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SESIÓN 13 - Gómez-Tabares (2018) Prosocialidad Estado actual de la investigación en colombia.pdf
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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rev.colomb.cienc.soc. | Vol. 10 | No. 1 | pp. 188-218 | enero-junio | 2019 | ISSN (En línea): 2216-1201 | Medellín-Colombia
Universidad Católica Luis Amigó
Recibido : 28 de noviembre de 2017– Aceptado : 3 de octubre de 2018– Publicado : 14 de diciembre de 2018
Forma de citar este artículo en APA: Gómez-Tabares, A.S. (enero-junio, 2019). Prosocialidad. Estado actual de la investigación en Colombia. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 10 (1), pp. 188-218 DOI: https://doi.org/10.21501/22161201.
Resumen
Este artículo tiene por finalidad presentar el estado del arte acerca del estudio de la conducta prosocial en Colombia. Se analizaron las tendencias actuales en términos de las principales variables positivamente relacionadas, focos poblacionales, contextos de estudio, principales hallazgos y vacíos en la investigación sobre este constructo. Se tomaron investigaciones con una amplia gama de variables positivamente aso- ciadas, tales como empatía, conductas de ayuda, altruismo, ajuste psicológico, entre otras. Se encontró que la tendencia en el país, en el campo investigativo, está dirigida al estudio de la conducta prosocial en la infancia y la adolescencia, especialmente en contextos de crianza, parentalidad y escenarios educativos. La evidencia empírica alcanzada en el país, en términos generales, es coherente con los hallazgos en la investigación internacional en materia de prosocialidad. Se puede concluir que, a pesar de las condiciones sociales por las que pasa el país en términos de violencias y conflicto armado, son escasos los estudios de este constructo en poblaciones vulnerables o afectadas por la violencia, siendo este un campo investigativo prometedor con múltiples aristas por explorar.
Palabras clave Conducta prosocial; Empatía; Niños y adolescentes; Crianza; Parentalidad.
(^1) Este artículo de revisión teórica hace parte del proyecto “ Conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes desvinculados de grupos armados ilegales, pertenecientes a la modalidad Hogar Sustituto Tutor del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en la ciudad de Manizales” (enero-noviembre del 2017), financiado por la Universidad Católica Luis Amigó e inscrito a la línea de investigación “Estudios de Fenómenos Psicosociales”.
ARTÍCULO D E R EVISIÓN Review Article
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DOI: https://doi.org/10.21501/22161201.
Abstract The generational relief is a problematic inside the agricultural production that needs to be recognized and addressed. This article presents the results of the investigation done in the ambit of the farmer families dedicated to the coffee production in Alban’s municipality of Narino, which objective was to recognize the perspective from children and parents, coffee producers versus the generational relief and analyze what factors allows or blocks it so that would happen or not. Through a mixed-imbricated investigative design, developing a qualitative investigation, starting from the analysis of semi structured interviews done to parents, children and public and private institutions related with the coffee maker activity, and with the support of quantitative data, it was able to determine which was the current situation of relief in the municipality. In Alban, the generational relief it is not a current problem for the coffee maker activity yet, but nevertheless, it can be, produce the grain requires higher and enough warranties for the producers to give continuity to the main activity that contributes the social and economical development of the municipality.
Keywords Andes; Terrain use; Demographic change; Urban expansion; Provision service.
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La construcción del estado del arte se desarrolló en tres fases: la primera consistió en la cons- trucción de la ficha de trabajo y la búsqueda de artículos científicos en las bases de datos; la segunda fue de carácter descriptivo, y consistió en extraer los datos de acuerdo con la ficha y las unidades de análisis; la tercera fase fue de interpretación de los datos, teniendo en cuenta los siguientes criterios: aproximaciones conceptuales de la conducta prosocial y dimensiones relacio- nadas, tendencias investigativas en Colombia, variables relacionadas y hallazgos investigativos, vacíos, retos y reflexiones acerca de la prosocialidad en el contexto actual.
Teniendo estos elementos de análisis, se realizó la construcción teórica general, la cual se pre- senta en este artículo en tres secciones: 1. Aproximaciones conceptuales, variables relacionadas y hallazgos investigativos, 2. Tendencias investigativas en Colombia y línea cronológica y, 3. Retos y reflexiones sobre la categoría de prosocialidad en el marco del contexto social actual.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Aproximaciones conceptuales, variables relacionadas y hallazgos investigativos
La conducta prosocial en el marco de la investigación psicológica
La conducta prosocial es una categoría de diversas acepciones en psicología que tiene una amplia gama de definiciones en la literatura científica (Auné, Blum, Abal, Lozzia y Horacio, 2014). A continuación se presentan las principales aproximaciones conceptuales encontradas en la litera- tura consultada en los ámbitos nacional e internacional.
Dentro de las definiciones más generales, la conducta prosocial es entendida como todo comportamiento valorado positivamente por la sociedad (Marín-Escobar, 2009, 2010; Parra Esquivel, 2012; Guevara-Parra, 2011; Eisenberg, Fabes, & Spinrad, 2006; Aguirre-Dávila, 2015). Está asociada con la conducta social positiva (Carlo, Mestre, Samper, Tur, & Armenta, 2010), el apoyo físico y emocional, el cuidado y protección a otras personas, además de ser considerada una conducta adoptada voluntariamente (Aguirre-Dávila, 2015; Gutiérrez-San Martín, Escartí y Pascual, 2011; Guevara-Parra, 2011; Caprara, Alessandri, & Eisenberg 2012; Mestre, Tur, Samper, Nácher y Cortés, 2007). Toda conducta prosocial está dirigida a ofrecer ayuda, cooperar,
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trabajar en equipo, tomar en cuenta la perspectiva de los demás, intercambiar lenguajes afectivos y brindar asistencia, lo cual produce consecuencias sociales positivas y favorece la reciprocidad y solidaridad en las relaciones sociales e interpersonales (Auné y Attorresi, 2017; Martí-Vilar, 2010; Mestre, et al., 2007; Mestre, Samper y Frías, 2002; Penner, Dovidio, Piliavin, & Schroeder, 2005). Para Richaud de Minzi y Mesurado (2016) es un factor de protección moderador de la agresividad y una disposición que favorece la adaptación, el ajuste psicológico y las habilidades sociales.
De otro lado, diversos autores (Caprara, Alessandri, Di Giunta, Panerai, & Eisenberg, 2010; Auné y Attorresi, 2017) diferencian la prosocialidad de la conducta prosocial. El primer término hace referencia a los rasgos o características de personalidad tendientes a ayudar y proteger a otras personas, mientras que, la conducta prosocial hace alusión al comportamiento en sí, en este caso de ayuda o protección. Esta distinción es importante en el sentido en que la prosocialidad estaría más asociada a factores disposicionales que subyacen a la conducta y que pueden variar entre personas. En este sentido, la empatía, la autoeficacia en la regulación emocional, el razona- miento moral, el sistema de valores, la crianza y procesos de modelamiento social favorecen la prosocialidad y aumentan la probabilidad de generar conductas prosociales (Alessandri, Caprara, Eisenberg, & Steca, 2009; Auné y Attorresi, 2017; Auné et al., 2014).
La conducta prosocial está asociada a una gran gama de variables psicológicas, entre ellas, la empatía, el juicio moral, la regulación y estabilidad emocional, el altruismo y las conductas de ayuda, las cuales son consideradas precursoras importantes de la conducta prosocial (Marín- Escobar, 2014; Aguilar-Cartagena, 2014; Plazas et al., 2010). Se reconoce, además, que su desarrollo depende de la influencia de factores socioculturales asociados a los contextos de referencia: escuela, comunidad, crianza y parentalidad, con mayores impactos en la niñez y la adolescencia (Caprara et al., 2012, Plazas et al., 2010); por tal motivo, la prosocialidad se ha considerado un constructo multidimensional.
A nivel internacional, autores como Pastorelli (2015), Richaud de Minzi, Lemos y Mesurado (2011), Eisenberg, Fabes, Guthries, & Reiser (2000), Eisenberg, Zou & Koller (2001) y Mestre et al., (2002, 2007) han planteado que el contexto familiar, la crianza, los estilos parentales de aceptación, la interacción positiva entre compañeros de clase y el desempeño académico inci- den de manera positiva en el desarrollo de conductas prosociales y en el ajuste psicológico. Así mismo, la literatura científica en Colombia reconoce la importancia de los contextos académi- cos, las prácticas de crianza y la parentalidad positiva para el desarrollo de conductas de ayuda, empatía, altruismo y ajuste psicológico, especialmente en niños y adolescentes (Guevara-Parra, 2011; Aguirre-Dávila, 2015; Redondo y Guevara, 2012; Plazas et al., 2010; Vásquez, Caicedo y Vivanco, 2014; Parra-Esquivel, 2012; Vásquez, 2017).
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Tendencia prosocial pública: son conductas que tienen la intención de beneficiar a los demás en presencia de otras personas; está más asociada con el reconocimiento social o el deseo de te- ner la aprobación de los demás que con un alto razonamiento moral prosocial (Carlo & Randall, 2002).
Tendencia prosocial emocional : se refiere a comportamientos destinados a beneficiar a los de- más bajo situaciones o condiciones emocionalmente evocadoras; por ejemplo, un adolescente que se ha lastimado un brazo, se encuentra llorando y sangrando, es más evocador emocionalmente que aquel adolescente que se lastima y no presenta angustia o lesión física (Carlo & Randall, 2002). En este sentido, factores como la percepción de necesidad de ayuda, la evocación emocio- nal percibida y respuestas empáticas orientadas a la preocupación por el otro y el malestar perso- nal conducen a asumir acciones prosociales (Carlo & Randall, 2002; Carlo et al., 2003; Samper, 2014).
Tendencia prosocial de emergencia: son conductas que buscan ayudar a los demás en situacio- nes de emergencia o crisis, es decir, en condiciones extremas o en las que existe un riesgo poten- cialmente alto de daño. Si bien las tendencias prosociales emocionales y las de emergencia están fuertemente correlacionadas (Carlo & Randall, 2002), es importante aclarar que la percepción de daño potencial y los contextos de riesgo que pueden estar asociados a estas dos tendencias son diferentes.
Tendencia prosocial altruista: se refiere a conductas adoptadas voluntariamente y que son mo- tivadas por la preocupación por el bienestar de otra persona o grupo de ellas. Su principal caracte- rística es ayudar a los demás cuando hay poco o ningún potencial percibido para una recompensa directa (Eisenberg & Fabes, 1998; Carlo & Randall, 2002).
Tendencia prosocial anónima: es la tendencia a ayudar a otros sin el conocimiento de la gente (Samper, 2014); por ejemplo, realizar donaciones anónimas a personas o instituciones que prote- gen a los demás, sin esperar ningún tipo de reconocimiento social.
Tendencia prosocial de complacencia u obediencia : implica asumir comportamientos de ayu- da cuando hay una solicitud verbal o no verbal; en otras palabras, ayudar a otros cuando lo soli- citan. De acuerdo con Carlo & Randall (2002) la ayuda por complacencia u obediencia es mucho más frecuente que la ayuda espontánea sin la mediación de algún tipo de solicitud.
Más allá de los debates sobre los móviles motivacionales (altruistas o no altruistas) y las cla- sificaciones en torno a los tipos de conducta prosocial, la literatura científica y la investigación psicológica actual reconocen tres dimensiones de la conducta prosocial: la empatía, el altruismo y las conductas de ayuda (Martí-Vilar y Lorente, 2010b), que, si bien no pueden tomarse como términos homónimos o intercambiables, son precursores importantes de la conducta prosocial. Es importante diferenciar algunas acepciones respeto a los términos.
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En la literatura internacional, algunos autores (Batson & Powell, 2003; Carrera, Caballero y Oceja, 2003; Dugatkin, 2007; Gómez y Gaviria, 2007) diferencian el altruismo de la conducta altruista. El primero se entiende como una disposición actitudinal dirigida al beneficio de los de- más, mientras que la conducta altruista implica acciones de ayuda y apoyo que realiza la persona. Para Vaughan y Hogg (2010), la conducta altruista es considerada una subcategoría del compor- tamiento de ayuda. Tanto el altruismo como la conducta altruista implican, necesariamente, la intención de beneficiar a los demás más que a sí mismo (Batson, 1991; Batson & Powell, 2003; Penner et al., 2005). Al respecto Auné et al., (2014) plantean que: “La conducta altruista es toda acción voluntaria realizada con la intención de ayudar a los demás, provocando o manteniendo efectos positivos” (p. 22). El comportamiento de ayuda, por otro lado, es considerado una sub- categoría del comportamiento prosocial (Gómez y Gaviria, 2007; Martí-Vilar, 2010; Vaughan y Hogg, 2010) y se refiere a actos intencionales que buscan beneficiar a otra persona o grupo de ellas (Redondo y Guevara, 2012).
Por otro lado, la empatía es considerada también una subcategoría de la conducta prosocial (Gerdes & Segal, 2009) en el sentido en que una actitud o acción empática hacia los demás impli- ca ya un acto prosocial. De igual manera, Richaud de Minzi et al., (2011) plantean que la empatía se correlaciona directamente con la prosocialidad. Para Martí-Vilar (2011), la conducta empática actúa siempre como mediadora en cualquier conducta prosocial, pues todo comportamiento de ayuda implica el reconocimiento de la experiencia afectiva del otro (Fernández-Pinto, López- Pérez y Márquez, 2008, Parra Esquivel, 2012). La empatía posee tanto un factor cognitivo como afectivo; el primero permite al sujeto ubicarse racionalmente en el lugar del otro; y el segundo im- plica una reacción emocional congruente con el estado emocional de la otra persona (Eisenberg et al., 2001; Eisenberg, Valiente & Champion, 2004; Caprara & Steca, 2005; Richaud de Minzi, 2009). Para Parra-Esquivel (2012), “la empatía tiene que ver con la condición de las personas de ubicarse en el lugar del otro y comprender sus actitudes y sus estados mentales” (p. 126). En este sentido, la empatía es un predictor de la conducta prosocial y está implicada también en el com- portamiento altruista (Parra-Esquivel, 2012; Gutiérrez et al., 2011; Graziano, Habashi, Sheese & Tobin, 2007; Mestre, Frías y Samper, 2004).
Variables sociodemográficas relacionadas con la prosocialidad
Prosocialidad y género
La investigación en Colombia muestra que existen diferencias significativas respecto al comporta- miento prosocial según el género. El estudio de Redondo y Guevara (2012) establece que “la con- ducta prosocial es más frecuente en las chicas que en los chicos (…) además, la proporción de chicos agresivos fue sustancialmente superior a la de chicas en todos los cursos analizados” (p. 187). Otro
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a que los patrones de desarrollo social en hombres promueven los comportamientos competitivos y hostiles, y en las mujeres se fomenta el control inhibitorio de sus deseos en función de los de- más, lo cual está conectado, según Ortiz, Apodaca, Fuentes y López (2011), con el desarrollo de estereotipos sexuales y pautas educativas que fomentan las diferencias de género en los procesos de socialización. Otras explicaciones, de naturaleza biológica y evolucionista, plantean que las mujeres poseen una mayor predisposición natural a la prosocialidad, lo que las ubica en un rol orientado al cuidado y ayuda a los demás, desde temprana edad (Dugatkin, 2007; Zahn-Waxler, Radke-Yarrow, Wagner & Chapman, 1992).
A pesar de estos hallazgos, falta una mayor claridad sobre los factores causales y asociados con la prosocialidad según el género. De acuerdo con Auné et al., (2014) “estos resultados son difíciles de justificar, dado que podrían originarse en estereotipos culturales y depender del tipo de conducta prosocial que se esté midiendo” (p. 24). Así mismo, la relación de la variable género con factores asociados a la crianza, estilos parentales y factores asociados a la socialización, en el desarrollo de la prosocialidad, debe continuar estudiándose con mayor rigurosidad (Richaud de Minzi, 2009; Castro y Gaviria, 2005; Plazas et al., 2010), especialmente desde una perspectiva intercultural (Redondo, Rangel y Luzardo, 2015).
Prosocialidad y edad
Las expresiones prosociales, tanto en hombres como en mujeres, no son estáticas y tienden a variar de acuerdo con la edad. Castro y Gaviria (2005) encontraron que las niñas aumentan las ex- presiones de hostilidad especialmente en la adolescencia, lo cual se traduce en manifestaciones de agresividad. El estudio de Plazas et al., (2010) demuestra cómo “las mujeres tienen mayor prefe- rencia social en la primaria, pero la tendencia cambia en la universidad, donde los varones tienen mayor preferencia social y son más prosociales” (p. 357). Estos hallazgos son coherentes con el estudio de Cote, Tremblay, Nagin, Zoccolillo & Vitaro (2002) al indicar que las manifestaciones de agresión, especialmente indirecta y verbal, tienden a aumentar con la edad, en especial en las mujeres. Al parecer estos estudios muestran una relación inversa a la establecida en la variable de género, lo cual sugiere que a mayor edad menor tendencia prosocial en mujeres y mayor en los hombres, lo cual no significa que las adolescentes dejen de ser prosociales.
De otro lado, el estudio de Sandoval (2006) controvierte este punto al indicar que no existe una asociación lineal entre la conducta prosocial y la edad; por el contrario, plantea que varia- bles como la hostilidad tiende a disminuir con la edad en ambos sexos y “el comportamiento de colaboración y liderazgo se mantiene constante con la edad” (p. 38). Este hallazgo tiene mayor coherencia con lo encontrado en la literatura científica internacional al establecer que la edad tiene una relación positiva con la conducta prosocial en ambos sexos (Eisenberg & Fabes, 1998). En este sentido, la conducta prosocial se desarrolla en la infancia, donde logra mantenerse estable
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hasta el inicio de la adolescencia. En la adolescencia tardía las conductas prosociales tienden a aumentar significativamente y disminuir las expresiones agresivas en diversos espacios sociales (Carlo, Crockett, Randall & Roesch, 2007; Redondo y Guevara, 2012). Así como lo plantean Eisenberg & Fabes (1998):
La influencia de la edad sobre las conductas prosociales es compleja, aunque de cualquier modo que se combinen los estudios se hallan efectos positivos significativos de la edad (…) así estos datos apoyan la conclusión de que cuanto mayor es un niño, mayor es la posibilidad de que en general realice conductas prosociales (p. 728).
El incremento de comportamientos prosociales, a medida que aumenta la edad, está relaciona- do, según algunos autores (Aguirre- Dávila, 2015; Redondo et al., 2015; Richaud de Minzi, 2009; Redondo y Guevara, 2012; Vásquez, 2017), con aspectos del desarrollo evolutivo, el avance en el nivel educativo y la crianza, además del desarrollo de capacidades de autorregulación emocional y habilidades sociales en la adolescencia (Caprara & Pastorelli, 1993; Pastorelli, 2017).
Variables relacionadas a contextos de socialización
Diversas investigaciones en Colombia sobre la conducta prosocial en niños y adolescentes (Vás- quez, 2017; Sandoval, 2006; Redondo e Inglés, 2009; Rey, 2008; Redondo et al., 2016; Aguirre- Dávila, 2015; Redondo et al., 2015; Alvis, Arana, Restrepo y Hoyos, 2015; Aguilar Cartagena, 2014; Redondo et al., 2013; Cuervo-Martínez, 2010; Betancourt y Londoño, 2017) concluyen que los contextos sociales, familiares y educativos positivos son factores causales de alto impacto en el desarrollo de conductas prosociales, especialmente en la niñez, además de constituirse como factores de protección de la agresividad y comportamientos externalizantes en la adolescencia.
Prosocialidad y crianza
La familia es considerada el primer escenario de socialización del niño; posibilita la transmisión de normas, valores y modelos de comportamiento social positivo (Richaud de Minzi, 2005, 2009; Barrera, 2002). Para Cuervo Martínez (2010) el desarrollo de conductas sociales positivas en la infancia está estrechamente relacionado con la crianza, el cuidado, la comunicación y la estimu- lación parental. Los estilos de crianza que tienen los padres influyen de manera significativa en el desarrollo socio-afectivo de los hijos; así como lo plantean Cabrera-García, Guevara-Marín y Barrera-Currea (2006), el grado de ajuste psicológico del niño está relacionado con el tipo de interacción familiar y satisfacción que se tengan en el hogar. El estudio realizado por Sandoval (2006), con niños de 3 a 12 años, evidencia que:
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(2000); Eisenberg, Zou & Koller (2001); Mestre, Samper y Frías (2002); y Mestre et al. (2007) han demostrado correlaciones positivas entre los estilos de crianza parental y el desarrollo de conductas prosociales en niños y adolescentes, los cuales son factores predictores de la conducta social positiva. Sin embargo, la eficacia en la transmisión y modelamiento de conductas proso- ciales en los hijos depende de diversos factores, entre ellos, el tipo de disciplina, el sistema de normas parentales, los patrones atribucionales, el sistema de valores familiares, estilos parentales de aceptación y la percepción de empatía parental; mientras que los estilos parentales de control, tanto psicológicos como conductuales se relacionan de manera negativa (Richaud de Minzi, Le- mos y Mesurado, 2011). Para Eisenberg & Fabes (1998) el modelamiento parental y la afectivi- dad son predictores positivos de la prosocialidad y la toma de decisiones morales. Igualmente, Mestre et al. (2007) consideran que el apoyo emocional y la coherencia en las normas, por parte de los padres, son elementos de la crianza que están relacionados positivamente con la empatía y el comportamiento prosocial en los hijos.
La evidencia empírica presentada, tanto en el ámbito nacional como internacional, indica que el contexto familiar, las prácticas de crianza y los estilos parentales juegan un papel decisivo en el desarrollo de comportamientos ajustados o desajustados psicológicamente, y en el desarrollo social del niño y el adolescente. Así como lo plantea Cuervo-Martínez (2010), “(…) se puede concluir que el comportamiento prosocial y el comportamiento agresivo son los extremos de una dimensión modulada por procesos cognitivos y emocionales de signo contrario, en los que los estilos de crianza contribuyen a su desarrollo” (p. 116).
Contextos educativos y grupo de iguales en el desarrollo de conductas prosociales
Tanto los contextos educativos como los procesos de socialización con pares están relacionados de manera bidireccional con la conducta prosocial en niños y adolescentes (Caprara, Barbarane- lli, Pastorelli, Bandura & Zimbardo, 2000; Aguirre-Dávila, 2015; Inglés et al., 2005; Redondo e Inglés, 2009). En este sentido, los procesos de modelado de conductas sociales, en los contextos educativos, juegan un papel crucial en la adquisición de conductas prosociales, pues como lo plantea Bandura (como se citó en Richaud de Minzi, 2014):
Los mecanismos específicos de socialización han sido relacionados con la adquisición de nuevos comportamientos. Los niños que han sido expuestos al modelado de comportamientos específicos tendrán más probabilidad de repetir esos actos (especialmente si el modelo es admirado o se está íntimamente identificado con él (p. 174).
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Al respecto, la investigación de Sandoval (2006) resalta la importancia del impacto que tienen los contextos educativos tanto para el comportamiento agresivo como prosocial en la infancia, pues como lo indica el autor:
La interacción entre compañeros de clase influye en el desarrollo de las conductas socialmente aceptables; también se observó que los niños con desempeño académico de medio a superior tienden a ser más prosociales que los de desempeño académico por debajo del promedio de aula (p. 30).
Esta relación entre desempeño académico y comportamiento social positivo se encontró tam- bién en el estudio de Aguirre-Dávila (2015) el cual muestra que el comportamiento prosocial influye de manera significativa en el desempeño académico, además de contribuir al proceso de ajuste psicológico y cumplimiento de exigencias escolares, concluyendo que “[…] el comporta- miento prosocial contribuye positivamente en el desempeño escolar de los individuos adolescen- tes y en las relaciones con sus pares” (p. 228).
De otro lado, el estudio de Contreras et al., (2005) demostró que “la autoeficacia está asociada directamente con el rendimiento académico general […] la percepción de autoeficacia resultó ser el mejor predictor tanto para el rendimiento académico general como para el de las distintas áreas” (pp. 187-191), siendo las creencias de autoeficacia una variable predictora y moduladora de la conducta prosocial en niños y adolescentes, lo cual se ha demostrado en diversos estudios internacionales en escenarios educativos (Caprara & Steca, 2005; Twenge, Baumeister, De Wall, Ciarocco & Bartels, 2007; Caprara et al., 2012; Gutiérrez-San Martín, Escartí y Pascual, 2011; Mestre, Samper y Frías, 2002).
A pesar que aún son pocos los estudios realizados en Colombia sobre la relación entre con- ducta prosocial y desempeño escolar positivo, la investigación actual en el contexto internacional (Caprara et al., 2000; Caprara, et al., 2012; Mestre, et al., 2002; Inglés et al., 2009; Inglés, Martí- nez-González y García-Fernández, 2013) ha puesto en evidencia, y con mayor soporte empírico, la alta relación de estas dos variables en contextos de educación básica y media, lo cual muestra que la conducta prosocial es un fuerte predictor del rendimiento académico y que, además, los procesos de modelamiento social con profesores y compañeros en la escuela juegan, al mismo tiempo, un rol importante en el desarrollo prosocial del niño y el adolescente.
De acuerdo con el estudio de Aguirre-Dávila (2013), lo anterior se puede explicar debido a que es en el espacio escolar, tanto en primaria como en bachiller, donde se da una fuerte influencia del docente sobre los niños y adolescentes, pues “la convivencia del profesor con sus alumnos es permanente por el hecho de formarlos en todas las áreas, lo cual seguramente facilita la transmi- sión de los valores asociados a la convivencia y a la cultura ciudadana, y su fortalecimiento” (p. 133). Al igual como lo plantean Vásquez et al. (2014), la prosocialidad juega un rol primordial en la formación académica y el proceso escolar de niños y adolescentes, pues allí es donde se establecen relaciones de equidad, respecto, solidaridad e igualdad con los demás.
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En cuanto a la aceptación de pares, Castro y Gaviria (2005) encontraron que “los niños menos populares fueron aquellos que manifestaban una prosocialidad baja, lo cual indica que los niños mediana o altamente prosociales son los más elegidos por sus compañeros” (p. 63).
Finalmente, para Redondo et al. (2015), la diversidad cultural es otra variable asociada a la conducta prosocial; por ejemplo, las tendencias individualistas-colectivistas a nivel cultural, ori- gen étnico, procesos sociales de interacción según la cultura influyen en la adquisición y expre- sión de las conductas prosociales. Los autores concluyen que “se observa la relación positiva entre las conductas prosociales y la pertenencia a una sociedad colectivista; así como también que, para los adolescentes, es de gran relevancia la búsqueda del bien común y la pertenencia al grupo” (p. 316).
Tendencias investigativas en el país y línea cronológica
Gran parte de los estudios revisados está dirigida a la niñez y la adolescencia en contextos edu- cativos, de crianza y parentalidad. A continuación, en la Tabla 1, se muestran algunas tendencias en la investigación psicológica en prosocialidad, en términos de su cronología, grupos poblacio- nales, contextos sociales y ciudades productoras de conocimiento en el país.
Tabla 1. Línea cronológica en la investigación en prosocialidad. Año No. estudios publicados Porcentaje 2002 3 5. 2003 0 0 2004 1 2. 2005 5 9. 2006 1 2. 2007 2 3. 2008 2 3. 2009 3 5. 2010 3 5. 2011 4 7. 2012 3 5. 2013 5 9. 2014 5 9. 2015 6 11. 2016 6 11. 2017 2 3. Total 51 100 Fuente: elaboración propia.
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Como se puede observar en la Tabla 1, a partir del año 2002 se encuentran los primeros artí- culos de investigación, y especialmente en el 2005 se toma explícitamente la conducta prosocial como objeto de estudio. Como ya se indicó, el estudio de los procesos de adaptación y conducta social se han enfocado tradicionalmente en el comportamiento violento y antisocial (Redondo y Guevara, 2012), lo cual sugiere que la conducta social positiva es un constructo antitético y alter- nativo a las lecturas del déficit.
El interés de los primeros estudios en prosocialidad (año 2005) se dirigió a dos escenarios: educación y crianza. El primero tuvo énfasis en las relaciones e influencias de los contextos educativos, clima escolar, autoeficacia y rendimiento académico con la conducta prosocial en po- blación infantil y adolescente (Contreras et al., 2005; Castro y Gaviria, 2005); el segundo buscó analizar variables relacionadas con la parentalidad, la regulación emocional y el ajuste psicoló- gico con la conducta prosocial en esta misma población (Mahecha y Martínez, 2005; Betancur, Mahecha, Ramírez y Ruiz, 2005; Mahecha y Salamanca, 2005). Estas tendencias investigativas, en términos de contextos parentales y educativos en población de niños y adolescentes, se visua- lizan en las próximas tablas.
La tendencia investigativa se ha mantenido estable desde sus inicios, logrando cierto recono- cimiento en los últimos años, lo cual se refleja en un incremente de artículos resultados de inves- tigación entre el 2014 y el 2017. Este interés por el estudio de la conducta prosocial responde, según autores como Cortés, Candela y Molero (1999) al incremento de los diversos fenómenos de violencia de diversa índole que se viven en la sociedad (ver Tabla 2).
Tabla 2. Tendencia investigativa de acuerdo con el grupo poblacional. Grupo poblacional No. estudios Publicados Porcentaje Primera infancia 5 9. Niñez y adolescencia 34 66. Juventud 3 5. Adultez 9 17. Vejez 0 0. Total 51 100 Fuente: elaboración propia.
La investigación en conducta prosocial se ha dirigido especialmente a población de niños, ni- ñas y adolescentes (Tabla 2), con escasos desarrollos en etapas posteriores. Los estudios que han involucrado adultos (Mahecha y Martínez, 2005; Cuervo, 2010; Pino Montoya, 2014; Aguirre- Dávila, 2013, 2015; Guevara et al., 2016) se han enfocado al análisis de la relación de variables
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Anyerson Stiths Gómez Tabares
DOI: https://doi.org/10.21501/22161201.
apego, la familia, la crianza y los espacios educacionales, en términos de socialización, rendi- miento y adaptación para el desarrollo de procesos (conductas, emociones y cogniciones) proso- ciales en la niñez y la adolescencia. En este sentido, es lógico que la investigación en Colombia esté enfocada en la niñez y la adolescencia en contextos educativos y de crianza.
Algunos retos sobre el estudio de la prosocialidad en el marco del contexto social actual
Si bien la investigación realizada por Mesurado et al. (2014) sobre comportamientos prosociales en adolescentes de bajos ingresos en tres países, Argentina, Colombia y España, evidencia una tendencia emergente importante en el estudio de este constructo y las variables asociadas en población vulnerable, aún son escasos los desarrollos teóricos e investigativos en prosocialidad con poblaciones que han sido expuestas a condiciones de vulnerabilidad psicosocial extrema, específicamente, niños, niñas y adolescentes en contextos complejos de violencia social y conflicto armado.
A pesar de los procesos de trasformación social que está viviendo Colombia, en términos de construcción de paz y reconciliación, aún no hay desarrollos metodológicos e investigativos en torno a las posibilidades de considerar la prosocialidad como un campo articulado de investigación e intervención psicosocial y educativa que aporte a los procesos de reintegración social de niños, niñas y adolescentes que han sido desvinculados de grupos armados ilegales, o que han vivido condiciones de vulnerabilidad psicosocial relacionadas con las violencias sociales, institucionales y familiares. En cuanto al estudio de la prosocialidad en niños, niñas y adolescentes víctimas de guerra, también hay un vacío en la investigación a nivel internacional. Al respecto, el estudio realizado por Haroz, Murray, Bolton, Betancourt & Bass (2013) con 102 adolescentes sobrevivientes de guerra y desplazamiento en el norte de Uganda, fue el único estudio empírico encontrado en la revisión documental, el cual plantea que las conductas prosociales incidieron en la mejoría de síntomas de ansiedad y depresión en la población estudiada, lo cual sugiere que la prosocialidad está asociada con una mayor capacidad de recuperación en adolescentes que han sido expuestos a eventos de guerra. Este hallazgo abre múltiples aristas sobre la necesidad de generar lecturas generativas orientadas al estudio interdisciplinar en prosocialidad e integrado a la intervención psicosocial en contextos sociales complejos en el país.
Lo anterior plantea la necesidad de generar nuevos conocimientos en materia de prosocialidad en población en contextos de vulnerabilidad psicosocial, especialmente con niños, niñas y adolescentes víctimas de guerra, siendo un área investigativa prometedora y con múltiples implicaciones prácticas y teóricas. De estos hallazgos resulta la necesidad de ampliar los marcos
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Prosocialidad. Estado actual de la investigación en Colombia Prosociality: current status of research in Colombia
DOI: https://doi.org/10.21501/22161201.
investigativos en prosocialidad, utilizar los desarrollos actuales y plantear nuevos interrogantes que, de alguna manera, permitan construir nuevas perspectivas en el marco del contexto social actual.
Para concluir, se puede considerar que uno de los grandes retos de la investigación social en Colombia es el estudio de las diversas dimensiones y variables de la prosocialidad en niños, niñas y adolescentes afectados por la violencia, en sus diferentes formas y complejidades, siendo al día de hoy un campo poco explorado.
CONFLICTO DE INTERESES
El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole. Asimismo, la Universidad Católica Luis Amigó no se hace responsable por el manejo de los derechos de autor que los autores hagan en sus artículos, por tanto, la veracidad y completitud de las citas y referencias son responsabilidad de los autores.
REFERENCIAS
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Agudelo, L. M., Giraldo, C. A., Gaviria, M. B., Sandoval, C. A., Rodríguez, M. A. y Gómez, J. F. (2002). Características de las familias y escuelas relacionadas con los comportamientos agresivos y prosociales en niños y niñas de 3-11 años. Medellín: Instituto de Ciencias de la Salud (CES)–Universidad de Antioquia–Colciencias_._
Aguilar-Cartagena, M. S. (2014). Aprendizaje de conductas prosociales desde la primera infancia como estrategia para el mejoramiento de la convivencia escolar y la prevención del “Bu- llying” (Proyecto de intervención). Medellín, Colombia: Universidad CES. Recuperado de http://bdigital.ces.edu.co:8080/repositorio/bitstream/10946/3559/1/Aprendizaje_Con- dutas_Prosociales.pdf