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Orientación Universidad
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Introducción a la patrística, Tesis de Teología

Un breve acercamiento a los precursores de la teología cristian antigua

Tipo: Tesis

2019/2020

Subido el 14/08/2020

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INSTRUCCIÓN SOBRE EL ESTUDIO
DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
EN LA FORMACIÓN SACERDOTAL
Congregación para la Educación Católica
Roma, 30 de noviembre de 1989
Contenido
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 1
I.- ASPECTOS DE LA SITUACIÓN ACTUAL ........................................................... 2
II.- ¿POR QUÉ ESTUDIAR A LOS PADRES? ............................................................ 7
III.- ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES? .............................................................. 18
IV.- DISPOSICIONES PRÁCTICAS .......................................................................... 22
CONCLUSIÓN ............................................................................................................ 23
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INSTRUCCIÓN SOBRE EL ESTUDIO

DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

EN LA FORMACIÓN SACERDOTAL

Congregación para la Educación Católica Roma, 30 de noviembre de 1989

Contenido

INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 1

I.- ASPECTOS DE LA SITUACIÓN ACTUAL ........................................................... 2

II.- ¿POR QUÉ ESTUDIAR A LOS PADRES? ............................................................ 7

III.- ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES? .............................................................. 18

IV.- DISPOSICIONES PRÁCTICAS .......................................................................... 22

CONCLUSIÓN ............................................................................................................ 23

INTRODUCCIÓN

  1. En atención a las particulares necesidades actuales de los estudios teológicos en los institutos de formación sacerdotal, esta Congregación, después de haberse ocupado a su tiempo del estudio de los Padres de la Iglesia globalmente^1 desea, ahora, dedicar la presente Instrucción a algunos problemas concernientes a tal tema.

La invitación a cultivar más intensamente la patrística en los seminarios y en las facultades teológicas podría sorprender sin duda a algunos. ¿Por qué, en efecto, se nos podría preguntar, se invita a los profesores y a los estudiantes a volverse hacía el pasado cuando hoy, en la Iglesia y en la sociedad, se dan tantos y tan graves problemas que exigen ser resueltos urgentemente? Se puede encontrar una respuesta adecuada a esta pregunta si se echa una mirada global a la historia de la teología, si se consideran atentamente algunas características del clima cultural actual, y si se presta atención a las necesidades profundas y a las nuevas orientaciones de la espiritualidad y de la pastoral.

  1. El reexamen de las varias etapas de la historia de la teología revela que la reflexión teológica nunca ha renunciado a la presencia afianzadora y orientadora de los Padres. Al contrario, ella ha tenido siempre la viva conciencia de que en los Padres hay algo de especial, de irrepetible y de perennemente válido, que continúa viviendo y resiste a la fugacidad del tiempo. Como se expresó a tal propósito el Sumo Pontífice Juan Pablo II, "de la vida extraída de sus Padres la Iglesia vive todavía hoy; sobre los fundamentos puestos por sus primeros constructores todavía se edifica hoy en el gozo y en la pena de su camino y de su esfuerzo diario^2.
  2. La consideración del actual clima cultural hace además que aparezcan las muchas analogías que unen el tiempo presente con la época patrística no obstante las diferencias evidentes. Como entonces, también hoy la Iglesia está realizando un delicado discernimiento de los valores espirituales y culturales, en un proceso de asimilación y de purificación, que le permite mantener su identidad y ofrecer, en el complejo panorama cultural de, hoy, las riquezas que la expresividad humana de la fe puede y debe dar a nuestro mundo^3. Todo esto constituye un reto para la vida de la Iglesia entera y, de modo particular, para la teología, la cual, para cumplir adecuadamente sus obligaciones, no puede dejar de investigar en las obras de los Padres, como análogamente investiga en la Sagrada Escritura.
  3. La observación de la realidad eclesial actual muestra, en fin, cómo las exigencias de la pastoral general de la Iglesia y, de modo particular, las nuevas corrientes de

(^1) En el documento sobre "La formación teológica de los futuros sacerdotes", 22 de febrero de 1976, núms. 85, 88. (^2) Juan Pablo 11, Carta Apost. Patres Ecclesiae, 2 de enero de 1980: AAS 72 (1980), pág. 5. (^3) Pablo VI, Carta Encícl. Ecclesiam suam, 6 de agosto de 1964: AAS 56 (1964), págs. 627 - 628.

  1. b) Tal interés por los Padres continúa incluso hoy, aunque en condiciones distintas. A pesar de un notable decaimiento general de la cultura humanística, se nota aquí y allá un despertar en el campo patrístico, que implica no sólo a insignes estudiosos del clero religioso y diocesano, sino también a numerosos representantes del laicado. En estos últimos tiempos van multiplicándose óptimas publicaciones de colecciones patrísticas y de monografías científicas, que son, sin duda, el índice más evidente de una verdadera hambre del patrimonio espiritual de los Padres; fenómeno consolador que también se da positivamente en las facultades teológicas y en los seminarios. Sin embargo, la evolución verificada en el campo teológico y cultural en general, pone de manifiesto ciertas insuficiencias y diversos obstáculos a la seriedad del trabajo que no se deben ignorar.
  2. c) No faltan hoy concepciones o tendencias teológicas que, contrariamente a las indicaciones del Decreto Optatam totius (n. 16), prestan escasa atención al testimonio de los Padres y, en general, de la Tradición eclesiástica, limitándose a la confrontación directa de los datos bíblicos con las realidades sociales y con los problemas concretos de la vida, analizados con la ayuda de las ciencias humanas. Se trata de corrientes teológicas que prescinden de la dimensión histórica de los dogmas y para las que los inmensos esfuerzos de la época patrística y del medioevo no parecen tener alguna importancia. En tales casos, el estudio de los Padres queda reducido al mínimo e incluido prácticamente en el rechazo global del pasado.

Como se ve en el ejemplo de varias teologías de nuestro tiempo y separadas del cauce de la Tradición, la actividad teológica, en estos casos, se reduce a un puro "biblicismo" o llega a ser prisionera del propio horizonte histórico, acomodándose a las varías filosofías e ideologías de moda. El teólogo, abandonado prácticamente a sí mismo, creyendo hacer teología, no hace en realidad sino historicismo, sociologismo, etc., rebajando los contenidos del Credo a una dimensión puramente terrena.

  1. d) Se refleja también negativamente sobre los estudios patrísticos una cierta unilateralidad que se advierte hoy en diversos casos en los métodos exegéticos. La exégesis moderna, que se sirve de las ayudas de la crítica histórica y literaria, proyecta una sombra sobre las aportaciones exegéticas de los Padres a las que se considera simplistas y, en sustancia, inútiles para un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Tales orientaciones, al mismo tiempo que empobrecen y desnaturalizan la exégesis misma, quebrando su natural unidad con la Tradición, disminuyen indudablemente la estima y el interés por las obras patrísticas. La exégesis de los Padres, en cambio, podría abrirnos los ojos a otras dimensiones de la exégesis espiritual y de la hermenéutica que completarían la histórico-crítica, enriqueciéndola con intuiciones profundamente teológicas.
  2. e) Además de las dificultades provenientes de ciertas orientaciones exegéticas, es necesario mencionar también aquellas que nacen de concepciones distorsionadas de la Tradición. Efectivamente, en algún caso, en lugar de la concepción de una Tradición viva, que progresa y se desarrolla con el devenir de la historia, se tiene de

ella otra demasiado rígida, llamada a veces "integrista" que reduce la Tradición a la repetición de modelos pasados y hace de ella un bloque monolítico y fijo, que no deja lugar alguno al desarrollo legítimo y a la necesidad de la fe de responder a las nuevas situaciones. En tal caso, se crean fácilmente prejuicios contra la Tradición como tal, que no favorecen un acceso sereno a los Padres de la Iglesia.

Paradójicamente repercute de modo desfavorable sobre el aprecio de la época patrística la misma concepción de la Tradición eclesiástica viva, cuando los teólogos, al insistir sobre el igual valor de todos los momentos históricos, no tienen suficientemente en cuenta lo específico de la contribución aportada por los Padres al patrimonio común de la Tradición.

  1. f) Además, muchos estudiantes actuales de teología, provenientes de escuelas de tipo técnico, no disponen de aquel conocimiento de las lenguas clásicas que se precisa para un conocimiento serio de las obras de los Padres. Como consecuencia, la situación de la patrística en los institutos de formación sacerdotal se resiente notablemente de los cambios culturales actuales caracterizados por un creciente espíritu científico y tecnológico que privilegia casi exclusivamente los estudios de las ciencias naturales y humanas, descuidando la cultura humanística.
  2. g) En fin, en algunos institutos de formación sacerdotal, los programas de estudio están tan sobrecargados de las diferentes nuevas disciplinas consideradas más necesarias y más "actuales" que no queda espacio suficiente para la patrística. Ésta, por consiguiente, debe contentarse con pocas horas semanales o, como solución de emergencia, con ser estudiada en el marco de la historia de la Iglesia antigua. A tal dificultad se añade a menudo la falta de colecciones patrísticas y de adecuados apoyos bibliográficos en las bibliotecas.

2. LOS PADRES EN LAS ORIENTACIONES DE LA IGLESIA

Lo expuesto sobre el estado actual de los estudios patrísticos no sería completo si no se mencionaran las relativas normas oficiales de la Iglesia. Ellas, como se verá, ponen de manifiesto los valores teológicos, espirituales y pastorales contenidos en las obras de los Padres, con el intento de hacerlas provechosas para la preparación de los futuros sacerdotes.

  1. h) Entre las orientaciones, ocupan el primer lugar las indicaciones del Concilio Vaticano II concernientes al método de la enseñanza teológica y al papel de la Tradición en la interpretación y en la transmisión de la Sagrada Escritura.

En el número 16 del Decreto Optatam totius se prescribe para la enseñanza de la dogmática el método genético, nunca en contraposición con la necesidad de profundizar los misterios de la teología y de "descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás " (ib.), método que en la segunda etapa contempla el conocimiento de la contribución de los Padres de la Iglesia Oriental y Occidental a la "transmisión y al desarrollo de cada una de las verdades reveladas".

valor duradero en épocas más favorables a la síntesis de razón y fe"^9. Un mayor acercamiento a los Padres puede considerarse, por tanto, como el medio más eficaz para descubrir la fuerza vital de la formación teológica^10 y, sobre todo, para insertarse en el dinamismo de la Tradición, "que preserva de un exagerado individualismo, garantizando objetividad de pensamiento"^11.

Para que tales exhortaciones no queden en letra muerta, se dan en el citado documento sobre "La formación teológica de los futuros sacerdotes" algunas normas para el estudio sistemático de la patrística (núms. 85-88).

  1. k) Los impulsos dados por el Concilio y por la Congregación para la Educación Católica al estudio de los Padres han sido acentuados en estos últimos decenios en diversas ocasiones por los Sumos Pontífices. Sus intervenciones, como las de sus insignes Predecesores, se distinguen por la variedad y penetración de sus reflexiones sobre la actual situación teológica y espiritual:

"El estudio de los Padres, de gran utilidad para todos, es de necesidad imperiosa para aquellos que tienen a pecho la renovación teológica, pastoral y espiritual promovida por el Concilio y quieren cooperar en la misma^12. El pensamiento patrístico es cristocéntrico^13 ; es ejemplo de una teología unificada, viva y madurada en contacto con los problemas del ministerio pastoral^14 ; es un óptimo modelo de catequesis^15 , fuente para el conocimiento de la Sagrada Escritura y de la Tradición^16 , así como también del hombre total y de la verdadera identidad cristiana"^17. Los Padres, "en efecto, son una estructura estable de la Iglesia, y para la Iglesia de todos los tiempos cumplen una función perenne. De modo que todo anuncio o magisterio posterior, si quiere ser auténtico, debe confrontarse con su anuncio y su magisterio; todo carisma y todo ministerio debe encontrar la fuente vital de su paternidad; y toda piedra nueva añadida al edificio... debe asentarse sobre las estructuras ya establecidas por ellos y en ellas afirmarse y compenetrarse"^18.

(^9) La formación teológica de los futuros sacerdotes, n. 48. (^10) lb., n. 74. (^11) Ib., n. 49. (^12) Pablo VI, Carta a su Emncia. el card. Miguel Pellegrino en el centenario de la muerte de J. P. Migne, 10 de mayo de 1975: AAS 67 (1975), pág. 471. (^13) Juan Pablo II, Alocución Sono fleto, a los profesores y alumnos del Instituto Patrístico "Augustinianum", 8 de mayo de 1982: AAS 74 (1982), pág. 798: "Meterse, pues, en la escuela de los Padres quiere decir aprender a conocer mejor a Cristo y a conocer mejor al hombre. Este conocimiento, científicamente documentado y probado, ayudará enormemente a la Iglesia en la misión de predicar a todos, como hace sin descanso, que sólo Cristo es la salvación del hombre". 14 Pablo VI, Alocución I nostri passi, en la inauguración del Instituto Patristico "Augustinianum", 4 de mayo de 1970: AAS 62 (1970), pág. 425: "Como pastores, pues, los Padres sintieron la necesidad de adaptar el mensaje evangélico a la mentalidad de su tiempo y de nutrir con el alimento de la verdad de la fe a sí mismos y al pueblo de Dios. Esto hizo que para ellos catequésis, teología, Sagrada Escritura, liturgia, vida espiritual y pastoral se unieran en una unidad vital y que no hablaran solamente a la inteligencia, sino a todo el hombre, interesando el pensamiento, el querer y el sentir". 15 Juan Pablo 11, Exhort. Apost. Catechesi tradendae, 16 de octubre de 1979: AAS 71 (1979), pág. 1287, n. 12. (^16) Juan Pablo II, Alocución Sono lieto, a los profesores y alumnos del Instituto Patrístico "Augustinianum", 8 de mayo de 1982: AAS 74 (1982), págs. 796 s. (^17) Ib., págs. 797 s. (^18) Juan Pablo 11, Carta Apost. Patres Ecclesiae, 2 de enero de 1980: AAS 72 (1980), pág. 6.

Así, pues, no faltan apremios al estudio más intenso de la patrística. Son numerosos y bien motivados. Ahora bien, para hacer tales solicitaciones más explícitas todavía, consideramos útil exponer a continuación algunas razones.

II.- ¿POR QUÉ ESTUDIAR A LOS PADRES?

  1. Es obvio que los estudios patrísticos podrán alcanzar el debido nivel científico y dar los frutos esperados solamente con la condición de que se realicen con seriedad y con amor. La experiencia, en efecto, enseña que los Padres manifiestan sus riquezas doctrinales y espirituales tan sólo a quienes se esfuerzan por penetrar en su profundidad a través de un continuo y asiduo trato familiar con ellos. Se requiere, por tanto, de parte de los profesores y de los alumnos un verdadero interés, para el que se pueden aducir las siguientes razones:
  1. Los Padres son testigos privilegiados de la Tradición. 2) Ellos nos han transmitido un método teológico que es a la vez luminoso y seguro. 3) Sus escritos ofrecen una riqueza cultural y apostólica, que los hace grandes maestros de la Iglesia de ayer y de hoy.

1. TESTIGOS PRIVILEGIADOS DE LA TRADICIÓN

  1. Entre los diversos títulos y funciones que los documentos del Magisterio atribuyen a los Padres figura en primer término el de testigos privilegiados de la Tradición. En la corriente de la Tradición viva, que desde los comienzos del cristianismo continúa a través de los siglos hasta nuestros días, ellos ocupan un lugar muy especial, que los hace diferentes respecto a los protagonistas de la historia de la Iglesia. Son ellos, en efecto, los que delinearon las primeras estructuras de la Iglesia junto con los contenidos doctrinales y pastorales que permanecen válidos para todos los tiempos.
  2. a) En nuestra conciencia cristiana, los Padres aparecen siempre vinculados a la Tradición, habiendo sido ellos al mismo tiempo protagonistas y testigos. Ellos están más próximos a la pureza de los orígenes; algunos de ellos fueron testigos de la Tradición apostólica, fuente de la que la Tradición toma su origen; especialmente a los de los primeros siglos se les puede considerar como autores y exponentes de una tradición "constitutiva", que se tratará de conservar y explicar continuamente en épocas posteriores. En todo caso, los Padres han transmitido lo que recibieron, "han enseñado a la Iglesia lo que aprendieron en la Iglesia"^19 ; "lo que encontraron en la Iglesia eso han poseído; lo que aprendieron han enseñado; lo que han recibido de los Padres han transmitido a los hijos"^20.
  3. b) Históricamente, la época de los Padres es el período en el que se dan los primeros pasos en el ordenamiento eclesial. Fueron ellos los que fijaron el "Canon completo de los Libros Sagrados"^21 los que compusieron las profesiones básicas de la fe ("regulae fidei"), y precisaron el depósito de la fe en confrontaciones con las

(^19) S. Agustín, Opus imp. c. Iul., 1, 117: PL 45, 1125. (^20) Idem, Contra Iul., 2, 10, 34: PL 44, 698. (^21) Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, n. 8.

en la historia de la Iglesia y que se identifica con el de la normatividad de la Tradición formulada por Vicente de Lerín^24 e, incluso antes por San Agustín.

  1. f) Los ejemplos y las enseñanzas de los Padres, testigos de la Tradición, fueron particularmente estudiados y valorados en el Concilio Vaticano II, y precisamente gracias a ellos la Iglesia adquirió una conciencia más viva de sí misma, y especificó el camino seguro, en especial, para la renovación litúrgica, para un eficaz diálogo ecuménico y para el encuentro con las religiones no cristianas, haciendo fructificar en las actuales circunstancias el antiguo principio de la unidad en la diversidad y del progreso en la continuidad de la Tradición.

2. MÉTODO TEOLÓGICO

  1. El delicado proceso de inserción del cristianismo en el mundo de la cultura antigua, y la necesidad de definir los contenidos del misterio cristiano frente a la cultura pagana y a las herejías, estimularon a los Padres a profundizar y a explicar racionalmente la fe con la ayuda de las categorías de pensamiento mejor elaboradas por las filosofías de su tiempo, especialmente por la refinada filosofía helenística. Una de sus tareas históricas más importantes fue dar vida a la ciencia teológica y crear para su servicio algunas coordenadas y normas de procedimiento que se han revelado valederas y eficaces incluso para los siglos posteriores, como demostraría en su obra santo Tomás de Aquino, fidelísimo a la doctrina de los Padres.

En esta actividad de teólogos se perfilan en los Padres algunas actitudes y momentos particulares que tienen gran interés y que es preciso tener presentes incluso hoy en los estudios sagrados:

a. el recurso continuo a la Sagrada Escritura y al criterio de la Tradición;

b. la conciencia de la originalidad cristiana, aun reconociendo las verdades contenidas en la cultura pagana:

c. la defensa de la fe como bien supremo, y la profundización constante del contenido de la revelación;

d. el sentido del misterio y la experiencia de lo divino.

a. Recurso a la Sagrada Escritura, sentido de la Tradición

    1. Los Padres son en primer lugar y esencialmente comentadores de las Sagradas Escrituras: "divinorum librorum tractatores"^25. En ese trabajo es verdad que, desde nuestro actual punto de vista, su método presenta ciertos límites que no se pueden negar. Ellos no conocían ni podían conocer los recursos de órdenes filológicos, históricos y antropológico-culturales ni temáticos de investigación, de documentación, de elaboración científica que están a disposición de la exégesis moderna y, por lo tanto, una parte de su trabajo exegético puede considerarse

(^24) Comm primum 2, 10: PL 50, 639, 650. (^25) S. Agustín, De lib. arb. 111, 21, 59; De Trin. 11, 1, 2: PL 32, 1300; 42, 845.

caduco. Pero a pesar de ello, sus méritos para una mejor comprensión de los Libros Sagrados son incalculables. Ellos permanecen para nosotros verdaderos maestros y se puede decir superiores, bajo tantos aspectos, a los exégetas del medioevo y de la edad moderna por "una especie de suave intuición de las cosas celestiales, por una admirable penetración del espíritu, gracias a las cuales van más adelante en la profundidad de la palabra divina"^26. El ejemplo de los Padres puede, en efecto, enseñar a los exégetas modernos un acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, como también una interpretación que se atiene constantemente al criterio de comunión con la experiencia de la Iglesia, la cual camina a través de la historia guiada por el Espíritu Santo. Cuando estos dos principios interpretativos, religioso y específicamente católico, son desatendidos u olvidados, los estudios exegéticos modernos resultan a menudo empobrecidos y deformados.

La Sagrada Escritura era para ellos objeto de veneración incondicional, fundamento de la fe, tema constante de la predicación, alimento de la piedad y alma de la teología. Defendieron siempre su origen divino, su inerrancia, su normatividad, su inagotable riqueza de vigor para la espiritualidad y la doctrina. Baste recordar aquí lo que escribía san Ireneo sobre las Escrituras: "son perfectas, porque son dictadas por el Verbo de Dios y por su Espíritu"^27 , y los cuatro evangelios son "el fundamento y la columna de nuestra fe"^28.

    1. La teología nació de la actividad exegética de los Padres, "in medio Ecclesiae", y especialmente en las asambleas litúrgicas, en contacto con las necesidades espirituales del pueblo de Dios. Una exégesis en la que la vida espiritual se funde con la reflexión racional teológica mira siempre a lo esencial, aunque en la fidelidad a todo el sagrado depósito de la fe. Se centra enteramente en el misterio de Cristo, en el cual convergen todas las verdades particulares en una síntesis admirable. Antes que perderse en numerosas problemáticas marginales, los Padres buscan abarcar la totalidad del misterio cristiano, siguiendo el movimiento fundamental de la revelación y de la economía de la salvación, que va de Dios, a través de Cristo, a la Iglesia, sacramento de la unión con Dios y dispensadora de la gracia divina, para volver a Dios. Gracias a esta perspectiva, debida a su vivo sentido de la comunión eclesial, a su proximidad a los orígenes cristianos y a la familiaridad con la Escritura, los Padres ven todo en su centro, haciéndolo presente en cada una de sus partes, y enlazando con él toda cuestión periférica. Por lo tanto, seguir a los Padres en su itinerario teológico significa captar más fácilmente el núcleo esencial de nuestra fe y lo "specificum" de nuestra identidad cristiana.
    1. La veneración y la fidelidad de los Padres en relación con los Libros Sagrados van parejas con su veneración y fidelidad a la Tradición. Ellos no se consideran dueños sino servidores de la Sagrada Escritura, recibiéndola de la Iglesia, leyéndola y comentándola en la Iglesia y para la Iglesia, según la regla propuesta y explicada por la Tradición eclesiástica y apostólica. El anteriormente citado San Ireneo, gran

(^26) Pío XII, Carta Encícl. Divino afflante Spíritu, 30 de septiembre de 1943: AAS 35 (1943), pág. 312. (^27) Adv. haer, 2, 28, 2: PG 7, SOS. 28. Ib., 3, 1, 1: PG 7, 844. (^28) Id. 3,1,1: PG 7, 844.

que han hecho muchos de nuestros buenos fieles... Cipriano... Lactancio... Victorino... Optato, Hilario, por no nombrar más que a los ya fallecidos, y en número incontable de los Griegos?^36.

    1. A ese estudio de asimilación se añade otro no menos importante e inseparable de él, que podremos llamar de "desasimilación". Anclados en la norma de la fe, los Padres acogieron muchas de las aportaciones de la filosofía greco-romana, pero rechazaron sus graves errores, evitando especialmente el peligro del sincretismo tan difundido en la cultura helenística entonces dominante, como también el racionalismo que amenazaba reducir la fe sólo a los aspectos aceptables para la racionalidad helénica. "Es preciso defender la doctrina cristiana contra sus grandes errores", escribe san Agustín^37.
    1. Gracias al prudente discernimiento de los valores y de los límites escondidos en las diversas formas de la cultura antigua, se abrieron nuevos caminos hacia la verdad y nuevas posibilidades para el anuncio del Evangelio. Instruida por los Padres griegos, latinos, sirios... la Iglesia, en efecto, "desde el comienzo de su historia, aprendió a expresar el mensaje cristiano con los conceptos y en las lenguas de cada pueblo; y procuró ilustrarlo además con el saber popular y las exigencias de los sabios^38. En otras palabras, los Padres, conscientes del valor universal de la revelación, iniciaron la gran obra de inculturación cristiana, como se dice hoy día. Han llegado a ser el ejemplo de un encuentro fecundo entre fe y cultura, entre fe y razón, permaneciendo como guías para la Iglesia de todos los tiempos, empeñada en anunciar el Evangelio a los hombres de culturas tan diversas y en trabajar en medio de ellos.

Como se ve, gracias a tales actitudes de los Padres, la Iglesia se da a conocer desde sus comienzos "por su naturaleza misionera"^39 también al nivel del pensamiento y cultura y por eso el Concilio Vaticano II prescribe que "tal adaptación de la predicación de la palabra revelada se mantenga como norma de toda evangelización"^40.

Defensa de la fe, progreso dogmático

    1. Dentro de la Iglesia, el encuentro de la razón con la fe ha dado origen a muchas y largas controversias que han interesado los grandes temas de los dogmas trinitario, cristológico, antropológico y escatológico. En tales ocasiones los Padres, al defender las verdades que atañen a la esencia misma de la fe, fueron los protagonistas de un gran avance en el conocimiento de los contenidos dogmáticos, prestando un valioso servicio al progreso de la teología. Su papel apologético, ejercitado con una consciente solicitud pastoral por el bien espiritual de los fieles, fue un medio providencial para hacer madurar a todo el cuerpo de la Iglesia. Como

(^36) De doctr.. chr. 2, 40, 60-61: PL 34, 63. (^37) Retract 1, 1, 4: PL 32, 587. (^38) Conc. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 44. (^39) Conc. Vat. II, Decr. Ad gentes, n. 2. (^40) Conc. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 44.

decía san Agustín ante el multiplicarse de los herejes: "Dios ha permitido su difusión, para que no sólo nos nutriéramos de leche y no permaneciéramos en el estado de la simple infancia"^41 , pues cuando "los herejes plantean con astuta inquietud muchas cuestiones que tocan a la fe, para poder defenderlas contra ellos, son estudiadas más diligentemente, comprendidas más claramente y enseñadas más insistentemente, de modo que la cuestión propuesta por el adversario llega a ser ocasión de aprender"^42.

    1. Así los Padres llegaron a ser los iniciadores del método racional aplicado a los datos de la revelación, y promotores esclarecidos del "intellectus fidei" que forma parte esencial de toda auténtica teología. Su cometido providencial fue no sólo defender el cristianismo, sino también repensarlo en el ambiente cultural greco- romano: encontrar fórmulas nuevas para expresar una doctrina antigua, fórmulas no bíblicas para una doctrina bíblica; presentar, en una palabra, la fe en forma de razonamiento humano, enteramente católico y capaz de expresar el contenido divino de la revelación, salvaguardando siempre su identidad y su trascendencia. Numerosos términos por ellos introducidos en la teología trinitaria y cristológica (por ejemplo: ousía, hypostasis, physis, agenesia, genesis, ekporeusis, etc.), han desempeñado un papel determinante en la historia de los Concilios y han entrado en las formulaciones dogmáticas, siendo componentes de nuestro corriente acervo teológico.
  1. 3)El desarrollo dogmático, que fue llevado a cabo por los Padres no como proyecto abstracto puramente intelectual sino las más de las veces en las homilías, en medio de las actividades litúrgicas y pastorales constituye un excelente ejemplo de renovación en la continuidad de la Tradición. Para ellos la fe católica proveniente de la doctrina de los Apóstoles... y recibida a través de una serie de sucesiones" había que "transmitirla íntegra a la posteridad^43. Por ello la trataron con el máximo respeto, con entera fidelidad a su fundamento bíblico, y al mismo tiempo, con una justa apertura de espíritu hacia nuevas necesidades y nuevas circunstancias culturales: las dos características propias de la tradición viva de la Iglesia.
    1. Estos primeros esbozos de teología transmitidos por los Padres ponen de manifiesto algunas típicas actitudes fundamentales frente a los datos revelados, que pueden considerarse como valores permanentes y, por consiguiente, válidos también para la Iglesia de hoy. Se trata de una base construida una vez por todas, a la que la teología posterior debe referirse y, si fuera menester, volver a ella. Se trata de un patrimonio que no es exclusivo de ninguna Iglesia particular, sino que es muy querido por todos los cristianos, pues se remonta a los tiempos anteriores a la ruptura entre el Oriente y el Occidente cristiano, transmitiendo tesoros comunes de espiritualidad y de doctrina y constituye una mesa rica en la que los teólogos de diversas confesiones se pueden siempre encontrar. Los Padres son, en efecto, Padres

(^41) S. Agustín, Tract. in Ioh. 36, 6: PL 35, 1666. (^42) Idem, De civ. Dei 16, 2, 1: PL 41, 477. (^43) Idem, Tract. in Ioh. 37, 6:PL 35, 1672.

quandam connaturalitatem" como diría santo Tomás de Aquino^49. En su modo de expresarse es a menudo perceptible el sabroso acento de los místicos, que deja traslucir una gran familiaridad con Dios, una experiencia vívida del misterio de Cristo y de la Iglesia, y un contacto constante con todas las genuinas fuentes de la vida teologal considerado por ellos como situación fundamental de la vida cristiana. Se puede decir que, en la línea del agustiniano "intellectum valde ama"^50 , los Padres aprecian, ciertamente la utilidad de la especulación, pero saben que ella no basta. En el mismo esfuerzo intelectual para comprender la propia fe, practican el amor que, haciendo amigo al que conoce con el conocido^51 , llega a ser, por su misma naturaleza, fuente de nuevo conocimiento. En efecto "ningún bien es perfectamente conocido si no es perfectamente amado"^52.

    1. Estos principios metodológicos, seguidos y vividos prácticamente antes que enunciados expresamente, fueron también objeto de las reflexiones explícitas de los Padres. Basta referirse, al respecto, a san Gregorio Nacianceno que, en la primera de las cinco de sus famosas oraciones teológicas dedicadas al modo de hacer teología, trata de la necesidad de la moderación, de la humildad, de la purificación interior y de la oración. Lo mismo hace san Agustín, que recuerda el puesto que ocupa la fe en la vida de la Iglesia y, hablando de la función que desempeñan los teólogos, escribe que han de ser "piadosamente sabios y verdaderamente espirituales"^53. De ello da él mismo ejemplo cuando escribe el De Trinitate dirigido a responder "a los charlatanes", que "despreciando los humildes principios de la fe, se dejan extraviar por un inmaduro y perverso amor a la razón"^54.

Por las razones aducidas se puede decir que la actividad teológica de los Padres es para nosotros todavía actual. Ellos permanecen maestros para los teólogos, como representantes de un momento importante, decisivo e irreemplazable de la teología de la Iglesia, como ejemplos por el modo de desarrollar su actividad teológica, como fuentes autorizadas y testimonios insustituibles por los contenidos que han sabido sacar de su reflexión y meditación sobre el dato revelado.

3. RIQUEZA CULTURAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICA

  1. Los escritos patrísticos se distinguen no sólo por la profundidad teológica, sino también por los grandes valores culturales, espirituales y pastorales que contienen. Bajo este aspecto, son, después de la Sagrada Escritura, como se reconoce en el decreto "Presbyterorum Ordinis". (n. 19), una de las principales fuentes de la formación sacerdotal y "un provechoso alimento" que acompaña a los presbíteros durante toda la vida.

(^49) S. Th. II-II, q. 45, a. 2. (^50) S. Agustín, Ep. 120, 3, 13: PL 33, 459. (^51) Clemente Alejandrino, Stromata 2, 9: PG 8, 975-982. (^52) S. Agustín, De div v. qq. LXXXIII, q. 35, 2: PL 40, 24. (^53) Ep. 118, 32: PL 33, 448. (^54) De Trin. 1, 1, 1: PL 42, 819.

  1. a) Los Padres latinos, griegos, sirios, armenios... además de contribuir al patrimonio literario de sus respectivas naciones, son aunque cada uno en manera y medida diversas como clásicos de la cultura cristiana que, fundada y construida por ellos, lleva para siempre la señal indeleble de su paternidad. A diferencia de las literaturas nacionales que expresan y plasman el genio de cada pueblo, el patrimonio cultural de los Padres, es verdaderamente "católico", universal, porque enseña cómo llegar a ser y comportarse como hombres rectos y auténticos cristianos. Por su vivo sentido de lo sobrenatural y por su discernimiento de los valores humanos en relación con lo específicamente cristiano, sus obras han sido en los siglos pasados un instrumento excelente de formación para enteras generaciones de presbíteros, y siguen siendo indispensables para la Iglesia de hoy.
  2. b) Desde el punto de vista cultural es muy relevante el hecho de que numerosos Padres recibieron una óptima formación en las disciplinas de la antigua cultura griega y romana, de la que aprovecharon las grandes conquistas humanas y espirituales, enriqueciendo con ellas sus tratados, sus catequesis y sus predicaciones. Imprimiendo a la antigua "humanitas" clásica el sello cristiano, fueron los primeros en establecer el puente entre el Evangelio y la cultura profana, trazando para la Iglesia un rico y exigente programa cultural, que ha influido profundamente en los siglos posteriores y, de modo especial, en la entera vida espiritual, intelectual y social del medioevo^55. Gracias a su magisterio, muchos cristianos de los primeros siglos tuvieron acceso a las diversas esferas de la vida pública (escuelas, administración, política) y el cristianismo pudo valorizar cuanto de válido se encontraba en el mundo antiguo, purificar lo que allí había de menos perfecto y contribuir, por su parte, a la creación de una nueva cultura y civilización inspiradas en el Evangelio. Remontarse a las obras de los Padres significa, por tanto, para los futuros sacerdotes alimentarse en las mismas raíces de la cultura cristiana y comprender mejor las propias tareas culturales en el mundo de hoy.
  3. c) En cuanto a la espiritualidad de los Padres, se ha señalado ya en el párrafo anterior cómo toda su teología es eminentemente religiosa, una verdadera "ciencia sagrada" que, al tiempo que ilumina la mente, edifica y enfervoriza el corazón. De ahí que, más allá de los elementos y aspectos propiamente teológicos, es bueno hacer resaltar algunos comportamientos y actitudes de orden moral resultantes de sus obras como elemento fundamental de la progresiva expansión, a menudo silenciosa, del fermento evangélico en la sociedad pagana, y que ha permanecido después, para siempre, impreso en la conciencia y en el rostro de la misma Iglesia. Muchos Padres eran "convertidos"; el sentido de la novedad de la vida cristiana se unía en ellos a la certeza de la fe. Por eso brotaba en las comunidades cristianas de su tiempo una "vitalidad explosiva", un fervor misionero, un clima de amor que impelía a las almas al heroísmo de la vida diaria personal y social, especialmente con la práctica de las obras de misericordia, limosnas, cuidado de los enfermos, de las viudas, de los huérfanos, estima de la mujer y de toda persona humana, respeto y generosidad en el trato a los esclavos, libertad y responsabilidad frente a los poderes

(^55) A tal respecto ejercieron una gran influencia sobre todo dos obras de san Agustín: De Civitate Dei y De doctrina christiana.

salvación^56. Todo lo refieren a Cristo, recapitulación de todas las cosas (Ireneo), deificador de los hombres (Atanasio), fundador y rey de la ciudad de Dios, que es la Iglesia (Agustín). En su perspectiva histórica, teológica y escatológica, la Iglesia es el Christus totus que "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, desde los tiempos de Abel, el primer justo muerto por su cruel hermano, hasta la consumación de los siglos"^57.

  1. Si quisiéramos resumir ahora las razones que inducen a estudiar las obras de los Padres, podríamos decir que ellos fueron, después de los Apóstoles, como dijo justamente san Agustín, los sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia, la cual pudo crecer por su acción vigilante e incansable^58. Para que la Iglesia continúe creciendo, es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social de un modo excelente y, se puede decir, único con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia. Es propiamente esta unidad orgánica de los diversos aspectos de la vida y misión de la Iglesia la que hace a los Padres tan actuales y fecundos incluso para nosotros.

III.- ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES?

  1. De las reflexiones precedentes sobre la situación actual y sobre las razones más profundas de los estudios patrísticos surge espontáneamente la pregunta sobre su naturaleza, sus objetivos y el método que hay que seguir para promover la calidad de estos estudios. Tanto para los profesores como para los alumnos se ofrecen al respecto numerosas tareas que necesitan ser más esclarecidas y explicitadas, para que se pueda realizar una obra formativa sólida y que responda a las instancias de la deseada renovación promovida según las normas del Concilio Vaticano II. 1. NATURALEZA DE LOS ESTUDIOS PATRÍSTICOS Y SUS OBJETIVOS
  2. a) Es muy importante que esta parte de los estudios eclesiásticos sea claramente delimitada en conformidad con su naturaleza y su finalidad, e integrada orgánicamente en el contexto de las disciplinas teológicas. Esto se articula en dos esferas intercomunicadas: por una parte, la Patrística, que se ocupa del pensamiento teológico de los Padres y, por otra, la Patrología, cuyo objeto es su vida y sus escritos. Mientras que el carácter de la primera es eminentemente doctrinal y tiene muchas relaciones con la dogmática (e incluso con la teología moral, la teología espiritual, la Sagrada Escritura), la segunda se mueve más bien en el nivel de la investigación histórica y de la información biográfica y literaria, y tiene una natural conexión con la historia de la Iglesia antigua. Por su carácter teológico, la Patrística y la Patrología se distinguen de la Literatura cristiana antigua, disciplina no

(^56) S. Agustín, De civ. Dei 10, 32, 1-3: PL 41. 312 ss. (^57) Idem, De civ. Dei 18, 51, 2: PL 41, 614; d. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, n. 8. (^58) Contra Iul. 2, 10, 34: PL 44, 698.

teológica y, se puede decir, literaria, que estudia los aspectos estilísticos y filológicos de los escritores cristianos antiguos.

  1. b) Al afrontar los estudios patrísticos es preciso darse cuenta ante todo de la autonomía de la Patrística-Patrología como disciplina en sí misma, con su método, en el ámbito del corpus de disciplinas, que es objeto de la enseñanza teológica. Su autonomía, como parte de la teología, en la que se aplican rigurosamente los principios del método histórico-crítico, es un elemento adquirido y como tal debe ser entendido por el estudiante.
  2. c) En especial, de la Patrología se espera que presente una buena panorámica de los Padres y de sus obras, con sus características individuales, situando en el contexto histórico su actividad literaria y pastoral. Dado su carácter informativo-histórico, nada impide la colaboración del profesor de Historia eclesiástica, cuando lo exija una mejor economía del tiempo disponible o la escasez de personal docente. Si fuera menester, se puede reservar también un mayor espacio al estudio privado de los alumnos, remitiéndoles a la consulta de buenos manuales, de diccionarios y de otras ayudas bibliográficas.
  3. d) La Patrística a su vez, para cumplir satisfactoriamente sus tareas, debe figurar como disciplina en sí misma, manteniendo estrecha colaboración con la dogmática. En efecto, ambas disciplinas, según el Decreto Optatam totius (n. 16), deben ayudarse y enriquecerse mutuamente, a condición de que permanezcan autónomas y fieles a sus métodos particulares. El dogma cumple sobre todo un servicio de unidad. Como a todas las disciplinas teológicas, también a la Patrística le ofrece la perspectiva unificadora de la fe, ayudándole a sistematizar los resultados parciales e indicando el camino a la investigación y a la actividad didáctica del profesor. El servicio de la patrística a la dogmática consiste en delimitar y precisar la obra de mediación de la revelación de Dios desarrollada por los Padres en la Iglesia y en el mundo de su tiempo. Se trata de describir, con absoluto respeto a lo específico del método histórico-crítico, el ámbito de la teología y de la vida cristiana de la época en su realidad histórica. Por esta razón la enseñanza de la Patrística, como se expresa el documento sobre "La formación teológica de los futuros sacerdotes", debe tender, entre otras cosas, "a dar el sentido ya de la continuidad del razonamiento teológico que corresponde a los datos fundamentales ya de su relatividad, que corresponde a los aspectos y a las aplicaciones particulares" (n. 87). 2. El MÉTODO
  4. a) El estudio de la Patrología y de la Patrística, en su primera fase informativa, supone el recurso a los manuales y a otras ayudas bibliográficas, pero cuando pasa a tratar de los delicados y complejos problemas de la teología patrística, ninguna de tales ayudas puede sustituir el recurso directo a los textos de los Padres. Es, en efecto, a través del contacto directo del profesor y del alumno con las fuentes, como la Patrística debe ser enseñada y aprendida, sobre todo a nivel académico y en