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Está incompleto, pero tiene varios autores, programa 2021.
Tipo: Resúmenes
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Eje 1: LOS INICIOS EN LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA 1- La historia entre relato y conocimiento. La conformación del campo historiográfico y el oficio de historiador: Chartier. 2- Lo general y lo específico del método histórico: crítica y observación. Bloch. 3- La operación historiográfica: lugar, práctica y escritura. De Certeau. 4- Representaciones del pasado: Historia, memoria y olvido. Los usos de la historia. Traverso. Chartier Historia, entre relato y conocimiento La historia sufre un problema y es que no puede ser pensada como un relato o escritura, la narración histórica era considerada como el lugar donde se desplegaba el sentido de los hechos mismo, o era percibida como un obstáculo importante para un conocimiento verdadero. La brecha que existe entre el pasado y su representación, entre lo que fue y lo que no, es más, y las construcciones narrativas que se proponen ocupar el lugar de ese pasado, permitieron el desarrollo de una reflexión sobre la historia entendida como una escritura siempre construida a partir de figuras retoricas y de estructuras narrativas que también son las de la ficción ¿Si la historia como disciplina de saber comparte sus fórmulas con las escrituras de imaginación es posible seguir asignándoles un régimen específico de conocimiento? ¿La verdad que se produce es diferente de la del mito y la literatura? Según Hayden White es así, la historia tiene la misma estructura que el mito y de la ficción, pero se ha reafirmado que el saber critico de la disciplina. Apoyada en sus técnicas y operaciones especificas dan una condición propia al conocimiento histórico, desde el Renacimiento la historia ha sabido elaborar las técnicas que permiten separa lo verdadero de lo falso. Reconocer las dimensiones retorica o narrativa de la escritura de la historia no implica de ningún modo negarle su condición de un conocimiento verdadero, construido a partir de pruebas y de controles. Por ello “el conocimiento es posible”. Carlos Ginzburg, dice que el conocimiento se funda en la recolección y la interpretación de las huellas y no el procesamiento estadístico de los datos o bien la definición de un concepto de
objetividad es capaz de articular la selección entre las afirmaciones admisibles y las que no lo son, con la legitima pluralidad de las interpretaciones o reflexiones en torno a modelos teóricos y operaciones cognitivas que permitan establecer un saber generalizable a partir de estudios de caso, como ser la microhistoria o estudios comparativos. La historiografía lleva en su nombre dos términos (Historia y escritura) contrarios: lo real y el discurso. Pero Reinhart Kossellck, demuestra que, a diferencia de otros relatos, la escritura histórica esta desdoblada, hojeada, fragmentada, es decir el que se organiza foliado, en el cual una mitad continua, se apoya sobre otra, diseminada, para poder decir lo que significa la otra sin saberlo. El discurso se establece como saber del otro. La historia como escritura desdoblada tiene entonces la triple tarea de convocar el pasado, mostrar las competencias del historiador, dueño de las fuentes y convencer al lector. ¿Esto significa que solo hay un teatro de erudición que de ningún modo da la historia la posibilidad de producir un conocimiento adecuado del pasado? Michel de Certeau, dice que la historia es un discurso que produce enunciados “científicos” si se define con este termino la posibilidad de establecer un conjunto de reglas que permitan “controlar” operaciones proporcionadas a la producción de objetos determinados” esto remite a la construcción del objeto histórico por el historiador, ya que el pasado nunca es un objeto ya se encuentra ahí ; designa las practicas propias de la tarea del historiador (construcción de hipótesis recorte, etc.) reglas y controles que inscriben la historia en un régimen de saber compartid, definido por criterios de prueba dotados de validez universal La institución histórica Los efectos en la practica de los historiadores del lugar social donde se ejerce su activada estas son conocidas como Instituciones históricas. La institución histórica vuelve posible algunas investigaciones, gracias a coyunturas y problemas comunes. Pero a otras las vuelve imposibles; excluye del discurso lo que constituye su condición en un momento dado; desempeña el papel de una censura en lo referente a los postulados presentes (social económicos, políticos) del análisis. Las universidades, academias de sabios, etc. Cada uno de estos lugares impone a la historia no solo objetos propios, sino también modalidades del trabajo intelectual,
2ª La reminiscencia a la construcción de la explicación histórica, sea explicación por las regularidades y las causalidades o explicación por sus razones (movilizadas como estrategias explicitas) 3ª Se opone reconocimiento del pasado y representación del pasado. La memoria se opone a la intención de verdad de la historia, basada en el procesamiento de los documentos, que son huellas del pasado, y en los modelos de inteligibilidad que construyen su interpretación. La representación de la historia es constantemente cuestionada, sospechada, por la distancia introducida necesariamente entre el pasado representado y las formas discursivas necesarias para su representación. ¿Cómo acreditar la representación histórica del pasado? Ricueur propone dos respuestas. La primera de orden epistemológico, insiste en la necesidad de distinguir claramente y articular las tres fases de la operación historiográfica: 1) el establecimiento de la prueba documental 2) la construcción de la explicación 3) la puesta en forma literaria La segunda repuesta es aceptar la existencia del pasado tal como la garantiza el testimonio de la memoria, el testimonio de la memoria es el garante de la existencia de un pasado que ha sido y no, es más. El discurso histórico encuentra allí la certificación inmediata y evidente de la referencialidad de su objeto. El saber histórico puede contribuir a disipar las ilusiones o los desconocimientos que durante largo tiempo han desorientado a las memorias colectivas. Y al revés, las ceremonias de rememoración y la institucionalización de los lugares de memoria han dado origen a menudo a investigación históricas originales. La presencia del pasado en el presente es un elemento esencial de la construcción de su ser colectivo. Las relaciones en el pasado. Historia y ficción La ficción es un discurso que informa de lo real, pero no pretende representarlo ni acreditarse en él, mientras que la historia pretende dar una representación adecuada de la realidad que fue y ya no es, lo real es a la vez el objeto y el garante del discurso de la historia. Hoy en día muchas razones difuminan esa distinción tan clara. La primera es la evidenciaciòn de la fuerza de las representaciones del pasado propuestas por la literatura.
El teatro, en los siglos XVI y XVII, y la novela en el siglo XIX, se apoderaron del pasado, desplazando al registro de la ficción literaria hechos y personajes históricos, y poniendo en el escenario o en la pagina situaciones que fueron reales o que son presentadas como tales. Cuando las obras se están habitadas por una fuerza en concreto, adquieren la capacidad de producir, moldear y organizar la experiencia colectiva mental y física y entere esas experiencias se cuenta el encuentro con el pasado. La segunda razón que hace dudar la distinción entre historia y ficción reside en el hecho de que la literatura se apodera no solo del pasado, sino también de los documentos y de las técnicas encargados de manifestar la condición de conocimientos de la disciplina histórica. La historia es la descripción, narración de las cosas o de las acciones como han ocurrido o como podían ocurrir. De modo que el tiempo designa en conjunto, la narración continua y encadenada de varios hechos memorables que sucedieron en una o varias naciones o en varios siglos y las narraciones fabuladas pero verosímiles que son fingidas por un autor. De manera que la división no es entre la historia y la fábula, sino entre los relatos verosímiles, así se refieran a lo real o no y los que no lo son. La historia esta radicalmente separada de las exigencias criticas propias de la erudición y despegada de la referencia a la realidad como garante de su discurso. La fábula fortaleció más su relación con la historia, multiplicando las notaciones concretas destinadas a cargar a la ficción de un peso de realidad y a producir una ilusión referencial. Una última razón de la proximidad, seductora pero peligrosa, entre la historia como ejercicio de conocimiento y la ficción sea literatura o mito. Mundo contemporáneo, la necesidad de afirmación o de justificación de identidades construidas o reconstruidas y que no son todas nacionales, suele inspirar una reescritura del pasado que deforma, olvida u oculta las aportaciones del saber histórico controlado. En una época en que nuestra relación con el pasado está amenazada por la fuerte tentación de crear historias imaginadas o imaginarias, la reflexión sobre las condiciones que permiten sostener un discurso histórico como una representación y una explicación adecuadas de la realidad que fue, es fundamental y urgente. Zemon Davis: Una vida de estudio
Era un tema que transcurría durante una época considerada por la autora como la cuna de los males capitalistas y beneficios de la democracia, y sobre la cual decidió especializarse. Buscaba probar las tesis de Marx y Weber, esta sostenía que la religión refleja intereses materialistas y que estos influyen en el desarrollo de protestantismo. La recolección y análisis de documentos fue realizada en el Archivo Municipal de Lyon, donde trabajó directamente con fuentes de la época. Se instruyó en paleografía de ese siglo y empezó a reconstruir las características de dichas protestas, anotando todo en fichas pequeñas. Luego tuvo que utilizar los libros encontrados en las bibliotecas neoyorquinas. La obra se encuentra ubicada en la corriente de la Historia Social Clásica. Respecto a su vida, vivió seis meses en Lyon para realizar la investigación y hacer su tesis, ciudad en la que se halló sorprendida por las diferencias con Estados Unidos, durante la misma década en la que tuvo a sus tres hijos. Poco antes de su viaje, había sido acusada junto a su pareja como comunista, asunto que la perseguía desde sus estudios en la Universidad, a raíz de unas publicaciones previas en contra del Comité Doméstico sobre actividades en contra de Estados Unidos, de esta forma al regresar a Estados Unidos su pasaporte le fue confiscado, complicando la investigación y limitándola a las fuentes locales. Trade Union in Sixteenth-Century France (1966) Según la misma autora, esta obra fue un ejemplo de compromiso con la historia social clásica. Fue a partir de unas fuentes encontradas en los archivos de Ginebra, que enseñaban distintos aspectos de la vida de un jornalero europeo durante el siglo XVI, que comenzó a interesarse en el tema y por lo que decidió trabajarlo. El tema de investigación fueron los valores y creencias de los jornaleros en relación a su origen y el tipo de labor que realizaban. Era una descripción de sus costumbres, tanto ceremoniales como de castigos, todo de cara al trabajo y nuevamente bajo su perspectiva orientada al marxismo. Llega a discutir con Rebeldes primitivos de Eric Hobsbawm, siendo la única postura en contra de la historia social que presenta, y solo durante un breve párrafo al final de la obra donde habla sobre como deberíamos dejar de consignar al pasado el sentimiento que llevó a los jornaleros de los impresores a decir que ellos “trabajaban no como esclavos, sino como hombres libres trabajando voluntariamente por una vocación excelente y noble”. También discute, de forma indirecta, con algunos aspectos de la
revista The Economic History Review , de Inglaterra, pues muchas obras de la revista estaban muy politizadas o tenían un fuerte sentimiento nacionalista. Trabajó en gran parte con un juicio encontrado en los archivos de Ginebra, y luego con el mismo Menu peuple de Henri Hauser. La investigación se llevó de igual manera que la anterior en los archivos, en este caso en los Archivos de Ginebra. Esta vez se trata de un trabajo más corto por lo que la cantidad de fuentes consultadas resultó menor. Nuevamente, la tendencia historiográfica era la de la Historia Social Clásica. A estas alturas, Zemon ya había completado su doctorado y tenía 30 años, además de hijos, y consiguió recuperar el pasaporte que le permitió realizar el viaje. Vivió en Canadá durante la década del 60, donde formó parte de multiples de comunidades académicas e inició su carrera de 38 años como docente. Esto fue tras años de trabajar nuevamente en Lyon, y luego en Ginebra, y luego de dar clases en la Universidad de Columbia. Sociedad y cultura en la Francia moderna (1975) Tras publicar la obra anterior, Zemon decidió volcarse a la antropología, pues ahí estaba lo que la “llenaba”. Esta obra surge a partir de varios ensayos más orientados a la antropología y el folklore francés que escribió en la segunda mitad de la década del 60 y principios del 70, que se sumó a un interés general por la situación de la mujer, que motivaría sus trabajos posteriores. A partir de estos estudios es que dejó de ver los siglos XVI y XVII solo como generadores de “modernidad”. Estos ensayos tocaban distintos puntos de la vida cotidiana y la cultura durante los siglos XVI y XVII, con relación al catolicismo y protestantismo. Todo colocado bajo un punto de vista menos crítico y desde la historia social, con el interés de enseñar y mostrar aspectos sociales y rituales de forma imparcial. Discute con las características de sus propias obras situadas en la historia social, cuestionando el enfoque en la violencia y los ritos relacionados a esta, los cuales, bajo cierto punto de vista, ella misma parecía legitimar a partir de la racionalidad por parte de los perpetradores que escribía con sus investigaciones. Estos eran autores como Evans Pritchard, V. Turner o Clifford Geertz, a los que se dispuso a leer para realizar la investigación. Se aferró a las características más clásicas de la historia social, es decir la búsqueda de orígenes sociales y geográficos, llevando a cabo su investigación a partir
sus películas. A partir del filme es que decidió escribir un libro sobre el tema, pues consideraba que, pese a la fidelidad del filme, las dos horas de duración limitaban la riqueza cultural de las sociedades de aquel entonces. El regreso de Martin Guerre estaba basado en un famoso caso de impostura judicial del siglo XVI ocurrido en Francia. Durante la filmación supo plasmar todos sus conocimientos sobre la vida en aquel siglo a partir de las representaciones de los actores, tanto principales como secundarios. Además, publicó un su libro donde buscó profundizar dichos puntos, pues consideraba que la película se quedaba corta, primero como fue vivido por el pueblo y luego como fue contado por los jueves. No discute con ninguna obra en particular, sino más bien con ciertas concepciones de los actores y directores, y obviamente de los espectadores. En cuanto al libro, buscó darle un aspecto más comprensible que el de obras similares de otros historiadores como Emmanuel Le Roy Ladurie y Carlo Ginzburg. Nuevamente trabajó con escritos legales de la época, y numerosas cartas de auxilio y perdón enviadas al rey, obtenidos en los archivos de Francia, en los cuales era muy común hallar información sobre crímenes y juicios, y su investigación en este caso estuvo orientada a dos puntos: La literatura y la historia, razón por la cual llegó a optar por escribir dos versiones del relato. Estudió las fuentes teniendo en cuenta los aspectos políticos y judiciales propios del siglo XVI y la obra se asienta en el Microanálisis. Respecto a su vida personal, tras varios ensayos la misma autora considera que había llegado a un punto donde conocía una gran variedad de asuntos, pero que le faltaba experiencia en el trabajo de campo etnográfico. Para sustituir esta imposibilidad de trabajar directamente con sus temas de estudio se volcó, a principios de los 80, al trabajo junto al director de cine Daniel Vigne, donde realizó el guion de la película. Fame and Secrecy y Fiction in the Archives (1987) Zemon Davis consiguió un trabajo en la Universidad de Princeton, dejando Berkeley, donde pudo profundizar sus intereses antropológicos, cinematográficos y literarios. Nuevamente fue parte de una pequeña banda de mujeres de la facultad, con quienes buscaba mejorar las cosas para su género en la institución e introducir un Programa de Estudios de la Mujer, causas para las que tuvo mucho apoyo de los alumnos. Pudo dar clases sobre historia judía al lado del académico Mark Cohen, donde estudio casos famosos y pudo comparar con protestantes y católicos de Europa. Publicaron una
biografía de un rabino veneciano del siglo XVII, León Módena, traducida del hebreo, viendo el valor que tenía en el hecho de ser un texto tanto judío como europeo. Así, de mano de la literatura y la historia, pudo gestar sus obras más ambiciosas, y llegó a hacer un análisis más crítico de las fuentes de los archivos, especialmente cosas como las cartas de prisioneros a los reyes. Consideraba que existían fuentes narrativas en los archivos, relatos pensados para responder a intereses legales y personales, por lo que estaban bajo el filtro de la pluma. Escribió un libro sobre este tema llamado Fiction in the Archives, refiriéndose a la ficción como un elemento de elaboración que hay cuando hacemos y decimos cosas, no como falsificación, siendo una obra que busca evidenciar como la gente cuenta las cosas a su manera pese a ser reales. Mujeres en los márgenes (1995) Fue una obra surgida a partir de su interés en la historia de la mujer, teniendo en cuenta las situaciones desventajosas que vivieron a lo largo del tiempo, particularmente en aquellos siglos en los que se especializó. Esta fue la obra que unió todos sus intereses anteriores, lo social, lo antropológico, lo etnográfico y lo literario, a la vez que se lanzaba a campos nuevos. Buscaba evaluar el valor del género y las jerarquías del género, el papel de la religión respecto a su condición de mujer, y los distintos tipos de matrimonio y paternidad, todo a partir de la vida de tres mujeres del siglo XVI: una comerciante judía llamada Gikl bas Judah Leib de Hamburgo y Metz; una artesana y maestra llamada Marie Guyart de l’Incarnation, católica, nacida en Tours y que vivió en Quebec; y una artista entomóloga protestante, llamada Marie Sibylla Merian de Frankfurt, Nuremberg y Amsterdam. Su objetivo era llevar la microhistoria a una comparación descentrada de tres vidas europeas. obras de las tres mujeres escogidas: Una autobiografía de Gikl, una autobiografía espiritual junto a cientos de cartas de Marie, y estudios sobre insectos europeos y surinameses de Marie. Viajó a Rusia, Alemania, Países Bajos, y Surinam, donde trabajó en sus bibliotecas y archivos para estudiar la vida de estas tres mujeres, además de valerse de la información disponible en Canadá para complementar. Buscaba esclarecer las diferencias que había tanto en el contexto como la psique de tres personas que vivieron realidades distintas en Europa. La obra estaba alineada al Microanálisis y la Comparación. La discusión en este caso era con la misma obra. Pues el mantenerse alineada con su propia tesis resultaba un problema, pues conforme más avanzaba en su estudio, se topaba con más realidades y sociedades que debía estudiar. Para esto tuvo que valerse
Los testimonios dejaron de ser el objeto de estudio más utilizado, pues la información que brinda permite interpretaciones, pero está lejos de dar datos decididos. Habla de la relación entre los cuestionarios y la mera exposición del testimonio, también comenta como estos últimos son de infinita variedad y usarlos contradice el trabajo del historiador, consistente en corroborar la autenticidad de las cosas que estudia y formar deducciones a partir de estos. La observación histórica: La transmisión de los testimonios Los investigadores se enfrentan a la difícil tarea de reunir documentos que creen que son necesarios, no podrían hacer esto sin ayuda de diversos huyas: inventarios de archivos o bibliotecas, catálogos de museos, repertorios bibliográficos de toda índole En contra de lo que a veces suelen imaginarse los principiantes, no surgen los documentos, aquí y halla, por el solo efecto de no se sabe que misterioso decreto de los dioses. Pero cualquiera que sea la edad de la humanidad que el investigador estudie, los métodos de observación se hacen, casi con uniformidad sobre rastros y son fundamentalmente los mismos. Jaja ni idea papá. La crítica: Bosquejo de una Historia del Método Crítico En la historia la crítica no se basa únicamente en el sentido común, y durante mucho tiempo estaba limitad a un sector específico de la población. El historiador no es un juez de instrucción, más bien se encarga de guiar la investigación a terrenos más amplios sin modificar sus principios, sabe que sus testigos pueden equivocarse y mentir, pero ante todo se esfuerza por hacerles hablar, por comprenderlos. Uno de los más hermosos rasgos del método crítico es haber seguido guiando la investigación en un terreno cada vez más amplio sin modificar nada de sus principios. Sin embargo, no puede negarse que el falso testimonio fue el excitante que provocó los primeros esfuerzos de una técnica dirigida hacia la verdad. Sigue siendo el punto desde el cual ésta debe necesariamente partir para desarrollar sus análisis. La crítica: La persecución de la mente y el error De todos los venenos capaces de viciar un testimonio, la impostura es el más violento. Ésta, a su vez, puede tomar dos formas. Primero es el engaño acerca del autor y de la fecha: la falsedad, en el sentido jurídico de la palabra. No todas las cartas publicadas con la firma de María Antonieta fueron escritas por ella; 5 algunas fueron fabricadas en
él siglo XIX. Vendida al Louvre como antigüedad escrito-griega del siglo III antes de nuestra era, la tiara conocida como de Saitafernes había ido cincelada en Odessa en
El método historiográfico puede entenderse en función de doble perspectiva: La primera para investigar la historia es investigar una dimensión para la sociedad, y en tal sentido el método historiográfico es una parte del método científico La segunda es la reconstrucción de la historia, reconstruyendo ciertas historias particulares, es a ser vez una de las alternativas metodológicas, de las practicas, con las que cuenta el conjunto de las ciencias sociales. Hay un método historiográfico en sentido estricto, que es que da carácter propio a la diciplina de la historiografía. Pero el método histórico es en realidad una práctica metodológica que, aun de forma bastante desvirtuada, aplican otras ciencias sociales en sus investigaciones. La Historiografía ha recibido abundantes prestamos metodológicos y técnicos. Entre ellos, la tensión a la cuantificación, el análisis de las estructuras sociales, las creaciones simbólicas, los problemas del poder Objetivos del método historiográfico: El objeto histórico tiene por definición, como determinación intrínseca la temporalidad. Por ello el método histórico no puede hacer abstracción jamás del comportamiento temporal secuencial. El estudio de la historia tiene como su objeto teórico preciso, la consideración de la historicidad, el método historiográfico en el plano teórico y, por consiguiente, en sus consecuencias metodológicas hacen una singularidad del devenir histórico La comparación en el método historiográfico: La investigación histórica siempre es comparativa La comparación como practica es definida de formas diversas: Durkheim mantuvo que hay que buscar variaciones concomitantes La comparación se ha visto como la mejor posibilidad de que la historiografía pueda contribuir de una forma decisiva a explicar grandes procesos lo que a su vez es la mejor manera de contribución a que la ciencia social adquiera una importante base histórica
Revisar Michel de Certeau Considerar la historia como una operación, seria tratar, de un modo necesariamente limitado, de comprenderla como la relación entre un lugar (un reclutamiento, un medio, un oficio, etcétera), varios procedimientos de análisis (una disciplina) y la construcción de un texto (una literatura). De esta manera admitimos que la historia forma parte de la “realidad”, de la que trata, y que esta realidad puede ser captada “como actividad humana”, “como práctica”. Desde esta perspectiva, quisiera probar que la operación histórica se refiere a la combinación de un lugar social, de prácticas “científicas”5 y de una escritura. Este análisis de las condiciones previas, de las cuales el discurso no habla, nos permitirá precisar las leyes silenciosas que organizan al espacio producido como un texto. La escritura histórica se construye en función de una institución cuya organización parece invertir: obedece, en efecto, a reglas propias que exigen ser examinadas en sí mismas. “La operación historiográfica”, fue escrito en 1974 y el autor lo dividió en tres partes; en la primera reflexiona sobre el lugar de producción del discurso, en la segunda sobre la producción del discurso, y en la última acerca del discurso mismo. Trata de los productos y los lugares de producción, quiere mostrar que la operación histórica se constituye sobre la combinación de un lugar social, de ciertas prácticas científicas y de una escritura. Así, la historiografía remite a un lugar: la institución, entendida como la mediación con lo real. En dicho trabajo, explora la operación historiográfica desde el punto de vista de lo que produce o fabrica el historiador cuando “hace historia”8. De este modo, De Certeau –de alguna manera- suspende su propio quehacer de historiador, sumergido en los archivos y los documentos, para reflexionar sobre el singular oficio que involucra una actividad que se aproxima desde ciertas técnicas a aquello que permanece muerto. Esta problematización de la operación histórica conduce a un estudio de la misma como la relación combinatoria entre un lugar social, unas prácticas o unos procedimientos científicos y una escritura. Es decir, la escritura de la historia se articularía en función de una institución o medio y, por otra parte, respondería a unas reglas o a una disciplina particular Lugar Social La crítica al positivismo histórico durante el siglo XX, puso sobre el tapete que toda interpretación histórica depende de un sistema de referencia, esto es: de un conjunto de decisiones filosóficas que recortan el uso de los materiales y sancionan los códigos de explicación10. Esta crítica remitía a la subjetividad del autor y tenía como consecuencia: aislar dentro de un texto el supuesto elemento autónomo de la ideología. De esta forma, en opinión
relevante que podría caracterizarse a la historia como una relación del lenguaje con los límites que establece el cuerpo social. El decir de la historia no es una palabra imaginaria ni un discurso carente de pertenencia social. Su acto de nombrar el pasado y construir una identidad cultural se lleva a cabo desde la decisión de un “nosotros” que lo hace posible. En tal sentido, las diversas y sucesivas articulaciones del discurso histórico informarían más de la efectividad de las cosas que suceden en el presente y no tanto de un supuesto pasado que espera ser descifrado. La historiografía no sería lo que llega a “nosotros” desde el pasado, sino aquello que precisamente comienza con “nosotros”13. Sin embargo, esta afirmación de la función decisiva del lugar en el orden de la operación historiográfica, no indica aun nada respecto de la singularidad de lo que esta actividad fabrica o exactamente hace al momento de hablar de la sociedad y de la muerte. Práctica La historia estaría siempre mediatizada por la técnica, es decir, por una forma de proceder en la investigación que se desplaza a través del límite inestable entre lo dado y lo creado, la naturaleza y la cultura, el documento y la construcción14. Desde esta perspectiva, Michel De Certeau observa que el material de análisis del historiador no es el tiempo, sino ciertos objetos físicos (papeles, piedras, imágenes, sonidos, etcétera) que son aislados y manipulados en función de determinadas reglas. Aquí podría identificarse una verdadera serie de fabricación cultural que iría desde las materias primas a su registro estandarizado como materias secundarias en los sistemas clasificatorios de los archivos y, de estos últimos, a su reelaboración como historia. Este tercer momento decisivo –que presupone la existencia de producciones sociales y culturales- se iniciaría con el gesto de identificación y constitución del documento a partir del uso de objetos originalmente organizados de otro modo. El historiador, entonces, parece depender tanto de la archivística de su época como del grado de tecnicidad de los medios puestos para su investigación15. Si el archivo ofrece un régimen de funcionamiento del objeto, la práctica del historiador consistiría en generar una redistribución del mismo a través de una acción que instituye el documento, es decir, que transforma el campo objetivo. Se trataría de una perspectiva constructivista que De Certeau hereda –sin lugar a dudas- de la formulación que la Escuela de Los Annales hizo del documento, como producto o resultado de la actividad del historiador sobre una materia inicial, y no como un dato inerte.
Cabe agregar que esta definición de la investigación historiográfica como un constructivismo del documento involucra una inversión de los procesos de diseño de la historia desarrollados en el pasado. Si antes se acumulaban datos inscribiéndolos en una estructura comprensiva unitaria que borraba toda diversidad y que exigía un desarrollo cuantitativo de la información, ahora en cambio se trataría de un estudio que define a priori objetos, niveles y taxonomías de análisis dirigiéndose hacia el ámbito de las desviaciones o a los indicios de límites17. De esta forma, el historiador ya no pretende construir una estructura totalizante, ni tampoco desea conquistar “objetos auténticos” para el conocimiento, sino que se sitúa en los márgenes o en las zonas silenciadas por las ambiciosas representaciones globales del origen de la sociedad. Como puede observarse, aquí se presentan dos direcciones opuestas del conocimiento histórico. Por una parte, la historia como restauración de lo Mismo, en función de la superación de las discontinuidades, las cuales serían subsumidas como figuras sucesivas de una evolución y, por otro lado, la historia como reflexión que se aproxima a las desviaciones o al cultivo metódico de la distancia. Esta segunda perspectiva implica que lo particular –en tanto que límite de lo pensable- se ha convertido en la especialidad de la historia18. Cualquier relato explicativo, entonces, no podría renunciar a la relación que toda “regularidad” sostiene con una particularidad que se le escapa, con aquello que permanece inexplicado. Esto último significa para De Certeau, que la operación historiográfica promueve una escenificación de lo Otro en el presente o, lo que es igual, concibe el pasado como el medio de representar una diferencia. Habría algo “oculto” en ese pasado, una cierta estructuración que se opone al trabajo histórico, algo ya muerto e inaccesible 19. La estructura del pasado dice que “hubo algo más” a la manera de una resistencia o una ausencia que se convierte en condición de posibilidad del discurso histórico. No obstante, también existe algo “oculto” en la propia mirada del investigador, un tipo de estructuración que subyace en sus intenciones presentes. Habría un deseo de disminuir o anular la diferencia en la paradójica acción de nombrarla o narrarla y, al mismo tiempo, “insertarla en el texto homogéneo de una cultura presente”20. La estructura de la mirada indica, por tanto, que la ley de la representación de la alteridad consiste en remitirla a lo que configura nuestro presente. Escritura De este modo, arribamos a un tercer aspecto de la fabricación histórica: La construcción de una escritura que –como ya hemos visto- se apoya en un lugar social (una institución de saber) y se encuentra ligada a una práctica investigadora. En este marco, resulta valioso destacar los desfases implícitos en el tránsito de lo indefinido de la investigación, a la ley del texto escrito.