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resumen capitulo 3 La Revolución Francesa - E. Hobsbawm, Apuntes de Historia

resumen del capitulo 3 del libro "La era de las Revoluciones" de Eric Hobsbawm

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 12/10/2019

Toerleier
Toerleier 🇦🇷

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Instituto de Formación Docente Continua
Profesorado de Geografía
Asignatura: Historia Moderna y Contemporánea
Trabajo Práctico
Sobre:
La Revolución Francesa
Libro: La Era de las Revoluciones 1789 – 1848
Capitulo 3
Autor: Eric Hobsbawm
Profesor:
Adriano Cavallín
Alumno:
Merlos Marco Antonio
2019
Introducción
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Instituto de Formación Docente Continua Profesorado de Geografía Asignatura: Historia Moderna y Contemporánea

Trabajo Práctico

Sobre:

La Revolución Francesa

Libro: La Era de las Revoluciones 1789 – 1848 Capitulo 3 Autor: Eric Hobsbawm

Profesor: Adriano Cavallín

Alumno: Merlos Marco Antonio

Introducción

En el presente trabajo se pretende abordar los puntos principales del capítulo III

de la obra de hobsbawn, sobre el desarrollo de la Revolución Francesa y los

factores económicos y políticos que afectaron la estabilidad de la creciente

burguesía de la época, los cuales determinaron el proceso revolucionario desde

su comienzo, su auge en 1789 y su posterior legado político, social e intelectual

en el mundo actual.

Desarrollo

I

La base de la economía del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia de la Revolución industrial inglesa, Francia lo hizo en la política y la ideología. Entre 1789-1917 las políticas europeas y de todo el mundo lucharon ardorosamente en pro o en contra de los principios de 1789, o de los más

La revolución fue burguesa y liberal-conservadora. El Tercer Estado fue liberal- radical. Por momentos esta dicotomía oscilaba hasta que finalmente quebró. Algunos burgueses dieron un paso más hacia el conservadurismo, al ver que los “jacobinos” llevaron la revolución demasiado lejos para sus ideales. El Tercer Estado no quería una sociedad burguesa, que progresivamente adquiría tintes aristocráticos. De los jacobinos, solo los sans-culottes tenían cierta iniciativa política. El resto, desarrapados y hambrientos eran incultos y seguían a líderes bien formados. Marta y Hébert defendían los intereses de la gran masa de proletarios, el trabajo, la igualdad social y la seguridad del pobre: igualdad, y libertad directa. Pero su utopía fue irrealizable y más fruto de la desesperación que de un plan bien trazado. Su memoria queda unida al jacobinismo, del que no siempre fue partidario.

II

Entre 1789 y 1791 se dio pocas satisfacciones a la plebe, favoreciendo tímidas mejoras. Desde el punto de vista económico, las perspectivas de la Asamblea Constituyente eran completamente liberales: su política respecto al campesinado fue el cercado de las tierras comunales y el estímulo a los empresarios rurales; respecto a la clase trabajadora, la proscripción de los gremios; respecto a los artesanos, la abolición de las corporaciones. La Constitución Civil del clero fue un mal intento, no de destruir el clero, sino de alejarlo del absolutismo romano. El rey sabía que la única opción de reconquistar el absolutismo sería con una intervención desde el exterior, pero esto sería difícil debido a la buena situación del resto de países. Pero Europa se dio cuenta de que corría peligro su derecho al trono y se pusieron en marcha. La Asamblea Legislativa pronosticaba la guerra y así fue en 1792, sin embargo los contrarrevolucionarios fueron derrotados y las masas se radicalizaron. Los altos mandos fueron encarcelados, incluido el rey, y la República fue instaurada. La Convención Girondina se percató de que o vencían rotundamente o eran eliminados del tablero de juego. Para ello movilizó el país como nunca se había hecho: economía de guerra, reclutamiento en masa, racionamiento, y abolición virtual de la distinción entre soldados y civiles. Por último, reclamaba sus fronteras naturales con dos propósitos: tumbar la contrarrevolución y conseguir más territorios con los que hacer la guerra económica a Gran Bretaña. En este clima, los jacobinos fueron ganando terreno palmo a palmo. Esto derivó en la toma de poder por los sans-culottes en 1793.

III

La Convención jacobina se recuerda por el almidonado Robespierre, el gigante Danton, el elegante Saint-Just, el tosco Marat y el Comité de Salud Pública, el tribunal revolucionario y la guillotina. Hubo 17.000 ejecuciones oficiales en 14 meses. Pero el caso es que tras ese tiempo de muerte, para junio de 1793 Francia se estaba desintegrando por los ataques extranjeros en todos los

frentes. El resultado: la contrarrevolución vencida, un ejército mejor formado y más barato, una moneda más estable (en papel), y un gobierno estable que iba a comenzar una racha de casi veinte años de victorias militares ininterrumpidas. El fin del programa jacobino era un Estado fuerte y centralizado ( le grande nation ), las levas en masa y una Constitución radical que prometía el sufragio universal, alimento, trabajo y derecho a la rebelión. Se procuraría el bien común con unos derechos operantes para el pueblo (lo que implicaba el fin total de todo lo concerniente al sistema y los privilegios feudales). El rígido Robespierre venció al pícaro Danton, que acaudilló a numerosos delincuentes, especuladores, estraperlistas y otros elementos viciosos y amorales de la sociedad. La guillotina recordaba que nadie estaba seguro. Los procesos de descristianización disgustaron a algunos. En 1794 con la victoria en Fleurus y la ocupación de Bélgica, se dio paso a una revolución termidoriana que terminó con los andrajosos sans-culottes y los gorros frigios. Robespierre, Saint Just y Couthon, junto con otros 87 miembros, fueron guillotinados.

IV

Termidor se encontraba con el problema de enfrentarse la clase media francesa para la permanencia de lo que técnicamente se llama período revolucionario (1794-1799). Tenían que lograr una estabilidad política y un progreso económico sobre las bases del programa liberal original de 1789-1791. Los sucesivos regímenes hasta 1870 (Directorio, Consulado, Imperio, monarquía borbónica restaurada, monarquía constitucional, República e Imperio de Napoleón III, no fueron más que el intento de mantener una sociedad burguesa intermedia entre dos sistemas antagónicos: la república democrática jacobina y del antiguo régimen.

El régimen civil era débil. Su constitución no fructificó como se esperaba. Precariamente, los políticos oscilaron entre la derecha y la izquierda y tenían que hacer uso frecuente del ejército tanto contra los agentes exteriores como contra las rebeliones internas. En este contexto, es normal que Napoleón brotara en este clima de ambigüedad en el que los militares tenían más poder que los gobernadores. Poco a poco el ejército fue abandonando su carácter revolucionario y adquirió tintes de ejército tradicional y nacional, propiamente bonapartista. La escala se configuraba por las dotes personales y la capacidad de mando. La rigidez castrense aún no estaba definida. El ejército no contaba con un abundante armamento, respaldado por una industria pesada efectiva. Contaba más la efectividad de actuación. Con estos Napoleón Bonaparte conquistó Europa, no solo porque pudo, sino porque tenía que hacerlo. Con él, el mundo tuvo su primer mito secular: de cónsul pasó a Emperador: estableció un código civil, un concordato con la Iglesia y hasta un Banco nacional. El nativo de Córcega hizo de la revolución liberal un régimen liberal asentado.

Bibliografía

  • HOBSBAWM ERIC, “La era de la revolución 1789-1848”. Crítica Grupo

Editorial Planeta – Buenos Aires. 2009.