su subordinación real a las necesidades de otras instituciones. Lo anterior se ve claramente en sus relaciones con la economía. El rol económico del jefe de hogar que gana el sustento familiar tiene prioridad sobre los roles conyugales y parentales. Por lo general, la familia no tiene otra posibilidad que adaptarse a las demandas de este rol que prima sobre los demás. Obligadas por la necesidad económica y por el desempleo de sus maridos, muchas mujeres deben abandonar el hogar para desempeñar un trabajo remunerado sin tener ayuda para el cuidado de sus hijos, dejándolos encerrados o solos. Para estas mujeres no hay elección posible: el ayudar al mantenimiento de su familia supone casi siempre descuidarla gravemente desde el punto de' vista humano. El postulado teórico de que la familia es la célula básica de la sociedad no pasa de ser una verbalización, pero no refleja la realidad. De hecho, la forma como está organizada la actividad económica no da prioridad a la familia, sino a la empresa. Si la familia fuera la célula básica de la sociedad, la satisfacción de sus necesidades pasaría a ocupar el lugar de la búsqueda de ganancias en la racionalidad del sistema (Romero, 1980). Confirmando lo anterior, Romanyshyn (1971) señala que las instituciones de la sociedad también se adaptan a las necesidades de las familias, pero sólo en la medida que esto sirva a sus objetivos. Cuando hay un conflicto entre los objetivos de la familia y los de otras instituciones, es la familia la que se tiene que adaptar. y no tiene otra alternativa que hacerlo. La autonomía de la familia está limitada por su falta de poder. En una sociedad de intereses competitivos, la familia no tiene una defensa organizada. En ocasiones algunos organismos tratan de desempeñar esta función, pero tienen en general poca influencia en relación a otros grupos que están en posición de tomar decisiones sin preocuparse de sus consecuencias para la vida familiar. La familia individual es una unidad frágil comparada con las numerosas fuerzas que se alzan frente a ella. Mientras más bajo es el status ocupacional, menos influencia tiene la familia en

indefensión al mismo tiempo que se le exige cumplir la principal función en la sociedad: ser educadora del amor, pero no se le apoya ni se le otorgan las herramientas para cumplir esta misión. Lo anterior no debe conducirnos al extremo de considerar a la familia únicamente como una víctima incapaz de reaccionar frente a las situaciones que la afectan. Por el contrario, está demostrado que la mayoría de las familias cuentan con recursos internos que les permiten mantener su unidad e identidad en medio de situaciones adversas y cambiantes, y esos recursos pueden ser reactivados y fortalecidos a través de una ayuda adecuada. Los cambios que se están produciendo en las familias chilenas reflejan al mismo tiempo el impacto de las transformaciones producidas en ellas por el proceso de modernización y las respuestas que las propias familias han ido generando para adecuarse a las nuevas situaciones que se les presentan. Es esta la perspectiva desde la cual debemos considerar la realidad de la familia en nuestro país, que en gran medida refleja la situación de la familia latinoamericana. 1.41.41.41.4 Tendencias de cambio en las familias chilenasTendencias de cambio en las familias chilenasTendencias de cambio en las familias chilenasTendencias de cambio en las familias chilenas Junto con afectar las funciones de la familia, el proceso de modernización ha contribuido a generar profundos cambios en la estructura y funcionamiento de las familias. En el contexto anterior, señalamos a continuación las principales tendencias de cambio que es posible observar en las familias del país:  Tendencia a la nuclearización. La familia nuclear, constituida por la pareja adulta con o sin hijos, o uno de los miembros de la pareja y sus hijos, constituye el 61,3% de las familias del país, superando ampliamente a la familia extensa, que constituye el 23,6%. En tres décadas se ha producido un cambio radical, ya que en 1970 la proporción de familias extensas era de 64,0% y la de familias nucleares, de 30,3% (Informe Comisión Nacional de la Familia, p. 100). Esta tendencia se explica en parte corno un efecto del proceso de urbanización y se refleja en las políticas de vivienda social al mismo tiempo que es reforzada por ellas.  Disminución del número de hijos. Mientras en el período 1960-1965 la tasa global de fecundidad era de 5,3 hijos, actualmente se ha reducido a 2, (Informe Comisión Nacional de la Familia, pág. 185). Como consecuencia de esta disminución de la fecundidad de las mujeres, se reduce el tamaño de las familias, situación que se observa en todas las regiones del país y en todos los sectores socioeconómicos.  Aumento de los hijos nacidos fuera del matrimonio. Los hijos ilegítimos alcanzan al 34,3% de los nacidos vivos en 1990. Este porcentaje se ha duplicado desde 1970 y alcanza su punto más alto entre las madres menores de 20 años, donde asciende al 61%. El Informe de la Comisión Nacional de la Familia señala que la ilegitimidad es más probable cuando se trata de los primeros hijos: el 44,6% de los primeros hijos son ilegítimos en 1990, lo que indica que casi la mitad de las mujeres del país inicia su maternidad siendo soltera.

 Aumento de los hogares monoparentales a cargo de una mujer, que ascienden al 31,9%, muy superior al 8.4% de los hogares a nivel nacional en esta situación, según la Encuesta CASEN 1998.  Aumento del embarazo adolescente. Según la Encuesta CASEN 1998, el 15% de los nacimientos en los tres meses previos a la encuesta, ocurrieron en la población de mujeres de entre 12 y 19 años, tramo que da cuenta del embarazo adolescente y maternidad precoz.  Creciente participación laboral de las mujeres, la que alcanza en la actualidad al 38,8% de la población con participación económica (Encuesta CASEN 1998). Por lo menos la mitad de estas mujeres tienen responsabilidades familiares a su cargo, y experimentan grandes dificultades para combinar sus tareas en el trabajo y la familia, lo que conduce a la doble jornada laboral para la mujer casada o madre de familia que trabaja.  Indicios de cambios en el rol tradicional del hombre en la familia, particularmente en las familias jóvenes, de modo que el cuidado de los hijos y las tareas domésticas están empezando a ser compartidas parcialmente.  Aumento de la jefatura de hogar femenina, la que asciende al 22,8% del total de hogares del país según la Encuesta CASEN 1998. El 42,3% de los hogares con jefatura femenina son hogares familiares extensos.  Envejecimiento de la población, como consecuencia de las mayores expectativas de vida. En el tramo de 60 años de edad o más, las mujeres representan un 56,7% del total de la población adulta mayor, es decir, 13, puntos más que el porcentaje de 43,3 existente para los hombres en ese tramo (Encuesta CASEN 1998).  Creciente impacto de los medios de comunicación de masas, particularmente de la televisión, en la vida cotidiana de las familias.  Aumento de la diversidad familiar, que resulta principalmente de las diversas modalidades a través de las cuales las familias buscan enfrentar el problema de la separación conyugal: nulidades, divorcio sin disolución de vínculo, familias reconstituidas, mixtas y simultáneas.  Creciente conciencia de la gravedad del problema de la violencia doméstica, que afecta al 25 % de las familias del país (Larraín, 1992).  Creciente conciencia de la dignidad de los niños y de sus derechos en la sociedad. Al interior de la familia esta tendencia genera tensión en sus intentos por cambiar las modalidades autoritarias tradicionales de educación sin saber cómo hacerlo para mantener la autoridad de los padres. Otro rasgo importante que se observa en las familias chilenas es la mayor duración del ciclo de vida familiar, lo que es generado por el aumento de la esperanza de vida en hombres y mujeres. Según Reyes y Muñoz (1993), considerando las medianas de edad, el ciclo típico de la familia en Chile es de 52 años. El matrimonio se inicia cuando el hombre tiene un promedio de 25.5 y la mujer 23,4 años de edad. El período de crianza de los hijos se prolonga casi por 28 años hasta que el último hijo deja el hogar familiar. Los padres que quedan solos viven juntos por un promedio de 15 años más, que se alarga para la mujer que queda viuda, la que vive en promedio otros 9 años.