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La política bajo signo de la crisis. Setiembre de 1930: la “hora de la espada”, Resúmenes de Historia

Crisis de los años '30, Golpe de Estado, Justo, presidente; Ortiz presidente

Tipo: Resúmenes

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Luciano Privitellio: La política bajo signo de la crisis.
Setiembre de 1930: la “hora de la espada”
Juan D. Perón quien había formado parte del grupo del general José Félix
Uriburu, hasta que desencantado por su falta de total de organización y la
escasa prudencia de los conspiradores, se acercó a los hombres del general
Agustín P. Justo, ilustra dos características salientes del movimiento del 6 de
septiembre: su debilidad en lo militar y su éxito en la opinión.
La columna revolucionaria se integró con grupos de civiles mal armados,
convocados por los partidos opositores y algunos diarios como Critica
acompañados por adolescentes del Colegio Militar y una escasa tropa de
líneas; jefes principales Uriburu y Justo eran militares retirados.
La columna llego hasta la casa rosada y se apoderó de ella sin que nadie
intentara seriamente detenerla.
La crisis del Yrigoyenismo
El radicalismo concibió la relación de Yrigoyen como un verdadero plebiscito
en 1928. A despecho de las acusaciones de sus opositores, esta vocación no
era una novedad introducida por el radicalismo, sino que estaba sólidamente
instalada en la política argentina desde varias décadas antes de la llegada al
poder.
A pesar del establecimiento de la representación de las minorías, la reforma
de 1912 fue refractaria al pluralismo ya que, en la función de los defensores,
la sociedad fue concebida como un bloque único con un atributo también
único y determinante su ideal de progreso. En consecuencias los comicios no
tenían por objetivos manifestar las voces de los intereses sociales diversos,
sino garantizar la representación unánime voluntad progresista de la nación
para era también la de cada uno de los ciudadanos. Así, la ley electoral vino a
consagrar, mediante la ampliación del electorado, una visión de la sociedad
que la que planteaba homogénea en clave espiritual: la representación
política estaba llamada a expresar el “alma de nación”.
La práctica del sufragio fue uno de los rituales que renovaban cíclicamente
esta identidad inclusiva.
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Luciano Privitellio: La política bajo signo de la crisis. Setiembre de 1930: la “hora de la espada” Juan D. Perón quien había formado parte del grupo del general José Félix Uriburu, hasta que desencantado por su falta de total de organización y la escasa prudencia de los conspiradores, se acercó a los hombres del general Agustín P. Justo, ilustra dos características salientes del movimiento del 6 de septiembre: su debilidad en lo militar y su éxito en la opinión. La columna revolucionaria se integró con grupos de civiles mal armados, convocados por los partidos opositores y algunos diarios como Critica acompañados por adolescentes del Colegio Militar y una escasa tropa de líneas; jefes principales Uriburu y Justo eran militares retirados. La columna llego hasta la casa rosada y se apoderó de ella sin que nadie intentara seriamente detenerla. La crisis del Yrigoyenismo El radicalismo concibió la relación de Yrigoyen como un verdadero plebiscito en 1928. A despecho de las acusaciones de sus opositores, esta vocación no era una novedad introducida por el radicalismo, sino que estaba sólidamente instalada en la política argentina desde varias décadas antes de la llegada al poder. A pesar del establecimiento de la representación de las minorías, la reforma de 1912 fue refractaria al pluralismo ya que, en la función de los defensores, la sociedad fue concebida como un bloque único con un atributo también único y determinante su ideal de progreso. En consecuencias los comicios no tenían por objetivos manifestar las voces de los intereses sociales diversos, sino garantizar la representación unánime voluntad progresista de la nación para era también la de cada uno de los ciudadanos. Así, la ley electoral vino a consagrar, mediante la ampliación del electorado, una visión de la sociedad que la que planteaba homogénea en clave espiritual: la representación política estaba llamada a expresar el “alma de nación”. La práctica del sufragio fue uno de los rituales que renovaban cíclicamente esta identidad inclusiva.

Las primeras señales de la crisis económica afectaron las finanzas del Estado incluso antes del crack de Wall Street y provocaron el aumento de la inflación, el descenso de sueldos y la disminución del ritmo del gasto público, uno de los motores esenciales del patronazgo oficial. Aunque no se produjo una situación de conflicto social intenso como había sucedido durante el primer gobierno de Yrigoyen, decayó profundamente la adhesión al presidente. La crisis favoreció una creciente tensión. En este clima de 1928 y 1929 el gobierno inicio un avance sobre la oposición con el objeto de ganar el control del senado. La oposición se volcó agresivamente a las palabras y a la violencia política que aumento de frecuencia e intensidad hacia la opinión y las calles. La doble situación de crisis económica y política se veía agravada por la crisis interna que vivía el gobierno, con consecuencia de desgaste de la autoridad de Yrigoyen. Esta situación dio, drásticamente, el tono a la estrategia se seguía frente a las notorias actividades conspirativas de civiles y militares, todas ellas ampliamente conocidas por el gobierno. Políticos opositores y oficiales del Ejército se reunían sin disimulo en lugares conocidos, como la sede de Critica y la casa del general Uriburu. ¿Golpe o Revolución? Dispersión del poder y centralización de las decisiones fueron dos caras de una misma crisis de gobierno y ambas se ofrecieron múltiples flancos para las estrategias de la oposición: las prácticas conspirativas atravesaban la escena política de una forma compleja y sinuosa, una ida y vuelta de la oposición al oficialismo. El 6 de septiembre fue visto como una de las “revoluciones” o “movimientos cívicos” de origen netamente civil, apoyados por militares. El objetivo proclamado, era la restauración de un régimen democrático e institucional que estaría siendo violado por el presidente. El derrocamiento de Yrigoyen es justamente considerado como el inicio de una larga serie de golpes militares.

allanado para la victoria electoral de Justo. La Alianza Civil, formada por socialistas y demócratas progresistas que proclamaron la fórmula de Lisandro de la Torre- Nicolás Repetto, no estaba en condiciones de disputar seriamente la presidencia. Justo aseguro el apoyo de los partidos conservadores provinciales que se habían reunido en el Partido Demócrata Nacional y también el del socialista Independiente. De esta modo, se transformó en un candidato polifacético: continuador o crítico de la revolución, radical, masón o católico, conservador, nacionalista o liberal, general o ingeniero, todo a medida de la ocasión. Su candidatura obtuvo el apoyo explícito de la cúpula de la Iglesia Católico, también conto con el apoyo del nacionalismo. Justo gano los comicios presidenciales de noviembre de 1931 con comodidad. La cuestión radical El 24 de febrero de 1932, justo asumió la presidencia. Justo debió tomar medidas destinadas a enfrentar crisis económica y, al mismo tiempo, maniobrar en un terreno político muy complicado. La situación presentaba dos datos salientes: por un lado, la impugnación a la legitimidad de su gobierno por parte de la UCR, que asumía la forma de la abstención y los levantamientos armados; por otro, la tirante relación entre los conglomerados políticos que lo habían tenido como candidato. Justo recurrió con frecuencia a la más tradicional crítica antiyrigoyenista; cuando hacia 1934 las condiciones de la economía mejoraron, gustaba difundir la eficacia de su política económica en un implícito contraste con el antecedente del radicalismo. Las fuerzas oficialistas Las fricciones entre los diferentes grupos en busca del favor presidencial fueron frecuentes. Los conservadores criticaban a Justo por el lugar destacado que reservaba a los antipersona listas en el Ejecutivo, argumentado no sin razón que eran ellos quienes aportaban la mayor cantidad de votos. Para Justo, los cálculos eran otros. Otorgando al anti personalismo un espacio mayor al que le hubiere correspondido por su

caudal de votos, Justo lograba, a corto plazo, el mandamiento de un equilibrio que le daba libertad de maniobra y sostenía la apariencia de una coalición. A pesar de su deseo de conformar un partido orgánico, del que el mismo se veía como constructor y líder, Justo paso toda su presidencia, tratando de manejarse entre los inestables equilibrios de los múltiples y fragmentados actores del sistema político argentino. La distancia entre el modelo de un partido mínimamente organizando y la Concordancia fue una expresión más de la distancia entre el ideal de la reforma saeszpeñista y el funcionamiento efectivo de la política partidiaria en la Argentina. La sucesión y el Fraude Si bien parte de la apuesta política de Justo parecía coronada por los comicios de 1934 y el levantamiento de la abstención radical de comienzos 1935, esta última medida venia poner en cuestión su posición electoral y fundamentalmente, sus ambiciones personales hacia el radicalismo. La posibilidad cierta de alcanzar la presidencia en 1937. Justo se inclinó, entonces, más decididamente hacia los sectores conservadores, lo más decididamente hacia los sectores conservadores, los más firmes de su alianza y aquellos que podían garantizarle, sino la mayoría, al menos un importante número de votos. La marcada complejidad de su tejido social condiciono siempre el funcionamiento de las maquinas electorales tradicionales, hasta hacerlas perder parte de la influencia frente a otras prácticas sociales productoras de sufragio, como las que constituyen el fenómeno de la “opinión pública”. Para la dirigencia radical, los acontecimientos sucedidos entre el levantamiento de la abstención en 1935 y la derrota electoral de 1937 fueron constituyendo un verdadero callejón sin salida; luego de esta última fecha, su política fue errática y contradictoria y alentó el despliegue de grupos cada vez más críticos de la condición partidaria. La alternativa frustrada de Ortiz Roberto M. Ortiz asumió la presidencia el 20 de febrero de 1938. Vicepresidente Castillo.

La intención de castillo d fundar un exclusivismo conservador también tenía líneas muy marcadas. Castillo concentro su esfuerzos en la elaboración de un acuerdo con el sector nacionalista.