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La Ciencia de la Economía: Fenómenos Económicos y Sociales, Exámenes de Economía I

Una introducción a la ciencia de la economía, donde se discuten los conceptos básicos de fenómenos sociales y económicos. Se explica que los fenómenos económicos son fenómenos sociales y que ambos conceptos están relacionados. Además, se discuten las cuestiones relacionadas con el rol del Estado en la economía y el principio del determinismo en el orden social y económico.

Qué aprenderás

  • ¿Qué es el rol del Estado en la economía?
  • ¿Qué son fenómenos sociales y fenómenos económicos?
  • ¿Qué significa el principio del determinismo en el orden social y económico?
  • ¿Cómo están relacionados fenómenos sociales y fenómenos económicos?
  • ¿Cómo se estudian fenómenos económicos?

Tipo: Exámenes

2019/2020

Subido el 21/04/2022

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La Ciencia de la
Economía (*).
L. Marshall, Enrique
(*) Anales de la Facultad de Derecho Vol. II - Octubre - Diciembre de 1936 - Nº8
http://www.analesderecho.uchile.cl/CDA/an_der_complex/0,1360,SCID%253D214%2526ISID%253D11,00.html
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La Ciencia de la

Economía (*).

L. Marshall, Enrique

(*) Anales de la Facultad de Derecho Vol. II - Octubre - Diciembre de 1936 - Nº http://www.analesderecho.uchile.cl/CDA/an_der_complex/0,1360,SCID%253D214%2526ISID%253D11,00.html

INDICE

Capítulo Título Página

I. Fenómenos económicos y fenómenos sociales 3

II. Determinismo y finalidad en el orden social y

económico

III. Los métodos de investigación 12

IV. Las Leyes Económicas 20

V. Definición y clasificación de la Ciencia de la

Economía o Economía Política

VI. Sus relaciones con las demás ciencias sociales 31

Los fenómenos externos nos permiten afirmar la existencia de una realidad exterior, el mundo material o físico que nos rodea; y los internos nos revelan nuestro propio mundo interior, nuestra propia conciencia. Todos los fenómenos externos deben ser susceptibles de reducirse a fenómenos físicos, químicos o biológicos, y todos los internos, a fenómenos psíquicos. Si esta clasificación agota la realidad perceptible cabria preguntarse ¿a cuál de las categorías enunciadas pertenecen los fenómenos sociales? Antes de responder, trataremos de determinar los fenómenos sociales por sus caracteres. No es difícil enumerar una serie de fenómenos sociales: una moda, una costumbre, una norma moral, un principio jurídico, un rito y una creencia religiosos, el lenguaje, el precio, la división del trabajo, el salario son excelentes ejemplos de fenómenos sociales. Para caracterizarlos, debemos comenzar por decir que se nos presentan como manifestaciones de una forma especial, "sui generis", de vida, las sociedades humanas. Son fenómenos de relación entre individuos que viven en sociedad o fenómenos de relación entre los individuos y la colectividad. Conviene, sin embargo recordar que, como observa con razón Augusto Comte, "la descomposición de la Humanidad en individuos propiamente tales constituye un análisis anárquico, tan irracional como inmoral, que tiende a disolver la existencia social en lugar de explicarla, puesto que no se hace aplicable sino cuando la asociación cesa. Es tan viciosa en sociología como lo sería en biología la descomposición química del individuo en moléculas irreductibles". (Augusto Comte, Política Positiva, Tomo II, Capítulo III, Págs. 180 y 181). Después agrega: "Una sociedad no es susceptible de descomponerse en individuos, de igual modo que una superficie geométrica no puede descomponerse en líneas, ni una línea en puntos". (Augusto Comte, Política Positiva, Tomo II, Capítulo III, página 181.). Es que la vida en común engendra una realidad "sui generis", una realidad nueva, por encima de los individuos que constituyen la comunidad, especie de conciencia colectiva que permite distinguir radicalmente la "sociedad" fenómeno espontáneo de la vida humana, de las simples asociaciones contractuales a las cuales el derecho llama también "sociedades". Todo grupo social es algo más que la suma de los individuos que lo integran. Es en eso algo más "sui generis" donde reside la esencia de la sociedad. Ese mundo interior de que hemos hablado, constituido por nuestra propia vida psíquica, excluyendo la vida mental de los demás individuos, no existe en realidad aislado; vive, en constante comunicación con el mundo exterior, y mantiene con él relaciones de recíproca influencia. Influimos con nuestra actividad sobre el mundo exterior, y el mundo exterior influye sobre nosotros por medio de los datos de la percepción externa. Pero los

datos de la percepción externa no sólo nos revelan la existencia del mundo físico; nos dan a conocer igualmente, a través de las interpretaciones que de los actos de los demás hombres hacemos, lo que pasa en la vida psíquica de nuestros semejantes. El hombre, por medio de signos, especialmente por medio del lenguaje, da existencia objetiva, aunque meramente simbólica, a sus estados de conciencia, a fin de que los demás hombres puedan, interpretando su percepción de dichos símbolos, conocer lo que pasa en su conciencia. Es así como se establecen comunicaciones entre las conciencias individuales, que originarían la aparición de la conciencia colectiva del grupo social. Si comparamos ahora los fenómenos sociales así entendidos con las dos grandes categorías fundamentales de fenómenos-los de la percepción externa y los de la percepción interna- podemos notar que los fenómenos sociales tienen un carácter que es propio de los fenómenos externos, su objetividad; se nos presentan como exteriores a nosotros mismos. Tienen además un carácter propio de los fenómenos internos: son psíquicos, acontecen en la mente de los individuos que constituyen el agregado social. Son objetivos, pero no materiales. Son psíquicos por naturaleza y al mismo tiempo objetivos, porque tienen una realidad independiente de cada conciencia individual. Son fenómenos subjetivos que se objetivan en la conciencia colectiva, donde adquieren una realidad "sui generis". Todo fenómeno social es originariamente un fenómeno subjetivo. Se objetiva después en la conciencia de la comunidad por el consentimiento general de los individuos que integran el grupo. Al decir que nacen en la conciencia de un individuo para objetivarse después en la conciencia del grupo no negamos, en manera alguna, que estén determinados por antecedentes biológicos. Al contrario, los estados biológicos encuentran a menudo su expresión en los estados de conciencia que dan origen a los fenómenos sociales. Por último, los fenómenos sociales alcanzan cierto carácter imperativo; las normas sociales ejercen una influencia efectiva sobre la conducta de los individuos. Una norma moral, por ejemplo, nace en la mente de un individuo, el cual la comunica a los demás hombres por medio del lenguaje. Estos le prestan su adhesión y le dan un poder imperativo sobre la conducta de todos los miembros de la colectividad, incluso la del que la formuló. Igual cosa puede observarse dentro del terreno de lo económico. Así como el individuo se ve obligado, si no quiere sufrir las consecuencias de su rebeldía o de su actitud antisocial, a ajustar su conducta a las normas jurídicas y morales de la sociedad en que vive, igualmente tiene que proceder, en el orden económico, de acuerdo con las normas propias de esta forma de la actividad humana. Si, descubierto un procedimiento para

disolución del vínculo y el nuevo concepto de la educación de la mujer y de su rol dentro de la sociedad, ponen de manifiesto como hemos visto modificarse, en nuestro tiempo, normas sociales que las generaciones anteriores creyeron imperecederas. La educación no es otra cosa, mirada desde el punto de vista en que nos hemos colocado, que un proceso de adaptación de las nuevas generaciones a las normas sociales heredadas de sus mayores. Mientras más dogmático es el sistema educativo, mayor posibilidad hay de que las normas pretéritas se mantengan inmutables. Si el proceso educacional, en lugar de eliminar la actitud crítica de las generaciones nuevas, cultiva esta tendencia, se verá que cada nueva generación aporta un elemento innovador un elemento de renovación social. La educación debe transmitir a las generaciones nuevas íntegramente las adquisiciones culturales del pasado; pero debe dar oportunidad a cada nueva generación para que realice una labor fecunda. La influencia conservadora del pasado, dentro del cual hay que distinguir los elementos que significan un aporte permanente a la cultura y los de valor puramente transitorio, debe ser equilibrada por la acción crítica, renovadora, espontánea de cada nueva generación, la cual deberá conservar el aporte permanente del pasado y substituir lo transitorio. Lo que pareció utópico a una generación, la siguiente lo juzga realizable y una tercera lo realiza. Después de lo dicho, en que hemos seguido muy de cerca a M. Emile Durkheim, podríamos definir los fenómenos sociales en la forma siguiente: son maneras de obrar, de carácter permanente o transitorio, que tienen una realidad independiente de las conciencias individuales que les dieron origen y que son capaces de ejercer, aún sobre dichas conciencias, una coacción efectiva. (La methode sociologique, página 19). Son de carácter transitorio aquellas maneras de obrar que nacen de un fuerte estado pasional colectivo, equivalente a la emoción dentro de la vida psíquica individual. Las maneras de obrar de carácter permanente resultan de un estado afectivo duradero de la conciencia social análogo, dentro de la vida psíquica individual, a los sentimientos. Los fenómenos económicos son fenómenos sociales. Ambos conceptos se encuentran en la relación de la especie (fenómeno económico) al género (fenómeno social). El concepto de fenómeno social tiene mayor extensión pero menor comprensión que el concepto de fenómeno económico. Los fenómenos económicos presentan las cualidades propias de los fenómenos sociales más aquellas que, por su naturaleza, les son peculiares. Los fenómenos económicos son fenómenos sociales engendrados por la actividad que desarrollan los hombres dentro de la sociedad para satisfacer sus necesidades. Todo ser vivo es una especie de centro o de

núcleo de energía que está constantemente asimilando y eliminando materia; estos procesos son fundamentales y su paralización trae consigo la muerte. Poseen además los seres vivos un cierto instinto vital, que los mueve a desarrollar una actividad encaminada a obtener los medios necesarios para subsistir. Cuando el ser vivo es el hombre y desenvuelve la actividad indicada dentro de luz sociedad, instintivamente primero y racionalmente más tarde, hablamos de actividad económica. Los fenómenos que ella origina, como consecuencia de las relaciones de los individuos que constituyen el grupo social, se llaman fenómenos económicos. Podríamos decir que toda la historia del pensamiento económico está vinculada a la manera como se conciben las relaciones entre lo económico y el resto de la realidad social. Algunos consideran la realidad económica regida por leyes inmutables, permanentes, determinándose a sí misma en el tiempo. Otros la imaginan en perpetuo cambio y en constante y recíproca relación con los demás aspectos de la vida social. Alrededor de estas dos tesis fundamentales se desenvuelve la historia de las interpretaciones de la realidad económica. El hombre, obedeciendo a un imperativo biológico, ejerce su actividad económica. El primer motor de esta actividad es el instinto de conservación, pero lo que induce a los hombres en cada momento a obrar son ciertos estados de apetito o de deseo, causas inmediatas de nuestra actividad económica que conocemos con el nombre de necesidades humanas. De lo dicho se infiere que cada individuo procede, dentro del grupo social a que pertenece, a desarrollar su actividad económica de acuerdo con su interés personal. Como consecuencia de ello, existe la posibilidad de que surjan dos órdenes de conflictos: unos, originados por la oposición entre dos o más intereses individuales y otros, por la oposición entre uno o más intereses individuales y el interés colectivo. Para resolver los primeros aparecen, bajo la garantía del Estado, las normas jurídicas correspondientes. Respecto a los segundos, el pensamiento de los economistas se divide y la práctica de los gobiernos es variable. Hay quienes creen que el Estado debe limitarse a garantir el libre ejercicio de las actividades económicas privadas, gracias a lo cual se realizaría espontáneamente el interés colectivo. Para otros, el Estado debo asegurar, por medio de una legislación adecuada, el predominio del interés colectivo sobre los intereses privados. El poder público debe proteger los intereses económicos de la comunidad. Cuando el Estado dicta una ley sobre salario mínimo, cuando establece un derecho proteccionista a la importación de un determinado artículo, cuando fija precios máximos o cuando prohíbe la exportación de artículos indispensables para el consumo nacional, daña intereses económicos

Capítulo II.- Determinismo y finalidad en el orden social y económico Todo lo que sucede tiene su razón de ser en algo anteriormente acontecido. Así lo quiere el principio de causalidad. Para la ciencia positiva, y como fundamento del método de investigación por ella empleado, este principio toma una forma particular, el principio del determinismo universal, que puede enunciarse así: todo fenómeno está determinado por otro u otros fenómenos que le sirven de antecedente necesario, o sea, dados ciertos antecedentes, deberá aparecer el consecuente. Ahora bien, dentro de la vida biológica, psíquica y social, se presentan procesos en los cuales ciertos fenómenos aparecen determinados no solo por sus antecedentes en el tiempo sino también por su finalidad, es decir, por el efecto que de ellos se espera. Nos encontramos, en el caso indicado, ante una relación de causalidad en que la causa o una parte de la causa es posterior al efecto, ante una relación de causalidad que se desenvuelve en sentido inverso al de la sucesión temporal. Si en el orden social y económico, que es lo que particularmente nos interesa, existen fenómenos determinados por el efecto que ellos deberán originar una vez realizados, ello significa que el futuro puede, en cierta medida, determinar el pasado, en una palabra, que el principio del determinismo universal, fundamento del método científico, no se cumple totalmente. Serra por tanto cuestión discutible si las ciencias sociales en general, y particularmente la Ciencia de la Economía, pueden constituirse como ciencias positivas. Cabria entonces preguntarse si el método positivo es aplicable a fenómenos que parecen escapar, en su encadenamiento causal, al rigor del principio del determinismo. El principio de la finalidad, llamado también principio teleológico, afirma que la finalidad existe, o sea, que ciertos hechos se nos presentan determinados, en parte por lo menos, por un hecho futuro, un hecho que se espera suceda como consecuencia del que va a acontecer. Es ocioso, como advierte con razón M. Goblot, (Traite de Logique, página 331) negar la existencia de la relación de finalidad, diciendo que el ojo no está hecho para ver ni que la organización del corazón tiene por objeto hacer circular la sangre, ni que la moneda, como agregaríamos nosotros, tiene por objeto servir de medio de cambio. Toda la actividad económica y social aparece penetrada de relaciones de finalidad. Puede suceder, como observa con justicia el autor citado, que la finalidad sea mera ilusión en biología, ilusión llamada a desvanecerse por un conocimiento más profundo de las relaciones físico-químicas; pero no podemos, en ningún

caso, eliminar esta clase de relaciones de las ciencias del espíritu y nosotros, particularmente, de los límites de la Economía Política. Gracias a la finalidad, los procesos se nos presentan, orientados hacia un fin. Los fenómenos que los constituyen se suceden como si obedecieran a un plan, como si su desarrollo fuera presidido por una idea directriz. La finalidad implica siempre la existencia de tres términos: la causa inicial, el medio, que puede estar constituido por un solo acto o hecho o por una serie de actos o de hechos, y el fin. (Goblot, Traite de Logique, página 337). Al designar el fin con el nombre de causa final, se cae en una contradicción; el fin es efecto o resultado, no causa. Hay confusión entre la causa inicial y el fin, como consecuencia de la estrecha relación que entre ambos existe. Sin pretender determinar en qué consiste la causa inicial, tanto en los procesos biológicos como en los psíquicos la cuestión ha sido admirablemente discutida por M. Goblot en la obra citada-nosotros diremos que, cualquiera que sea la naturaleza de ese impulso inicial, en los procesos económicos la representación del fin forma parte siempre del medio, o sea, figura entre los elementos determinantes del proceso. Por consiguiente, la finalidad no es otra cosa que un caso especial del determinismo, en que la ordenación temporal da causa a efecto no aparece contradicha. Si la idea, como afirma M. Goblot, no es la causa inicial, conviene tener presente que, bajo el impulso de la causa inicial, la idea aparece en el espíritu como elemento determinante del complejo de fenómenos que constituyen el medio y que conducen, si al proceso no resulta fallido, al fin concebido de antemano por el espíritu. La finalidad debe ser entendida como un caso especial de determinación de un fenómeno por sus antecedentes, causales. La finalidad inteligente, que observamos en la vida psíquica y social y de un modo particular en los procesos económicos, guarda analogía con la finalidad biológica, pero la aparición de la representación plenamente consciente del fin dentro del proceso, permite explicarla sin necesidad de establecer en qué consiste la causa inicial, cuya determinación es indispensable para comprender la finalidad biológica. Resumiendo diremos que, en el orden social y económico, la finalidad existe. Agregaremos que la finalidad sólo aparentemente contradice el principio del determinismo universal. Y afirmaremos, por último, que las ciencias sociales en general y en particular la Economía Política pueden, por lo menos en doctrina, prescindiendo de otras dificultades a que nos referiremos después, constituirse como ciencias positivas.

espíritu como necesaria; no podríamos pensar en forma que con ella se contradijese. En el razonamiento inductivo, a la inversa, la relación observada se nos presenta sólo como constante, y es en virtud de una hipótesis, la de la uniformidad de la naturaleza, que inferimos su necesidad. Aunque no sea esto lo más lógico, podemos pensar en contra de una verdad inductiva. Hay, por tanto, una diferencia en el grado de la certeza de la conclusión entre ambos métodos. La inducción presenta, a su vez, una ventaja. En las ciencias en que es posible realizar experimentos rigurosamente científicos, es mucho más rica en resultados y, como consecuencia de ello, su introducción permitió renovar totalmente dichas ciencias. Cabría ahora preguntarse ¿cuál es el método que conviene, en general, a las ciencias sociales y, en particular, a la Ciencia de la Economía? No es difícil formular una respuesta en abstracto. El método deductivo es el método propio de las Matemáticas, de la Filosofía, de las disciplinas que estudian relaciones intelectuales puras; el método inductivo, a la inversa, es el método propio de las ciencias reales, o sea, de las ciencias que estudian las diversas categorías de fenómenos. Por tanto, en doctrina, el método propio de la Economía Política es el método inductivo y su objeto, descubrir las relaciones constantes entre los fenómenos económicos. Estas relaciones se designarían con el nombre de leyes económicas y regirían el mundo económico del mismo modo que las leyes físicas y químicas rigen los fenómenos físicos y químicos. Esto es lo que se puede inferir "a priori" de las normas generales sobre la metodología de las ciencias. Cabe ahora preguntarse qué ha pasado en la realidad, o sea, que método o qué métodos han empleado los investigadores gracias a cuya labor existe un conjunto coordinado de conocimientos sobre los fenómenos económicos. El pensamiento económico aparece ya en la antigüedad, pero sólo puede hablarse propiamente de la existencia de la Economía Política como disciplina científica desde el siglo XVIII. Puede decirse que, con la aparición de la obra de Adam Smith en 1776, la Economía Política, objeto antes de varios ensayos, se constituye como un sistema coordinado de conocimientos. Puede afirmarse, además, que los conceptos fundamentales de esta ciencia fueron formulados por el célebre economista escocés. Ahora bien, Adam Smith siguió las normas del método deductivo y sus procedimientos fueron imitados por la Escuela Clásica. Los economistas clásicos consideran los fenómenos económicos en abstracto con independencia del resto de la realidad social. Conciben lo que llamaron el "homo oeconomicus", es decir, el hombre que actúa dentro de la vida económica movido exclusivamente por su interés

personal, prescindiendo de todos los demás móviles de la acción humana. La Economía Política clásica está fundada en este principio del interés personal que regiría toda la actividad económica. El principio del interés personal se basa en una observación de carácter general sobre la naturaleza humana, procedimiento que no debe confundirse con la observación o experimentación sistemática de los hechos en que se originan las generalizaciones de orden inductivo. Apoyados en este principio general, abstracto, y en algunas otras leyes formuladas por un método análogo, los tratadistas clásicos infirieron deductivamente toda la Ciencia Económica. Esta Economía Política de los clásicos considera lo económico separado del resto de la realidad social y lo concibe idéntico a sí mismo a través del tiempo, regido por leyes inmutables. En el siglo XIX se pretende ampliar la aplicación del método inductivo, empleado antes con éxito en la investigación de los fenómenos del mundo físico, a los fenómenos de orden espiritual y social. Como consecuencia de esta corriente doctrinaria, la Escuela Histórica inicia un movimiento que tiende a ocasionar, dentro de la Economía Política, una revolución análoga a la que antes se había producido dentro del dominio de la Física y de la Química y que se ensayaba entonces en las demás ciencias sociales, en Biología y en Psicología. Los tratadistas de la nueva tendencia objetaron a los autores de la Escuela Clásica su concepción de la realidad económica en abstracto y esa identidad de la realidad económica a través del tiempo a que antes nos hemos referido. La Escuela Histórica sostiene que lo económico y lo no económico devienen en el tiempo, en un proceso que se desarrolla bajo la acción de influencias recíprocas. Este proceso origina formas nuevas de vida como consecuencia de las cuales lo económico no permanece idéntico a sí mismo a través del tiempo. La realidad económica deviene en un proceso que tiene semejanza manifiesta con el proceso fisiológico del crecimiento. Por consiguiente; la realidad económica estudiada por los clásicos es una realidad incompleta, mutilada. Los detractores de los clásicos se propusieron fundar una Economía Política nueva, sobre la base del nuevo método. En esta empresa fracasaron. Los conceptos que sirven hoy de fundamento a la Ciencia Económica son los de los economistas clásicos formularon de acuerdo con las normas del método deductivo. La razón por la cual no pudo efectuarse dentro de la Ciencia de la Economía un cambio radical, reside en la imposibilidad que existe para practicar, dentro de esta ciencia, la experimentación científica, plenamente realizable en el orden de los fenómenos físicos y químicos. Los métodos de Stuart-Mill requieren, para su correcta aplicación, producir aisladamente los fenómenos en medio de circunstancias rigurosamente, controladas y determinadas por el

anteriormente, tienen un grado inferior de certeza. Las que se obtienen por el simple empleo del método comparativo lo tienen menor aún, porque el método comparativo es, con relación al método experimental un método imperfecto, incompleto, en que el espíritu ni aún apoyado en el principio de la uniformidad de la naturaleza, puede concluir con certeza. Pero es el camino que más honradamente podemos seguir. A pesar de lo dicho, la cuestión del método no queda cerrada con el término de la disputa entre clásicos e históricos. Posteriormente, dos escuelas nuevas, que han tenido considerable influencia en la evolución actual de las ideas, la Escuela Matemática y la Escuela Psicológica, han realizado una especie de rehabilitación del método abstracto, propio de la Escuela Clásica, y otros tratadistas. (Véase F. Simiand, Experimentation en Sciencie Economique Positive. - Revue Philosophique. 1931) estudian la posibilidad de realizar en Economía la observación de los hechos con un rigor científico que iguale los resultados que de ella se obtengan, por la exactitud del método empleado, a la experiencia de laboratorio. Este perfeccionamiento del método positivo en Economía por muchos resultados concretos que de él se puedan obtener, no originará, seguramente, por las limitaciones de su aplicación, una Economía Política nueva. El empleo de procedimientos estadísticos en la investigación de fenómenos económicos tiende a generalizarse cada vez más y es de la generalización de esta clase de investigaciones de donde hay derecho a esperar en el futuro mejores resultados. La estadística proporciona al investigador en Economía un material de observación que tiene un valor inapreciable. Este material debe ser clasificado y ordenado e interpretadas las relaciones que su estudio sugiera. En es la interpretación el investigador procede sobre la base de los conceptos fundamentales de la Ciencia Económica, conceptos fundados en la naturaleza humana - biológica y psicológica- que permanecen inalterables. Pero los efectos externos de la actividad económica del hombre son susceptibles de investigación estadística y los datos empíricos correspondientes pueden ser clasificados, ordenados y medidos, por consiguiente, estudiados científicamente. Así, por ejemplo, las relaciones entre la oferta v la demanda y los precios, que la Escuela Clásica formuló en abstracto, pueden ser analizadas objetivamente, estudiando en forma comparativa los datos estadísticos. Podrá igualmente verificarse algunas de las relaciones entre los precios, que Mangoldt llamó precios conexos, infiriéndolas deductivamente de la ley de la oferta y la demanda, con relación a la cual constituyen, verdaderos corolarios, por medio de una investigación estadística en que se siga el paralelismo o la relación inversa en que se desarrollen en el hecho dos curvas estadísticas de precios conexos. Se puede obtener la confirmación del principio abstracto.

Se puede igualmente obtener una conclusión que lo contradiga totalmente o sólo en forma parcial, más allá de ciertos límites. Puede igualmente determinarse si hubo factores extraños que determinaron la conclusión contradictoria, etc. Hay, en todo caso, en el orden de los fenómenos económicos, una complejidad tal de relaciones, que no es posible prever situaciones futuras en una forma análoga a lo que se hace, gracias al conocimiento de las leyes naturales, tratándose del mundo físico. Es esta la razón por la cual es preferible no hablar de leyes económicas sino de simples tendencias. Así, diremos que los precios tienden a moverse en razón directa de la demanda y en razón inversa de la oferta, que toda alteración en el valor de cambio internacional de una moneda tiende a provocar una alteración en el mismo sentido, aunque no de igual intensidad, de su valor interno. El método estadístico permite, en medio de la variabilidad de los resultados, establecer las tendencias que se revelan en las relaciones de orden económico y en qué medida esas tendencias se aproximan a las viejas leyes dogmáticas de los clásicos. El investigador acude a la representación geométrica de cada fenómeno observado, a fin de facilitar, por medio de su imagen simbólica, la interpretación de sus relaciones con otros fenómenos representados en forma análoga. Las curvas estadísticas permiten percibir el estrecho paralelismo que guardan entre si ciertos fenómenos, como asimismo, las relaciones entre otras curvas que se mueven en sentido inverso. A base de datos estadísticos, se procede además a efectuar ciertas generalizaciones, fundadas en una aplicación imperfecta del método experimental, que se conocen con el nombre de leyes estadísticas, "relaciones constantes entre dos fenómenos de los cuales, uno por lo menos, es estadístico". (Corvado Gini. Curso de Estadística. Pág. 310). Las leyes estadísticas son solamente aproximadas. Se aplican al promedio de los casos. Nada prueban respecto de un caso aislado. Cada ley estadística rige un fenómeno colectivo, no cada fenómeno particular que integra dicho fenómeno colectivo. Las leyes estadísticas no se fundan en la observación de fenómenos individualizados cuya relación se constata, sino en la observación de grandes totalizaciones. La ley de Mariotte, por ejemplo, es una ley natural del mundo físico. Tendremos derecho a esperar que, dentro de ciertas limitaciones, se cumpla en cada caso particular que se nos presente. Una ley estadística afirma que, en las circunstancias actuales, nacen 105 varones por cada 100 mujeres (Gini. Obra citada. Pág. 310), pero los nacimientos individuales serán forzosamente de un varón o de una hembra. Tampoco puede aplicarse a una familia. La ley no permite inferir nada respecto al sexo de una criatura

sus ramas o aspectos. Gracias a estos estudios se ha podido establecer, por lo menos respecto a los siglos XVIII, XIX y XX, y con mayor exactitud desde el año 1800, que la vida económica se desenvuelve en el tiempo en forma de una onda, en que los períodos de alza y de baja de los precios se suceden. Del estudio de estos antecedentes se infiere que nos encontramos probablemente dentro de uno de estos grandes períodos de baja de los precios. Pero dentro de estas grandes ondas coyunturales, que abarcan períodos de cincuenta a sesenta años, aparecen ciclos coyunturales más pequeños, cuya duración media es de unos ocho años y cuyo estudio constituye el principal objeto de los institutos sobre la coyuntura. El Instituto Alemán formula pronósticos trimestrales que se limitan a predecir la orientación de la vida económica durante un período de tres meses. La Escuela Matemática, por su parte, fundándose sobre la teoría clásica del precio, aspira a reducir las relaciones de orden económico a fórmulas matemáticas. Las leyes estadísticas, por las razones que antes expusimos, no pueden aspirar a substituir a las leyes naturales, pero gracias a ellas nos formamos un concepto empírico de las relaciones entre los fenómenos económicos. Constituyen hoy, un medio para verificar las fórmulas abstractas de los matemáticos. Y así vemos que cuando un Edwin Fisher, un Cassel o un de Gauss lanzan una nueva fórmula matemática dentro de la cual han pretendido aprehender la realidad económica, los datos proporcionados por la Estadística permiten discutir, confirmar o contradecir dicha fórmula, (Ricardo Cosio.-La teoría cuantitativa de la moneda. Revista Económica uruguaya. Agosto, 1936). Vemos así, en los tiempos actuales, establecer se una estrecha correlación entre el método abstracto y el método empírico. La oposición entre las dos tesis contradictorias nos ha conducido a la síntesis hegeliana.

Capítulo IV.- Las Leyes Económicas En el capítulo anterior hemos analizado el problema del método en la Ciencia de la Economía y hemos explicado cómo ha evolucionado el criterio de los investigadores en esta materia. Hemos visto, además, cómo la vieja querella entre los partidarios de la Escuela Clásica y los partidarios de la Escuela Histórica tiende a ser eliminada por el acercamiento cada vez mayor entre los investigadores que emplean el método abstracto y los que siguen la tendencia empírica. Los primeros no pueden prescindir del método estadístico para verificar sus hipótesis. Los segundos no tienen por qué rechazar las tesis abstractas como hipótesis guías de la investigación objetiva. Tal es, aproximadamente por lo menos; la síntesis a que el desarrollo, del pensamiento y los progresos en la técnica de la investigación han conducido a los economistas. Anteriormente hemos definido el concepto científico de ley, relación constante entre fenómenos. De acuerdo con él, llamaremos ley económica toda relación constante entre fenómenos económicos. Para darse cuenta de lo que se ha entendido y de los que se entiende por ley en Economía Política, hay que considerar la manera como las leyes se han formulado y la distinción entre leyes naturales y leyes estadísticas. La expresión "ley de la oferta y la demanda", por ejemplo, no tiene el mismo sentido entre los clásicos y entre las personas que permanecen hoy fieles al liberalismo, que en un pensador moderno, que se ha formado de la realidad económica y por consiguiente de las leyes económicas, un concepto muy diverso. Hay todavía personas que se alarman cuando estiman que la ley de la oferta y la demanda ha sido violada. En cambio, para otras personas, modificar las condiciones de la oferta y la demanda, a fin de obtener un determinado efecto sobre los precios, que es lo que la sociedad prácticamente le interesa mantener a determinada altura, es cosa tan natural como suministrar una medicina a un enfermo con el objeto de corregir cualquiera insuficiencia orgánica. Los especuladores, por lo demás, en todos los tiempos, han sabido dirigir las relaciones entre la oferta y la demanda con el objeto de obtener pingües beneficios. El fin útil, el fin social, que se persigue con el conocimiento de las relaciones entre fenómenos designadas con el nombre de leyes, es permitir al hombre actuar sobre la causa para modificar así el efecto, en los casos en que éste se presenta contrario al interés humano o social. (Augusto Graziani.-Valeur pratique de la Sciencie Economique. Revue Economique Internationale. Octubre 1934. Por esta curiosa supervivencia de doctrinas de otra época, las relaciones espontáneas entre los