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cuerpos rotos, una mirada hacia la violencia del cuerpo, Monografías, Ensayos de Pedagogía

La violencia del cuerpo responde a una concepción cultural del cuerpo como territorio de la yoicidad que no comprende la otredad. Por eso es necesario incursionar en otras miradas que nos lleven a aceptar al otro como ser diferente de mí, con su valor, su autonomía y que permitan conocerme a través del otro.

Tipo: Monografías, Ensayos

2021/2022

Subido el 13/11/2023

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CUERPOS ROTOS, HACIA UNA DIDÁCTICA PARA UNA PEDAGOGÍA DEL
CUERPO COMO TERRITORIO DEL ARTE
Francisco Javier Gómez Galindo
Resumen
A través de la metáfora de los cuerpos rotos, el presente artículo pretende
realizar una mirada hacia la violencia cultural que de muchas formas se
expresa y repercute en todos los campos del ser humano, como producto de
una ancestral comprensión ontológica del ser para sí-mismo. Manifestando la
necesidad de un cambio, a la luz de la concepción filosófica de Enmanuel
Levinas con la visión de la alteridad, como salida que implica un nuevo
conocimiento y relación entre el sujeto y el mundo, acompañado de una
nueva pedagogía centrada en esa alteridad, con una didáctica no parametral
propuesta por la pedagoga Estela Beatriz Quintar.
Como una respuesta que implica una transformación activa de estructuras
mentales, propiciadoras de la construcción de un nuevo paradigma del Yo y
el Otro reconocido, abocados en la aventura de un universo que se abre
constantemente en todas sus dimensiones insospechadas.
Palabras clave
Yo, Otro, violencia, esquema mental, alteridad
Introducción
Cuerpos mutilados por la furia incontenible de los egos fanatizados que
asaltan las culturas, descargada contra los ancestros y el desconocimiento de
otras posibles miradas. Rotos, hechos pedazos por el tiempo inexorable que
todo lo funde en el eterno Uno, llevando en sí su dolor, sus heridas y gritos
que se escapan a través de las hendijas como testimonio de que una vez
fueron hermosos en todo su esplendor.
Otros, desterrados de los paraísos arcaicos, por la mano violenta de sus
opresores, insepultos, se refugian en las grutas inaccesibles de la memoria y
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CUERPOS ROTOS, HACIA UNA DIDÁCTICA PARA UNA PEDAGOGÍA DEL

CUERPO COMO TERRITORIO DEL ARTE

Francisco Javier Gómez Galindo Resumen A través de la metáfora de los cuerpos rotos, el presente artículo pretende realizar una mirada hacia la violencia cultural que de muchas formas se expresa y repercute en todos los campos del ser humano, como producto de una ancestral comprensión ontológica del ser para sí-mismo. Manifestando la necesidad de un cambio, a la luz de la concepción filosófica de Enmanuel Levinas con la visión de la alteridad, como salida que implica un nuevo conocimiento y relación entre el sujeto y el mundo, acompañado de una nueva pedagogía centrada en esa alteridad, con una didáctica no parametral propuesta por la pedagoga Estela Beatriz Quintar. Como una respuesta que implica una transformación activa de estructuras mentales, propiciadoras de la construcción de un nuevo paradigma del Yo y el Otro reconocido, abocados en la aventura de un universo que se abre constantemente en todas sus dimensiones insospechadas. Palabras clave Yo, Otro, violencia, esquema mental, alteridad Introducción Cuerpos mutilados por la furia incontenible de los egos fanatizados que asaltan las culturas, descargada contra los ancestros y el desconocimiento de otras posibles miradas. Rotos, hechos pedazos por el tiempo inexorable que todo lo funde en el eterno Uno, llevando en sí su dolor, sus heridas y gritos que se escapan a través de las hendijas como testimonio de que una vez fueron hermosos en todo su esplendor. Otros, desterrados de los paraísos arcaicos, por la mano violenta de sus opresores, insepultos, se refugian en las grutas inaccesibles de la memoria y

desde allí nos gritan su presencia como recuerdos de guerras ya vividas, en las que no hubo vencedores. Y los que emergen de rocas y piedras Jade o crisolita, berilo o amatista, Cuerpos radiantes, a veces frutos del artista, Y en otros casos, labor paciente de la tierra, Como brotes de una nueva raza, Reemplazo de la decadente humana. Todos estos cuerpos se rompen, se quiebran, y en su fragilidad demuestran que el sueño reemplaza la vigilia, en su sopor de centurias y milenios yacen los restos de los dioses que una vez poblaron esos paraísos que añoramos, resignándonos a codificarlos como mundos ya vividos, que quizás emerjan de

Y como seres herederos de la luz, emerjamos de las tinieblas primordiales, en el eterno juego que nos ata a la rueda del devenir: en un instante se puede vislumbrar la eternidad. Todo ello nos invita a depurar nuestra mirada hacia el otro, hacia el cuerpo que está frente a mí, que no es mi propia proyección compasiva o manipuladora de ese cuerpo, erigida como resumen para mi mente. Por eso hay que dejar que ese cuerpo hable por sí mismo y en la escucha abierta, sin remordimientos ni deseos migratorios que nos conduzcan a espejismos de caleidoscópicas fantasías, en esa actitud podremos captar, ver, oír, sentir el otro cuerpo, mi otro no-yo, e interpretar su angustia, su necesidad de ser escuchado, como lo propone Estela Beatriz Quintar (Pedagogía de la potencia y didáctica no parametral) en que la epistemología nos brinda lo posible de ser producido en una relación que permite generar conocimiento. Siendo esa relación de sujeto a sujeto, y esa posibilidad de ser: construcción de sentidos y significados.

De las rupturas Por supuesto, nos lleva hacia una didáctica donde se establece una ruptura con lo establecido, con las lecturas a priori hechas por otros o por sí mismo sobre esos cuerpos donde se involucran creencias, prácticas, relaciones, ritos y mitos acerca de la misma corporalidad y del ser manifestado en ella. Lo que nos da una comprensión de la realidad. Y si emprendemos esa ruptura, nos dará como resultado una nueva comprensión de la realidad, nuestra y del sujeto y, por ende, del mundo. Pero ese proceso de ruptura implica una decodificación de los parámetros establecidos, una deconstrucción de la realidad actual, desde el momento en que enfrento el otro cuerpo-roto. Hasta del propio lenguaje y los sentimientos asociados, es la limpieza de la mirada, para poder construir una nueva mirada más honesta (es decir, menos egoísta). Aquí recordamos al filósofo Jackes Derrida, cuando nos habla de la necesidad de deconstruir el lenguaje como un paso para la conformación de una nueva realidad. Teniendo en cuenta que el lenguaje es fundamental para construir una mirada.

Esa nueva realidad nos debe llevar a un compromiso ético-social de interpretación y consecuencialidad con ese cuerpo roto. Porque también descubrimos que nosotros también estamos rotos, por fuera o por dentro. Esa situación también nos afecta y nos debe llevar a ser solidarios. Solidaridad en diferentes campos, en el estético como reconocimiento de una pérdida, contemplación de un estado evocador de un pasado imaginado, y propuesta creativa. Se podría hablar aquí de resiliencia estética como la capacidad de la misma cultura y de sus artífices de sobreponerse de un estado de agresión y violencia predatoria y recrearse a sí misma desde su interior mismo. Aunque el arte pueda encarnar una violencia formal en la manipulación de la materia o en la conceptualidad expresiva de la misma respecto al sentimiento humano, se trata de una violencia creadora, expansiva de la imaginación y el deseo que se vierte en nuevas propuestas de miradas de sentir y de ser. Estableciendo rupturas necesarias para hacernos más humanos. De los Esquemas Mentales Un esquema mental es una estructura consistente en patrones organizados de pensamiento e ideas preconcebidas que constituyen nuestra forma de pensar, de ver el mundo y de interpretarlo, guiando nuestras emociones y conducta de manera inconsciente. Estos, según el Psicólogo y biólogo suizo Jean Piaget (1896-1980) en su teoría del desarrollo cognitivo en la infancia, desde muy tierna edad el niño va conformando a través del aprendizaje por observación, y luego experimentación, de forma inconsciente las creencias nucleares sobre la vida. Aunque nacemos con un bagaje de conductas reflejas heredadas, estas estructuras son dinámicas y codifican las percepciones que vienen del entorno, a través de la asimilación y la acomodación, modificándose según los nuevos conceptos e ideas que nos brindan las experiencias vividas. Algunos de estos esquemas heredados y ejercitados a través del tiempo, en una cultura que los ratifica, y que se han vuelto identidades, son muy difíciles de cambiar. Denominada eritrofobia por el filósofo y psicólogo Juan Delval, quien en su libro “El Desarrollo Humano” describe la evolución de un bebé

con reflejos innatos y conductas rígidas hacia la edad adulta donde su adaptabilidad y el aprendizaje de nuevas conductas se va dando muy lentamente. Pero el ser humano, ante nuevos retos que se le presentan en su interrelación con el mundo exterior, donde está el Otro, tiene la posibilidad de abrirse, ante nuevas situaciones, y acomodar nuevos esquemas cognitivos y comportamentales que respondan a esas nuevas habilidades que debe crear y controlar su entorno. A veces, paradójicamente conviven diferentes esquemas mentales en el mismo ser y se da la incongruente conducta de actuar y pensar opuestamente. Se piensa, pero se actúa de manera contraria. Como es el caso de las culturas que por una parte promueven la paz, pero fomentan la violencia en otras partes. Esta dicotomía surgida de la no consecuencialidad con los conceptos interiorizados y los no aceptados en la interioridad del ser, permite la aparición de formas violentas y el irrespeto al Otro. La asimilación y la repetición son la base de la formación esquemática mental y en ella la cultura con todo lo que la conforma: usos, tradiciones, relaciones sociales, maneras de ver el mundo, etc. es la responsable, en gran parte, de los esquemas mentales del sujeto humano en el mundo, siendo estos los que nos ordenan percibir lo que nos conviene. Por tal motivo vemos en el mundo actual esquemas mentales que ya no funcionan ante los nuevos retos de la globalización y las nuevas tecnologías, que nos proponen una apertura y la imagen de un ser humano abocado a la infinitud del universo con una nueva conciencia planetaria. A unas nuevas necesidades de relacionarse con el mundo exterior y con el no-Yo. De la violencia y la no-violencia Cuando se habla de violencia, generalmente se piensa en la descripción común de infringir daño físico al otro a través de la fuerza. La organización Mundial de la Salud la define como: el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

En esta dimensión surge el profundo respeto por toda entidad viviente, y el Ahimsa, va más allá del simple acto de “no matar”. Constituye una parte inicial del Yoga: Yama “consideración hacia todos los seres vivos, en particular hacia los inocentes, los que están en apuros o en una situación peor que la nuestra. Comunicación adecuada por medio del lenguaje, escritos, gestos y acciones” (3). Como también en la intencionalidad: Niyama “Un deseo súbito de actuar con rudeza, de apoyar o aprobar acciones duras, puede ser frenado reflexionando sobre sus consecuencias nocivas. Actos de este tipo provienen, a menudo, de instintos inferiores como la cólera, la posesividad o un juicio deficiente. Sea cual sea la importancia de estas acciones, la reflexión en una atmósfera favorable puede frenar nuestros deseos de actuar de esta manera. A más considerado se es, más se estimulan sentimientos amigables en todos aquellos que se encuentran en nuestra presencia” (4). Como vemos, no solo se contempla con el ahimsa el daño físico sino también el daño en cuanto actitudes, relacional y mental que podamos producir para nosotros mismos y para los demás. En tal extremo vivido por los monjes budistas o jains quienes con su conducta practican los votos profesados de no hacer daño, de respeto a todo lo viviente. De la misma forma, los Sanyasas o renunciantes a todo compromiso que los ate a los apegos y posesiones materiales, emiten en sus promesas el de la no-violencia o no causar daño a ningún ser, para entregarse a una vida de trascendente búsqueda de la unión con la Unidad Primordial.

Como consecuencia, los cuerpos no se pueden romper, porque no hay campo para la violencia y el cuerpo se trasciende hacia formas superiores: “Si el que mata cree que es él quien mata, y si el que muere cree que es él quien muere, ambos no comprenden, pues ni uno mata, ni el otro muere a manos de nadie” (5). Todo es manejado por la mente y el cuerpo atmánico no dejará de existir. Así que, las muertes son transitorias, ilusorias ante la realidad trascendente. Y cuando se comprende esto, se libera el humano de toda violencia y deseos de violentar. Ya en posesión del “ don de seguridad una persona que renuncia no debe herir a ninguna criatura con ninguno de los tres bastones, es decir ni en la palabra, ni en pensamiento, ni en acciones” (6). De los compromisos ontológicos y derivados Una tentación que surge es la restaurativa, de unir piezas como un rompecabezas, en una labor antropo-arqueológica de lo que consideramos es el hombre, aunque hermosas piezas de museo, no dejan de ser frías y ajenas a la vida. Sino: creación, surgimiento de un nuevo ser humano, desde la alteridad. Donde el Otro se afirma como Otro, distinto de mí-mismo, y con el cual puedo entablar un diálogo desinteresado, donde no busque mi

Es a partir de la relación ética con otro, que se entreabre una temporalidad cuyas dimensiones de pasado y futuro tienen una significación propia (Silvana Rabinovich, Introducción a “la Huella del Otro”, 2001, p.24). Y en esa alteridad se procura el encuentro con el Otro, y se genera una auténtica temporalidad en la que “cohabitan pasado presente y futuro” para emprender una salida sin retorno en un camino recorrido hacia la alteridad, y no de retorno hacia Sí Mismo en una autoconciencia ególatra. Antes bien, es proyección en el porvenir en “el ser para-más-allá-de-mi- muerte (…)la obra de loMismo en cuanto movimiento sin retorno de lo Mismo hacia lo Otro” (Levinas, op. Cit. 2001, p.56) En el campo antropológico, de considerar al ser humano como ser en construcción, abierto a las posibilidades aún no detectadas y siempre en búsqueda exploratoria de su ser. En el campo epistemológico, con una nueva postura de considerar al otro como la posibilidad de conocerme a mí mismo a través de él, en la medida en que, si yo descubro ese cuerpo roto y lo conozco con una nueva mirada, contribuye a mí conocimiento de mí mismo. Como ya lo expresé anteriormente, implica un nuevo proceso gnoseológico y por consecuencia, una nueva didáctica centrados en la construcción de nuevos significados y sentidos que expresen mi relación con el otro y con el mundo. Aquí el camino socrático introspectivo y mayéutico da un giro de 360 grados, porque ya no es a partir de mí mismo en que conozco el mundo fenoménico (como diría Kant) sino a partir de la realidad externa, es decir del mismo mundo que se me presenta en la figura del otro. El conocerse a sí mismo cae en la tautología egoísta del Mismo, del yo no abierto a la alteridad, sino cimentado en la inmanencia del Uno que constituye su propia trascendencia. Esta es la herencia de toda la filosofía occidental, desde la Grecia clásica hasta hoy, basada en el ver= saber, siendo la videncia la verdadera interiorizada que llega a ver el ser, y, por tanto, aborda al ser humano desde el saber, del conocimiento de sí mismo. Enmanuel Levinas (Levinas, 2001) propone un abordaje del ser humano desde la proximidad al otro y no a partir de sí mismo. No es la imagen a priori

que yo proyecto en mi imaginación acerca del otro, saturada de prejuicios y que tengo codificada en catálogos que la sociedad ha acuñado en mi mente, sino la que llega hasta mí para interrogarme y despertar mi consciencia cognitiva para generar mi deseo de conocer y entender a ese otro, al mundo, a mí mismo, establecer las múltiples relaciones entre estos actores y tomar la propia posición, posición de coexistente consciente y autónomo. En este paisaje de humanidad que busca restaurarse, o mejor aún, emerger de nuevo a una nueva dimensión, surgen nuevos roles: el del sujeto que desea conocer y el del sujeto que debe provocar en el otro el deseo de saber, como diría Quintar. Conformando una didáctica constructiva de interrelación dialógica, en que estando en el mismo plano se establece un flujo permanente de comunicación de sentidos y significaciones que permite recuperar al otro como sujeto de deseo. Y hablamos de recuperar, porque el deseo (y no los “deseos”) también ha sido despedazado por las culturas expropiadoras que han impuesto grilletes a los cerebros ya vencidos, a través de múltiples formas sacralizadas o comercializadas. Del Deseo El Deseo está en el origen de la misma existencialidad, como lo revela la cultura milenaria de la India: “No había inexistencia ni existencia. Entonces no había lo existente ni lo no existente…Ese Uno nació por la omnipotencia de la intención. El Deseo descendió sobre él en el principio, siendo la primera semilla del pensamiento…luego se extendió a través del vacío…A continuación la naturaleza, la energía; el poder de la fuerza abajo, el propósito arriba” (8). Y en la judeocristiana, ya personalizado en la figura del Dios creador a través de la palabra que expresa el deseo: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la faz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: “Haya Luz” y hubo luz…” (9). Origina toda la realidad, cósmica y humana. En la vertiente griega, Deseo o Eros es el protógonos (el primer nacido) surgido del Caos primordial (Hesíodo, Teogonía). y En los misterios Eleusinos era llamado Eleuterion: liberador. Por su carácter de poder desencadenar

de mí mismo y no deja de vaciarme, descubriéndome en tal modo con recursos siempre nuevos” (Levinas, 2011). Siendo el alcance de este Deseo inagotable, como lo afirma el mismo autor: “Lo Deseable no sacia mi Deseo, sino que lo hace más profundo, nutriéndome de alguna manera de nuevas hambres” (Levinas, 2011). El otro, quien comporta su propia significación cultural, perteneciente al mundo histórico, viene hacia nosotros, abre una entrada, en palabras de Levinas: con su propio rostro se va revelando, permitiéndonos descubrirle. “El deseo del Otro, que es nuestra misma socialidad, no es una simple relación con el ser en el que, según las fórmulas de las que partimos, el Otro se convierte en el Mismo” (Levinas, 2001). Y continuando con el pensamiento Levinasiano, Cuando se establece esa relación con el Otro a través del deseo, se crea una socialidad que me involucra, vaciándome de Mí-mismo, y ese deseo se vuelve insaciable y permite la manifestación del Otro por sí mismo, revelando el mundo histórico al que pertenece, a través del rostro (su primer discurso) que abre una entrada a su conocimiento, para luego desnudarse este rostro de sí mismo, colocando en cuestión la conciencia. Es un movimiento ético en sí mismo y su finalidad es reconocer la presencialidad del rostro del Otro, teniendo la huella como signo de la indelebilidad del ser, aunque perturbe el orden. Y es en este deseo original, fuente primordial partícipe también en el humano, punto de partida de la acción y del pensamiento en que nos situamos para emprender la aventura de provocar el deseo de conocer, de ser, en el otro y en mí mismo. Mi mirada epistémica se va construyendo a partir de una nueva cultura de la vida, y en esta medida las formas de relacionarse con el otro y la realidad se van transformando y estableciendo nuevos paradigmas que reemplazan a los paradigmas obsoletos de la violencia crónica que ha llegado a convertirse en piel y sangre de una humanidad rota. Conclusiones

1.-La cultura occidental europea se ha cimentado en la superioridad del hombre como sujeto cognoscente a partir del Yo como identificación de mi existencia y el conocimiento del mundo exterior a partir del mí mismo. No dando margen al reconocimiento y la búsqueda de la alteridad como posibilidad de conocerme a mí mismo y al mundo a partir de ella. 2.-Esta visión antropocéntrica ha generado distintas formas de violencia y las ha permitido bajo muchos pretextos y justificaciones, ideológicas, éticas y políticas, de las que no se ha escapado la naturaleza misma. 3.-Estas violencias se han enraizado en las culturas de tal modo que los esquemas mentales heredados y enseñados nos han legado un mundo fragmentado, con unos seres rotos que persisten en durar. 4.-Pero, por otro lado, se levantan voces y propuestas recogiendo ecos antiguos de culturas milenarias que han valorado y respetado siempre la importancia y la dignidad de todos los seres y condenan la violencia predatoria de todo orden. 5.-Dentro de estas propuestas se sitúa la del filósofo Enmanuel Levinas quien ve la necesidad de plantear una nueva ontología del ser a partir de la alteridad como reconocimiento del Otro y la posibilidad de conocer el mundo a través del Otro. Como salida al “estancamiento” de la mirada del sujeto en su mismo espejo. 6.-Toda esta perspectiva nos demanda compromisos éticos, estéticos y filosóficos traducidos en concepciones, restructuraciones mentales, artísticas y culturales que se traduzcan en acciones de respeto hacia todos los seres existentes, creativas de nuevas miradas hacia la existencia misma. 7.-Y, por último, pero de gran importancia. Una renovación didáctica a través de una pedagogía no parametral, como la concibe la Pedagoga Estela Beatriz Quintar, permita conocer al Otro desde Él mismo, provocando en él el deseo de conocer. A partir de los cuerpos rotos, exponentes de una humanidad olvidada de si misma y perdida en los miles de fragmentos que han propiciado todas las violencias imaginables se hace necesario un nuevo nacimiento de un nuevo humano abierto al cosmos infinito y a la aventura de Ser, sin más.

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