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Este documento reflexiona sobre la corrupción en guatemala y cómo los cristianos deben enfrentarla, utilizando el ejemplo de la historia bíblica de jesús y los fariseos y su pregunta sobre el impuesto a césar. El texto aborda la importancia de rendir obediencia a las autoridades establecidas por dios, pero sin olvidar que dios es el verdadero señor.
Tipo: Apuntes
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ACTUALIDAD
En las últimas semanas, mi amado país de Guatemala ha estado clamando por justicia. Miles se han reunido protestando contra la corrupción del gobierno y demandando la renuncia del presidente y aún más la de la vicepresidenta.
En términos generales, la situación electoral en Guatemala y en muchos otros países puede sentirse como lo resume José Ruben Zamora —fundador del diario elPeriódico—:
La lucha contra la corrupción no es nada nuevo, y los guatemaltecos no somos los únicos que enfrentan este problema. Cada día hay más personas que se encuentran en la posición incómoda de estar más en contra de su gobierno que a favor. Los cristianos sabemos que la Biblia enseña que debemos respetar las autoridades que Dios ha establecido (Ro. 13), pero tal vez has experimentado lo mismo que yo y te has topado con un cristiano que sinceramente lucha con someterse a un gobierno corrupto. ¿Qué le dices?
Cuando cuesta rendirnos a César
En Mateo 22:15-22, los fariseos desafiaron a Jesús con una simple pregunta, “¿Está permitido pagar impuesto al César, o no?”. Esta pregunta no fue inocente ni honesta. Después de todo, el versículo 18 indica que Jesús conocía la malicia de los fariseos y les llamó hipócritas.
El pueblo judío vivía bajo el gobierno romano. Este gobierno había conquistado la mayor parte del mundo conocido en ese tiempo, y aunque la mayoría de las personas vivían en paz, también eran sujetos de la corrupción. Los romanos cobraban impuestos. Los romanos permitían a los cobradores de impuestos cobrar más de lo obligado para poder enriquecerse del trabajo de otros. Los gobernantes romanos eran los que gastaban grandes cantidades de dinero en fiestas y banquetes organizadas para recompensar a los ciudadanos que votaban por ellos. ¿Te suena parecido?
Entonces, la malicia detrás de la pregunta de los fariseos era que si Jesús respondía que sí deben pagar el impuesto a César, entonces estaría aliándose con los romanos y contra la causa judía. Pero si su respuesta era que no deben pagar el impuesto, de inmediato estaría en problemas con las autoridades romanas. Pero Jesús —con toda la sabiduría de la eternidad— respondió de manera simple, ”¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Ellos le dijeron: “Del César.” Entonces El les dijo: “Pues den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:20-21).
Al igual que los fariseos, sean o no nuestras intenciones maliciosas, muchos de nosotros luchamos con rendirnos a César y queremos que Jesús nos dé una respuesta clara a la cuestión de someterse a una autoridad corrupta. Pero la respuesta de Jesús nos da algo más que un sí o no. Nos da un vistazo a la sabiduría gloriosa de Dios.
En su respuesta, Cristo muestra que existen dos esferas de autoridad: la de César y la de Dios. Pero como nota John Piper en un comentario sobre este pasaje, la
Jeremías les exhorta a buscar “el bienestar de la ciudad adonde los [ha] desterrado, y rueguen al Señor por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar” (Je. 29:7). De la misma manera, si realmente queremos llamarnos cristianos entonces deberían de importarnos las cosas que le importan a Jesús, y a Jesús le importa la justicia.
La verdad es que en esos momentos que experimentamos la injusticia, estamos experimentando los efectos del pecado. Todos los casos de injusticia social también son casos de pecado personal. Entonces, si quieres luchar por la justicia, realmente debes hacer una sola cosa: seguir a Jesús, en cada área en frente nuestra. Somos cristianos, y eso significa que debemos crecer en semejanza a Cristo. Debemos escuchar las palabras del profeta Miqueas, “¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” y entender que el Dios justo del Antiguo Testamento sigue siendo tan justo hoy como lo era antes (Mi. 6:8).
Es mi esperanza que más y más cristianos trabajen para reformar nuestros sistemas y así traer justicia a los corruptos y ayudar a los menospreciados. (Vale la pena mencionar que aprecio y oro por los no creyentes que luchan por hacer lo mismo también). Si tienes la oportunidad de hacer algo para mejorar el bienestar de tu país, ¡hazlo! Pero recuerda que de la misma manera en que el pecado es la razón por la que nos sentimos ofendidos por la injusticia, el evangelio es el motivo más puro para pelear por la justicia.
3. La verdadera marca de un cristiano no es la justicia, sino la gracia. Los cristianos debemos luchar por la justicia, pero no olvidemos que en el evangelio, Cristo nos muestra que los cristianos seremos conocidos no por nuestra justicia, sino por nuestro amor por el uno al otro, y por la gracia (Jn. 13:35). En las palabras de John Piper,
El evangelio desata en el mundo un
compromiso no para vivir por la justicia, sino
para vivir por algo más que la justicia. La
justicia es minimalista. Una vida dedicada a
tratar a la gente como se lo merecen no es una
vida cristiana. Dios en el evangelio nos trató
mejor de lo que merecíamos. No recibimos
justicia en el evangelio. Dios recibió justicia en
el evangelio. Nosotros recibimos gracia y Dios
desata en el mundo un pueblo de iglesias que
tratan a los demás con algo más que la
justicia. No deberías caminar a lo largo de tu
día pensando “¿Cómo puedo ser justo?”
Deberías estar preguntándote “¿Cómo puedo
mostrar gracia?... ¿Cómo puedo amar a mi
enemigo? ¿Cómo puedo hacer más de lo
necesario?”… El evangelio desata algo más
que la justicia. Los cristianos no deben ser
reconocidos principalmente como personas de
justicia. Eso es minimalista... Cristo será
conocido en la cultura cuando tratamos a otros
mejor de lo que merecen, no como se lo
merecen.