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Una síntesis de dicho libro del cual el tema central gira en torno a los sistemas de trabajo y su organización, por los agentes de la administración española, en las minas de Potosí entre 1545 y principios del siglo XVII aproximadamente.
Tipo: Resúmenes
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Introducción
En el siguiente texto haré un resumen sobre el libro de Peter Bakewell Mineros de la Montaña Roja. El tema central del libro gira en torno a los sistemas de trabajo y su organización, por los agentes de la administración española, en las minas de Potosí entre 1545 y principios del siglo XVII aproximadamente. Empezaré por hacer un resumen del contenido del libro, siguiendo la misma secuenciación, para terminar con una conclusión.
La extracción de plata en Potosí y en su distrito
El cerro y la Villa Imperial de Potosí se hallan situados en un terreno frio, que recibe nieve en abundancia, estéril, improductivo e inhabitable, por su clima duro y desagradable. Antes de que se descubriera el cerro nadie vivía allí.
Geomorfológicamente, Potosí yace en las pendientes del este de la cordillera de los Frailes, una de las cadenas de los Andes que bordean el altiplano boliviano en su parte oriental.
Después del propio cerro rico, lo más característico y sorprendente de la zona de Potosí es el macizo Kari-Kari. Se trata de una gran masa ígnea con una extensión de unos 32 por 12 kilómetros. Sobresale oscuramente por encima de la ciudad hacia el este y sudeste, pero, aunque áspero, desempeñó un papel primordial en la historia de la plata de Potosí, ya que en la época colonial fue la fuente y la reserva de la energía del purificado; sus valles glaciares proporcionaban los lugares en los que se podían construir diques y almacenar agua de lluvia y mediante canales, aportaban la energía para las ruedas hidráulicas de los molinos del purificado, abajo, en la ciudad. Sin la cadena de Kari-Kari la industria colonial de la plata del Potosí solo podría haberse dado a una escala modesta.
En el centro de la perspectiva de Potosí se levanta el cerro rico. El corazón del cerro, y núcleo de la riqueza que ha producido, es una acumulación de roca volcánica formada durante el Terciario. Por encima de este reservorio se formarían las grandes vetas de plata.
Estas vetas de plata fueron conocidas por los españoles en 1545. Los asentamientos más cercanos a Potosí fueron Porco y La Plata. Porco estaba ocupada por españoles desde 1538 cuando Gonzalo Pizarro fundo la provincia de Charcas. La Plata creció con rapidez como centro administrativo de Charcas y se transformó en asiento de una audiencia en 1561. Esta era el agente principal de la autoridad real en América para la industria minera de Potosí.
A medida que Potosí se expandía, el arroyo que bajaba de Kari-Kari seguía siendo el rasgo alrededor del cual se organizaba la ciudad. Una vez que la industria de la plata comenzó su
expansión en la década de 1570 la corriente fue el rasgo más sobresaliente de Potosí, no solo como línea divisoria sino, en cuanto fuente de la energía liquida para los molinos purificadores.
En las primeras décadas de la producción de plata en Potosí, los métodos de minería y purificación anteriores a la conquista tuvieron una continuidad amplia e importante. Las técnicas incaicas de extracción de minerales eran avanzadas en comparación con las de otros nativos americanos.
El mineral se transportaba desde la mina a las purificadoras en sacos de cuero o canastos de caña. En general, los mineros incaicos emplazaban sus plantas purificadoras al lado de las corrientes desde donde derivar agua para lavar y concentrar el mineral triturado. Una piedra grande hacía de molino de trituración en forma de media luna, en cuya superficie se amarraba una viga con salientes a cada lado para que dos hombres, empujando hacia abajo alternativamente, mecieran la roca, que trituraba así el material colocado debajo. Los españoles llamaban quimbalete a este artificio.
Para la purificación, se fundía el mineral a través de hornos de los incaicos llamados guayras. Era un horno en la forma típica de cono invertido. En las primeras décadas se utilizó este horno hasta que en la década de 1570 dejo de ser el método principal sustituido por la amalgamación.
La mayor ventaja de la amalgamación sobre el fundido era permitir un proceso que aprovechaba de grandes cantidades de minerales, desde el punto de vista de la fundición, de medio o bajo grado.
Sin embargo, la exigencia de contar con plantas purificadoras complejas, para la época y el lugar, constituyo la principal desventaja de la amalgamación. Es decir se necesitaba de un mayor capital en comparación con las técnicas nativas.
¿Cómo era este proceso innovador? El material que caía bajo los martinetes del molino, estaba ya concentrado hasta un cierto grado en la boca de la mina: obviamente, el material inútil había sido separado con martillos. Después de la trituración, el material pulverizado (harina) se tamizaba, normalmente empujado contra un tamiz inclinado y luego echado a palas en los tanques de purificado (cajones), cada uno de los cuales contenía 50 quintales de harina (más de dos toneladas y media). En el cajón se añadían varias sustancias al mineral: agua suficiente para darle consistencia de agitación, sal y una lluvia de mercurio. Además de estos «ingredientes» básicos de la sopa» de amalgama, a menudo se agregaba, después de los últimos años de la Década de 1580, hierro en polvo y sulfato de cobre (magistral), que mediante ensayos empíricos habían demostrado mejorar la velocidad y eficacia del proceso del mercurio.
Estaban los yanaconas, quienes eran los indígenas que no pertenecían a ningún ayllu y antes de la conquista estaban a unidos, como personal de servicio, a las figuras dominantes de la sociedad como los curacas. Pronto se alinearon con los españoles y quedaron exentos del tributo aplicado a los hatunrunas.
Los yanaconas fueron los primeros trabajadores en ser enviados por sus amos españoles a las minas. Era beneficioso para los primeros ya que se quedaban con una parte del mineral producido.
Por otro lado estaban los mitayos. Los encomenderos estaban enviando sus hombres a Potosí en tandas, y estas tandas eran llamadas mita por los mismos indios. Era, desde luego, el término quechua para la rotación periódica del trabajo, requerida a los súbditos del Inca en los tiempos anteriores a la conquista.
La mita fue organizada por Toledo recién en la década de 1570. La mita de Toledo fue mucho más extensa en número y regulaba mucho más rígidamente en cuanto a números de hombres a ser sacados de cada comunidad y al tiempo que debían servir. En 1550, desde luego, la uniformidad sobre estas cuestiones aún no estaba desarrollada.
Es así que hacia 1550 operaban en Potosí dos tipos fundamentales de indios: yanacona y de encomienda. La distinción es innegable, y denota el comienzo de un sistema dual de trabajo en Potosí. La diferencia en los matices de coacción marcaba esta dualidad. En los primeros años los yanaconas sufrieron menos coacción que los mitayos. No estaban obligados a un tributo regular para sus amos y también sacaban considerable provecho por su trabajo. A su vez, los yanaconas tenían una práctica considerable para desplazarse libremente; de ellos se han registrado que dejaban Potosí, cuando les insatisfacían las ganancias en las minas. Los indios de encomienda, por su parte, estaban claramente bajo mayores restricciones. Eran empujados de arriaba abajo, en grupos, entre sus tierras y Potosí, a la orden de sus amos.
La organización dual de encomendados y yanaconas persistió a pesar de la prohibición regia del trabajo forzado en las minas.
Por otro lado los yanaconas como fuerza de trabajo básica, eran desde luego el núcleo de la producción de plata. Pero su importancia fue más allá. Fueron los primeros empresarios en las minas de Potosí. Varias narraciones indican que los españoles, durante los primeros veinticinco años de la producción de plata en Potosí participaron en pequeña medida en la extracción y procesado del mineral. Aquellos que realmente operaban en las minas eran conocidos como indios varas, porque el dueño de la mina asignaba una cierta longitud de su posesión – un cierto número de varas- para trabajar. El carácter fundamental de la transacción era el arriendo de parte de una mina por el dueño al indio vara.
Parece probable que la mayoría de los indios varas fueran yanaconas, ya que los yanaconas poseían tanto la técnica calificada como la libertas necesaria para una empresa minera
eficaz. Como los yanaconas se volvían cada vez más comunes en Potosí y como crecía la escala de la extracción, otros que habían dominado las técnicas apropiadas entraban en la jerarquía de los varas. Capoche define a estos últimos como “indios ventureros”, quizás económicamente equivalente a un autónomo. La implicación fue la existencia de indios que se desplazaban libremente, aceptando trabajo cuando y donde ellos querían, rasgos típicos de los yanaconas bajo los españoles.
Un aspecto central de las operaciones mineras por indios varas fue que contrataban trabajadores indios.
Con el tiempo, la riqueza de las primeras extracciones descendieron y los indios varas comenzaban a perder su preponderancia, y los mineros yanaconas estaban abandonando Potosí para ir a trabajar para los españoles en huertas. La minería ya no era tan atractiva para los yanaconas.
En los primeros años de la década de 1560, como resultado de causas diversas – declive de la producción e Potosí-, parece que algunos oficiales en Perú comenzaron a contemplar la necesidad de una intervención administrativa más activa en las ordenanzas del trabajo de la minería en Potosí. Las opiniones comenzaban ahora a girar alrededor de la preferencia de un sistema de trabajo indígena formal y compulsivo.
Toledo
Don Francisco de Toledo fue enviado a Perú en 1569 como quinto virrey. Debía ocuparse, entre otras cuestiones principales, de la rectitud de la iglesia y el gobierno civil, de la evangelización de la población nativa, del sometimiento de los rebeldes y de la regulación del tesoro. Toledo, en consecuencia, iba a llevar a cabo, personalmente, una inspección general (visita general) de su territorio; la llevo realmente a cabo y en grado sobresaliente, inspeccionando, como pocos, el corazón del Perú colonial.
Toledo quiso organizar el trabajo de los indios pero la Corona no estaba aun totalmente convencida de que el trabajo forzado de los indios en las minas fuera necesario o justificable en Perú.
Varias órdenes reales prohibían el empleo, contra su voluntad, de los indios en la minería, pero era extremadamente difícil encontrar indios para trabajar en las minas voluntariamente. El rey tenía que escoger: o forzaba a los indios a las minas o no había plata.
Toledo comenzó a avanzar con el proyecto y convocó una reunión de los principales dignatarios del virreinato. De allí se aprobó que los indios fueran forzados a los trabajos en las minas. No había respuesta de la Corona por lo que el virrey siguió con su programa. En
corregidores de indios. No obstante muchos fueron acusados por retener indios para su empleo personal.
Cabe destacar que la autoridad suprema sobre los mitayos, una vez llegados a Potosí, era el corregidor de la ciudad. En realidad, el corregidor tenía amplios poderes ejecutivos sobre la mita en toda el área que provenían los hombres reclutados. Aunque era el virrey quien tenía la autoridad ejecutiva sobre la provincia y, en consecuencia, el control ultimo sobre la mita: un control delgado por él en los corregidores de Potosí.
Mingas
Con respecto a las pagas, suponiendo que fueran entregadas con regularidad el mitayo tenía alguna oportunidad de asegurarse, a través de las ganancias, el número de calorías necesarias para llevar adelante su trabajo. Con la familia en Potosí, sin embargo, el trabajador o la familia debe haber sufrido carencias de alimentación, si se cuenta únicamente el ingreso de la paga de la mita. Queda suficientemente claro que un mitayo no tenía más elección, en Potosí, que buscar trabajo durante los seis meses en que estaba libre de la mita.
A esto se sumaba el aumento de las cargas sobre el mitayo, por la constante disminución de las cantidades de hombres desplazados que realmente aparecen en Potosí para el trabajo. Sin duda las enfermedades fueron causa de la caída de la población, pero había otro factor.
Una vez terminado su turno en la mita, no todos los indios volvían a sus comunidades, varios permanecían en Potosí. Mucho preferían permanecer allí ya que la perspectiva desagradable de las jornadas de vuelta a casa, el duro trabajo para restaurar sus viviendas, en contraste con las atractivas pagas a conseguir como contratados en las minas o en alguna otra tarea: todo se combinaba para que Potosí atrajera algunos mitayos al final de sus turnos. Dentro de la ciudad se podían encontrar, además, trabajos mejores pagados y con mejores tratos como por ejemplo de carpinteros, sastres o sirvientes domésticos.
De este modo, parte de lo que era visto como declive de la población bien pudo haber sido la emigración (voluntaria), dado que se hacía muy difícil seguir el rastro de los indios una vez que dejaban las comunidades de sus tierras.
Una causa posterior de la disminución de la entrega para la mita fue el empleo ilícito de los indios, en la misma área de la mita por sus propios curacas, por los curas de la parroquia y por los españoles corregidores de los distritos nativos.
Se hicieron muy pocos intentos para la solución de estos problemas de población. Un caso es el de la implementación de una “reducción general”, como se llamó al proceso de movilizar a la gente de vuelta a sus tierras anteriores. La implementación se dificultó, en
gran parte, por el desarrollo de nuevo intereses económicos en el trabajo de estos indios, como se mencionó anteriormente.
De particular interés es que la Ranchería (barrio de viviendas nativas de Potosí) resultó un hogar para los mingas, los trabajadores contratados en la minería y el purificado, que entraron en escena en cantidades crecientes a fines del siglo XVI. Constituyeron una parte de gran importancia en la fuerza de trabajo de la minería.
Los mingas eran muy buscados para la purificación como asimismo para la extracción. Los ingenios necesitaban contratar tantos hombres como mitayos tenían. Para las tareas de purificado, se contrataba a los mingas, entre hombres que estaban de huelga en la mita. Se les reunía en varías plazas de la ciudad y allí esperaban ellos ser contratados. Exigían pagos por adelantado y al contado, y tenían por costumbre tomar su dinero y marchar, para volver a contratarse con otro patrono.
Las pagas al contado de los mingas eran más altas que la de los mitayos: por trabajar en la mina, 4 reales por día, mas mineral, frente a 3,5 reales de los mitayos; y en el purificado, 4,25 reales por día frente a 2,75 de los mitayos.
Capoche los caracteriza de la siguiente manera: primero, los trabajadores se ofrecían libremente para el trabajo de la mina y el purificado. Segundo, los mingas estaban mejor recompensados que los mitayos. Tercero, había una gran exigencia de mingas: una exigencia que explica las mayores pagas y la tolerancia ente los rendimientos pobres. Además, también, de una superior habilidad de los mingas – los cortadores de mineral y los purificadores especializados eran mingas-. Los empleos puramente físicos se dejaban para los mitayos.
La palabra minga vino también a tener, sin embargo, un segundo significado, sustancialmente diferente: un trabajador contratado para sustituir a un mitayo. Un trabajador de la mita, deseoso de evitar el servicio, podía contratar un minga en su lugar; o un curaca podía contratar un minga para reemplazar un mitayo; o también el mitayo o curaca podía pagar a un patrono la cantidad necesaria para contratar a un reemplazante para el mitayo que faltaba. Es así que aparece el minga sustituto en Potosí. Este era el que mayor ganancia percibía, ya que además de recibir el dinero del curaca o mitayo que lo contrataba, también recogía una paga normal de la mita.
Cabe destacar, que la evidencia disponible confirma que los patronos se beneficiaban generosamente del sistema minga sustituto. Ahorraba a los productores de plata una proporción muy considerable de sus costes de mano de obra o, dicho de otra manera, les capacitaba para producir en minas y molinos que de otra manera no habrían resultado económicos.
hornero , a veces llamado quemador, para supervisar el tostado del mineral sulfatado antes de la amalgamación y la producción der magistral mediante el tueste de las piritas en un horno.
Otro tema de discusión fueron las condiciones de trabajo en las minas. Un número considerable de mineros morían por caerse y quedar encerrados por los derrumbamientos. Pero también había que agregarse el número de indios que sucumbía bajo las enfermedades producidas por las condiciones adversas de trabajo, en las distintas fases de la producción de plata. En esencia, eran afecciones respiratorias, consecuencias del aire contaminado o (en el caso de la fase de purificación) el polvo que se levantaba cuando el mineral era triturado. Sin duda, las normas de seguridad eran escasas.
La sobrecarga del trabajo era otro abuso de los trabajadores indios por parte de los patronos españoles (“abuso” aquí significa un trato prohibido por la ley). Muchos indios no podían descansar en razón de la costumbre que rápidamente se extendió entre los propietarios y supervisores, de exigir una cierta cantidad, más que en un periodo, de trabajo de los hombres, lo que iba en contra de otras ordenanzas de Toledo de 1574. No obstante, el trabajo por pieza pronto apareció en escena. La exigencia era solo una consecuencia natural de la disminución del rendimiento de los minerales, afectaba con generalidad a Potosí.
Otro abuso fue la venta y arriendo de los trabajadores de la mita por el patrono, a quien eran asignados, a algún otro minero o refinador. De estas prácticas el mitayo sufría ciertamente en el aspecto económico y a menudo físico, pero la razón principal para preocupar al gobierno era que ese tipo de enajenación aparecía como un ataque a las libertades fundamentales que el Estado había declarado inherentes a los nativos americanos bajo las reglas españolas.
Contra el mal trato y abuso de los mitayos descrito hasta aquí se desarrolló una preocupación por el bienestar de los indios, verificada de varias maneras. Si fue como consecuencia de un deseo interesado de las autoridades para preservar una fuerza de trabajo disponible más que una preocupación altruista por el bienestar de los nativos. Se crearon los oficios de protector y la alcaldía mayor de minas, que tenían la responsabilidad de proteger a los indios y reforzar las regulaciones. También hubo veedores o inspectores de minas.
Conclusión
Peter Bakewell ha desarrollado los periodos de producción de plata en Potosí, destacando los años finales del siglo XVI como los de mayor provecho. Aquello se dio gracias a una mano de obra relativamente barata (los mitayos) y a la gran innovación de purificación a través de la amalgamación.
Hablo de una dualidad del trabajo, aun antes de la conquista entre mitayos y yanaconas, estos últimos siendo más libre y menos coaccionados. Los indios varas (la mayoría eran yanaconas) fueron los que verdaderamente trabajaron en las minas durante los primeros veinticinco años y poseían una técnica más calificada para los trabajos. Por último los mingas aparecieron a finales del siglo como indios libre contratados.
Jesús Iwashita
Bibliografía
BAKEWELL, Peter (1989), Mineros de la montaña roja, el trabajo de los indios en el Potosí 1545-1650 , Alianza, Madrid.