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Este ensayo de Leonardo Benevolo explora el nacimiento del urbanismo moderno como reacción a los desequilibrios causados por la industrialización. El autor analiza las primeras experiencias urbanísticas en la época industrial y las categorías de utopistas y especialistas que intentaron solucionar los problemas de la ciudad. Benevolo también discute la necesidad de la cultura urbanística retomar el contacto con las fuerzas políticas que tienden a una transformación similar de la sociedad.
Tipo: Tesis
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Para Benevolo, el urbanismo moderno no nace a la par que las primeras ciudades industriales sino que surge como una reacción más tardía que intenta corregir los desequilibrios causados por las profundas transformaciones del periodo de la industrialización. Señala que incluso en el tiempo presente, los conocimientos urbanísticos se aplican con un retraso en relación a los fenómenos que busca controlar. En este sentido, considera importante realizar una revisión histórica a las primeras experiencias urbanísticas que se aplicaron a los problemas de la ciudad industrial. Dice Benevolo que dichas experiencias acometidas por los primeros reformadores de la ciudad industrial estuvieron inspiradas desde un doble punto de vista, tanto técnico como moralista, buscando corregir los desequilibrios sociales y económicos producidos en el primer periodo de la ciudad industrial, mismo que ubica entre 1815 y 1848, a pesar de reconocer que el proceso de industrialización y transformación de la ciudad por ésta se da mucho antes desde mediados del siglo XVIII; sin embargo, los primeros intentos por ordenar la ciudad de dicho periodo se ubican entre las fechas antes referidas. Para los distintos intentos por corregir los problemas de la ciudad industrial pueden establecerse dos categorías: la de los utopistas, que buscaron regenerar a la ciudad industrial comenzando desde el principio a partir de la creación de formas urbanas y de convivencia dictadas por la teoría, pero careciendo de una actitud de vinculación de éstas con su ambiente y sin una visión global de los problemas urbanos; y por otra parte, la de los especialistas y técnicos que dan origen a la legislación urbanística a partir de la implantación de regulaciones de carácter sanitario, principalmente como consecuencia de las constantes epidemias y la insalubridad de los barrios obreros. Dice Benevolo que la gran mayoría de estas iniciativas coinciden con un
Una de las primeras transformaciones es introducida por la aplicación de la máquina de vapor a la producción de hilados y tejidos a partir de 1769; la antigua organización dispersa de las fábricas se concentra desde entonces en grandes fábricas localizadas en el curso de los ríos y más tarde próximas a las minas de carbón, en virtud de utilizar estos recursos como fuerza motriz. Los progresos técnicos hacen que en menos de treinta años se genere un incremento importante en la producción industrial. Dice Benevolo que en Inglaterra el desarrollo de las industrias y su concentración en grandes talleres atrajeron a numerosas familias, de los distritos agrícolas del sur a los mineros del norte y centro, y las trasladaron de las aisladas vi-viendas en el campo, a los compactos barrios construidos en las proximidades de las fábricas; así nacieron, de pronto, nuevas ciudades, y muchas de las antiguas crecieron de forma desmesurada. Las ciudades industriales ofrecieron a los empresarios contar con mano de obra siempre en reserva y sustituíble, mientras que los trabajadores, no obstante ser explotados en largas jornadas de trabajo, encontraron en las ciudades una variedad más amplia de elecciones y la posibilidad de integrarse en función a intereses comunes. Por otra parte, las exigencias de la actividad de producción y de comercio obligaron a la renovación y ampliación de las redes de comunicación y de nuevos y más eficientes medios de transporte. En función a las redes de transporte y al movimiento comercial en expansión, las ciudades fueron adquiriendo una mayor importancia al concentrar los centros de decisión de la economía. El conjunto de estas transformaciones modificó no sólo al distribución territorial de la población, sino también sus modos de vida, la utilización del suelo y la imagen del paisaje. El pensamiento liberal de la época tuvo una enorme influencia sobre la política y el gobierno, al fundar una corriente de opinión que contribuyó al debilitamiento de la iniciativa autoritaria de la ciudad, al abolir las antiguas restricciones legales
urbanas, desacreditando y debilitando los métodos de control urbanístico de épocas precedentes. A tal respecto: Las sistematizaciones urbanísticas barrocas, y sobre todo algunas composiciones áulicas de la primera mitad del siglo XVII, anticipan en ocasiones, de modo sugestivo, la dimensión espacial de la ciudad moderna [...] pero se mantienen totalmente ajenas a la dimensión temporal que a partir de entonces condiciona de manera tan decidida el nuevo ambiente urbano. El contraste con la ciudad antigua es evidente. Mientras la primera permanecía casi sin modificaciones en prolongados periodos de tiempo, susceptible de recibir una forma arquitectónica definida que previese los posibles crecimientos a futuro, lo que caracteriza a la naciente ciudad industrial es la creciente velocidad de sus transformaciones. Por lo tanto y a partir de mediados del siglo XVIII, no deja de ser una paradoja el hecho de que: mientras la arquitectura llega por su cuenta a la máxima sutileza en la proyección de ambientes mo-numentales y en su armonización con el paisaje urbano o natural disminuye la coherencia ejecutiva y la capacidad de incidir de forma perdurable, con iguales medios, en la trama de la ciudad.