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La adolescencia normal: introducción, Ejercicios de Psicología

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Tipo: Ejercicios

2018/2019

Subido el 25/10/2019

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LA ADOLESCENCIA NORMAL
Tomado y modificada de Aberastury y Knobel, 2002
INTRODUCCIÓN
por Mauricio Knobel
Ana Freud dice que es difícil señalar el
límite entre lo normal y lo patológico en
la adolescencia, y considera en realidad
a toda la conmoción de este periodo de
la vida como normal, señalando además
que sería anormal la presencia de un
equilibrio estable durante el proceso
adolescente. Sobre esta base, y
teniendo en cuenta el criterio evolutivo
de la psicología, es que podemos
aceptar que la adolescencia más que
una etapa estabilizada es un proceso y
desarrollo. Debe por lo tanto
comprenderse para ubicar sus
desviaciones en el contexto de la
realidad humana que nos rodea.
El adolescente atraviesa por
desequilibrios e inestabilidad extremas. Lo que configura una identidad
semipatológica, que he denominado “síndrome normal de la adolescencia”, que es
perturbado y perturbador para el mundo adulto, pero necesario, absolutamente
necesario, para el adolescente, que en este proceso va a establecer su identidad,
que es un objetivo fundamental de este momento vital.
Para ello, el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo
cual no está del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su
mundo infantil en el cual y con el cual, en evolución normal, vivía cómoda y
placenteramente, en relación de dependencia, con las necesidades básicas
satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de Aberastury
podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales:
Imagen tomada de http://sanamente.com/los-cambios-en-
la-adolescencia/
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LA ADOLESCENCIA NORMAL

Tomado y modificada de Aberastury y Knobel, 2002

INTRODUCCIÓN

por Mauricio Knobel

Ana Freud dice que es difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, y considera en realidad a toda la conmoción de este periodo de la vida como normal, señalando además que sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente. Sobre esta base, y teniendo en cuenta el criterio evolutivo de la psicología, es que podemos aceptar que la adolescencia más que una etapa estabilizada es un proceso y desarrollo. Debe por lo tanto comprenderse para ubicar sus desviaciones en el contexto de la realidad humana que nos rodea.

El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. Lo que configura una identidad semipatológica, que he denominado “síndrome normal de la adolescencia”, que es perturbado y perturbador para el mundo adulto, pero necesario, absolutamente necesario, para el adolescente, que en este proceso va a establecer su identidad, que es un objetivo fundamental de este momento vital.

Para ello, el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no está del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil en el cual y con el cual, en evolución normal, vivía cómoda y placenteramente, en relación de dependencia, con las necesidades básicas satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de Aberastury podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales:

Imagen tomada de http://sanamente.com/los-cambios-en- la-adolescencia/

 a) el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia, que se impone al individuo que no pocas veces tiene que sentir sus cambios como algo externo frente a lo cual se encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio organismo.  b) el duelo por el rol y la identidad infantiles, que lo obliga a una renuncia de la dependencia y a la aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce.  c) el duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente trata de retener en su personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación que se ve complicada por la propia actitud de los padres, que también tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños, y sí son adultos o están en vías de serlo.

Estos duelos verdaderas pérdidas de personalidad van acompañadas por todo el complejo psicodinámico del duelo normal y en ocasiones, transitoria y fugazmente, adquieren la característica de del duelo patológico. Esta situación del adolescente frente a su realización evolutiva, basada en las relaciones interpersonales de su infancia, a la que deberá de abandonar, lo lleva a la inestabilidad que lo define, constituyendo una especie de identidad nosológica, cuyas características esenciales – según he señalado- del “síndrome de la adolescencia normal”. Este síndrome, producto de la situación evolutiva, surge, por supuesto, de la interacción del individuo con el medio. El mundo de los adultos, como los padres, no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto. Sabemos muy bien – y sirve esto de ejemplo llamativo- la angustia que suelen manifestar los padres frente a los primeros atisbos de conducta genital de sus hijos adolescentes.

Imagen tomada de http://www.periodicoabc.mx

Así vemos al adolescente, de uno y otro sexo, en conflicto, en lucha, en posición marginal frente a un mundo que coarta y reprime. Es este marginarse del joven lo que puede llevarlo a la psicopatía franca, a la actividad delictiva, o puede también ser un mecanismo de defensa por el cual preserva los valores esenciales de la especie humana, la capacidad de adaptarse modificando del medio que trata de negar la satisfacción instintiva y la probabilidad de llegar a una adultez positiva y creadora.

EL ADOLESCENTE Y LA LIBERTAD

por Arminda Aberastury

Entrar al mundo de los adultos – deseado y temido- significa para el adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño. Es un momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento que comenzó con el nacimiento.

Los cambios psicológicos que se producen en este periodo y que son el correlato de los cambios corporales, llevan a una nueva relación con los padres y el mundo. Ello sólo es posible si se elabora lenta y dolorosamente el duelo por el cuerpo de niño, la identidad infantil y por la relación con los padres de la infancia.

Cuando el adolescente se incluye en este mundo con el cuerpo ya maduro, la imagen que tiene de su cuerpo a cambiado, también su identidad, y necesita entonces adquirir una ideología que le permita su adaptación al mundo y/o su acción sobre él para cambiarlo.

En este período fluctúa entre una dependencia y una independencia extrema y sólo la madurez le permitirá más tarde aceptar ser independiente dentro de un marco de necesaria dependencia. Pero, al comienzo, se moverá entre el impulso al desprendimiento y a la defensa que impone el temor a la perdida de lo conocido. Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, caracterizado por fricciones con el medio familiar y social. Este cuadro es frecuentemente confundido con crisis y estados patológicos.

Imagen tomada de samyavcrv.blogspot.com

Tanto las modificaciones corporales incontrolables como los imperativos del mundo externo que exigen del adolescente nuevas pautas de convivencia, son vividos al principio como una invasión. Esto lo lleva a retener, como defensa, muchos de sus logros infantiles, aunque también coexiste el placer y afán de alcanzar un nuevo status. También lo conduce a un refugio en su mundo interno para poder reencontrarse con su pasado y desde allí enfrentar el futuro. Estos cambios, en lo que pierde su identidad de niño, implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en un plano consciente e inconsciente. El adolescente no quiere ser como determinados adultos, pero en cambio, elige a otros como ideales, se va modificando lentamente y ninguna premura interna o externa favorece esta labor.

La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo ponen en evidencia de su nuevo status y la aparición de la menstruación de la niña y el semen en el varón, que les imponen el testimonio de la definición sexual y del rol que tendrán que asumir, no solo en la unión con la pareja sino en la procreación.

Sólo cuando el adolescente es capaz de aceptar simultáneamente sus aspectos de niño y de adulto, puede aceptar en forma fluctuante los cambios de su cuerpo y comienza a surgir su nueva identidad. Ese largo proceso de búsqueda de identidad ocupa gran parte de su energía y es la consecuencia de la perdida de la identidad infantil que se produce cuando comienzan los cambios corporales.

Imagen tomada de sinalefa1.wordpress.com

Imagen tomada de odiolaprepa.blogspot.com

cuerpo en su mundo actual, real, y también adquirir la capacidad de utilizar su cuerpo y su lugar en el mundo.

Este proceso de la vida cuyo sino es el desprendimiento definitivo de la infancia, tiene sobre los padres una influencia no bien valorada hasta hoy. El adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social y esto crea un problema no siempre bien resuelto.

Ocurre que también los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer el duelo por el cuerpo del pequeño, por su identidad de niño y por su relación de dependencia infantil. Ahora son juzgados por sus hijos, y la rebeldía y el enfrentamiento son más dolorosos si el adulto no tiene conscientes sus problemas frente al adolescente. El problema de la adolescencia tiene una doble vertiente que los casos felices puede resolverse en una fusión de necesidades y soluciones. También los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone muchas renuncias de su parte.

Al perderse para siempre el cuerpo de su hijo niño se ve enfrentado con la aceptación del devenir, del envejecimiento y de la muerte. Debe abandonar la imagen idealizada de sí mismo que su hijo ha creado y en la que él se ha instalado. Ahora ya no podrá funcionar como líder o ídolo y deberá, en cambio, una relación llena de ambivalencias y de críticas. Al mismo tiempo, la capacidad y los logros crecientes del hijo lo obligan a enfrentarse con sus propias capacidades y a evaluar sus logros y fracasos.

Hasta hoy el estudio del adolescente se centra solamente sobre el adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otra cara del problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de crecimiento

El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte, una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además la desidealización de las figuras de los padres lo hunde en el más profundo desamparo.

El sufrimiento, la contradicción, la confusión, los trastornos son de cierto modo inevitables; pueden ser transitorios, pueden ser elaborables, pero buscando refugio en la fantasía debemos plantearnos si gran parte de su dolor no podría ser mitigado cambiando estructuras familiares y sociales.

Imagen tomada de

El adolescente busca la solución teórica de todos los problemas trascendentes y de aquellos a los que se verá enfrentando a corto plazo: el amor, la libertad, el matrimonio, la paternidad, la educación, la filosofía, la religión. La inserción en el mundo social del adulto – con modificaciones internas y su plan de reformas- es lo que va definiendo su personalidad y su ideología. Por tanto debe formarse un sistema de teorías, de ideas, un programa al cual aferrarse y también la necesidad de algo en lo que pueda descargar el monto de ansiedad y los conflictos que surgen de su ambivalencia entre al impulso al desprendimiento y la tendencia a permanecer ligado.

Esta crisis intensa la soluciona transitoriamente huyendo del mundo exterior, buscando refugio en la fantasía, en el mundo interno, con un incremento paralelo de la omnipotencia narcisista.

La hostilidad frente a los padres y el mundo en general se expresa en su desconfianza, en la idea de no ser comprendido, en su rechazo de la realidad, situaciones que pueden ser ratificadas o no por la realidad misma.

Sufre crisis de susceptibilidad y celos, exige y necesita vigilancia y dependencia, pero sin transición surge en él un rechazo al contacto con los padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos.

La calidad del proceso de maduración y crecimiento de los primeros años, la estabilidad en los afectos, el monto de gratificación y frustración y la gradual aceptación a las exigencias ambientales van a marcar la intensidad y gravedad de estos conflictos.

Con todo este conflicto interno que hemos descrito, el adolescente se enfrenta en la realidad con el mundo del adulto, que al sentirse atacado, enjuiciado, molestado y amenazado por esta ola de crecimiento suele reaccionar con una total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad.

La sociedad en que vivimos con su cuadro de violencia y destrucción no ofrece suficientes garantías de sobrevivencia y crea una nueva dificultad para el desprendimiento. El adolescente, cuyo sino es la búsqueda de ideales y de figuras ideales para identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa.

Imagen tomada de http://www.familiasluiscampino.com/

Hemos hablado de la importancia de la palabra, de la necesidad del adolescente de hablar de sus logros. Es frecuente que los padres se quejen de que ya no pueden hablar entre ellos, de que los hijos adolescentes “toman la palabra” y capturan la situación. Esos padres no se han dado cuenta de que escuchar es el camino para entender que está pasando es sus hijos. El adolescente de hoy, como el de todos los tiempos, está harto de consejos, necesita tener sus experiencias y comunicarlas, pero no quiere, no le gusta ni acepta que sus experiencias sean criticadas, calificadas, clasificadas ni confrontadas con las de los padres. El adolescente percibe muy bien que cuando los padres empiezan a controlar el tiempo y los horarios están controlando algo más: su mundo interno, su crecimiento y su desprendimiento.

El joven sano de hoy está de vuelta de muchas de las problemáticas del adulto, diría que es más posible que el adulto aprenda del adolescente y no que el adulto pueda darle su experiencia.

Para hacer estos tanteos es necesario dar libertad, y para ello hay dos caminos: dar una libertad sin límites, que es lo mismo que abandonar a su hijo; o dar una libertad con límites, que impone cuidados, cautela, observación, contacto afectivo permanente, dialogo, para ir siguiendo paso a paso la evolución de las necesidades y los cambios en el hijo.

Toda adolescencia lleva, además del sello individual, el sello del medio cultural, social e histórico desde el cual se manifiesta, y el mundo en que vivimos nos exige más que nunca la búsqueda del ejercicio de la libertad sin recurrir a la violencia para coartarla.

Imagen tomada de mundobebes.portalmundos.com

Imagen tomada de sandovielhotmailes- sandoviel.blogspot.com

EL SINDROME DE LA ADOLESCENCIA NORMAL

por Mauricio Knobel

NORMALIDAD Y PATOLOGÍA EN LA ADOLESCENCIA

Estudiar la adolescencia, tan sólo como una característica social determinada sería realizar una abstracción muy parcial de todo un proceso humano que es necesario considerar dentro de una verdadera totalidad de conocimiento de la psicología evolutiva. Este periodo de la vida, como todo fenómeno humano, tiene su exteriorización característica dentro del marco cultural-social en el cual se desarrolla. Así, debemos por una parte considerar la adolescencia un fenómeno específico dentro de toda la historia del desarrollo humano, y, por otra parte, estudiar su experiencia circunstancial de tipo geográfico y temporal histórico social.

No hay duda alguna de que el elemento socio-cultural influye con un determinismo específico de las manifestaciones de la adolescencia, pero también tenemos que tener en cuenta que tras esa experiencia sociocultural existe un basamento psicobiológico que le da características universales

La adolescencia está caracteriza fundamentalmente por ser un período de transición entre la pubertad y el estadio adulto del desarrollo y que en las diferentes sociedades este período puede variar como varía el reconocimiento de la condición adulta que se le da al individuo. Sin embargo, existe, como base de todo este proceso, una circunstancia especial, que es la característica propia del proceso adolescente en sí, es decir, una situación que obliga al individuo a reformularse los conceptos que tiene acerca de sí mismo y que lo lleva a abandonar su autoimagen infantil y a proyectarse en el futuro de su adultez. El problema de la adolescencia debe ser tomado como un proceso universal de cambio, de desprendimiento, pero que se teñirá con connotaciones externas peculiares de cada cultura que lo favorecerán o dificultaran, según las circunstancias.

El sino de la adolescencia es integrarse a ese mundo de adulto en donde tendrá que aceptar su nueva configuración de ser humano, su morfología de adulto y la capacidad del ejercicio de su genitalidad para la procreación.

La estabilización de la personalidad no se logra sin pasar por un cierto grado de conducta “patológica” que debemos considerar inherente a la evolución normal de esta etapa de la vida.