








































Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity
Prepara tus exámenes con los documentos que comparten otros estudiantes como tú en Docsity
Los mejores documentos en venta realizados por estudiantes que han terminado sus estudios
Estudia con lecciones y exámenes resueltos basados en los programas académicos de las mejores universidades
Responde a preguntas de exámenes reales y pon a prueba tu preparación
Consigue puntos base para descargar
Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium
Comunidad
Pide ayuda a la comunidad y resuelve tus dudas de estudio
Descubre las mejores universidades de tu país según los usuarios de Docsity
Ebooks gratuitos
Descarga nuestras guías gratuitas sobre técnicas de estudio, métodos para controlar la ansiedad y consejos para la tesis preparadas por los tutores de Docsity
Información sobre los materiales y técnicas utilizados en Grecia
Tipo: Apuntes
1 / 48
Esta página no es visible en la vista previa
¡No te pierdas las partes importantes!
Introducción a la cultura
Excavaciones llevadas a cabo cerca de Sesclo en la provincia de Tessalia (1961- 1963), han fechado la existencia de viviendas, al menos, hacia 6.500 años a.C., momento que coincide con el que se fija para la aparición de la cerámica en el entorno griego. Se trataba de construcciones aisladas que se cubrían con pieles de animales sobre una estructura de choza, de ramas muy ligeras. En el área de Macedonia y hacia 6.200 años a.C. aparece la vivienda de traza más sedentaria o afincada. Disponía de una gran habitación cuadrada, ligeramente rectangular, con esquinas redondeadas, como única estancia (5x6 m2. aproximadamente). La cubierta vegetal, protegida o aglomerada con barro, se conformaba a cuatro aguas y era soportada por un pórtico longitudinal de troncos, un conjunto de pares, apeados, y correas que debieron ser muy endebles, pues no han soportado el paso de la historia. Ello hace que estos datos pertenezcan más a la especulación que a hechos confirmados. Los muros de barro contenían, en su interior, una estructura de ramas muy bien entrelazadas, probablemente de laurel, cuyos espesores solían alcanzar 50 centímetros.
LA VIVIENDA EN EL PERÍODO ARCAICO
Hacia 4.500 años a.C. la planta de la vivienda toma forma claramente rectangular, con una antesala o vestíbulo de entrada a través de la cual se accedía a la gran y única estancia donde se localizaba el fuego u hogar, en un poyete que lo separaba del suelo. Con ello, se constituía el mégaron y se ponía la auténtica semilla del templo griego. Estas edificaciones orientaban su entrada hacia el sur y, en ocasiones, se protegían de un porche soportado por dos troncos o columnas de madera. Se accedía por una puerta estrecha que se protegía con un pequeño escalón que servía de control del espacio interior, pues el suelo, se acondicionaba con un lecho de hojas secas. Este peldaño, incluido en el muro no se perdió ni siquiera en el tiempo de la construcción de los grandes templos.
Para estas fechas, la cubierta abandonaba la forma de pabellón o "a cuatro aguas", siempre más rural que urbana y se mostraba con piñón frontal, aunque pronto tomó esta forma, tanto en el frente como en el fondo, de manera que la cubierta se resolvía a dos aguas. Los materiales en base a endebles troncos y ramas ligeras, resolvían, aún, la impermeabilización con elementos vegetales y barro. La pendiente del tejado se hizo más tendida, con lo cual se suavizó la horizontal de la cumbrera y aunque los muros seguían siendo de tapial y, ocasionalmente, de adobe, se protegían en su arranque del suelo con un zócalo de piedra en aparejo irregular de pequeños mampuestos aglomerados con barro. Ya por el año 3.000 a.C., en Sesclo y Dimini, las casas, aunque exentas, se adosaban por muros de cercas de mampostería enripiada, cerrando patios para el ganado.
Los palacios cretenses eran complejos asentamientos, ordenados en torno a un gran patio rectangular de grandes proporciones, cuyo eje principal se orientaba en la dirección en que se visualizaba el mar y el campo. En Cnossós el patio era de 26x m2., y el conjunto edificado ocupaba un cuadrado de 150 m. de lado. El eje mayor del rectángulo coincide con la dirección Norte, levemente girado al Este, orientándose el menor en la dirección en que las vistas dominan el precioso valle y el mar en su fondo, pues el Palacio Minóico se emplaza en una colina situada al Norte de la Isla. En el patio se realizaban los actos ceremoniales y se han justificado sus dimensiones en base a que, en él, se practicaban determinadas fiestas populares y el salto del toro. Esta estampa fue muy frecuente en la decoración mural de la casa cretense.
Con un trazado ortogonal se desarrolla una planta, constituida por un complejo agregado de espacios cuánticos con circulación de laberinto. Rampas de acceso de fácil control y largos pasillos con fuertes cambios de iluminación y contrastes, llevaban a corredores laterales que pasaban bordeando locales en batería. Sólo el mégaron de concepción abierta, constituido por planos virtuales de gran permeabilidad, creaba un hito referencial de posición. La columna es el elemento propio para la creación del espacio mágico que debía rodear al Santuario, al Tálamo y al Salón del Trono. Así, el mégaron cretense se abría a dos caras y se servía de vestíbulos o atrios, de manera que la sala del tesoro era un auténtico santuario y, a la vez, un trono vigilante. La edificación tomaba, en general, la altura de dos plantas, aunque en determinados puntos encontraba hasta cinco niveles. Disponía de amplias escaleras que se desarrollaban en tramos distintos y se iluminaban lateralmente por pozos de iluminación. En el nivel del patio se emplazaban tiendas o locales comerciales, talleres artesanales y domésticos, salas de recepciones, santuarios, etc., donde el transeúnte encontraba una actividad que le marcaba el regusto de volver a encontrarse con aquel ambiente cosmopolita. El cretense de la época debió ser romántico e ingenioso y ello se impone en toda la arquitectura Minoica. Hombre misterioso en su interior, no recurre a edificios religiosos mayores y reduce lo íntimo a pequeños espacios a la vez que se muestra abierto al refinamiento y a la elegancia. Se recoge en un trono pequeño después de acceder a él por amplias escaleras con majestuosa llegada. Del mismo modo, gustaba de celebraciones y ceremonias públicas. El salto del toro y otros divertimentos lúdicos, que pudo convocar una concurrencia de hasta 100. personas, justifican la razón del gran patio.
Desde el punto de vista del análisis constructivo, se hace notoria la superposición e influencia de los elementos y las técnicas de egipcios y asirios. Así, son asumidos los revestidos interiores y las formas de pintar y decorar de los egipcios, pero la sensibilidad, el ingenio y, desde luego, la calidad de sus yesos, hace que la decoración mural cretense se convierta en un museo de auténticos frescos.
La estructura de estos palacios era adintelada y se alternaban los muros de fábrica de piedra con los soportes de igual material, así como con las columnas y vigas de madera. Lo que más sorprende al arqueólogo y al historiador es el hecho de que la columna tome la forma invertida (de pata de mueble). La columna invertida es la forma más inmediata de soporte derivada del árbol, donde la parte alta se cortaba en punta para clavarla en el suelo y la horqueta de la raíz o callado se aprovechaba para recibir y encajar a la viga. A nosotros, lo que más debe sorprendernos es la facilidad con que pasaban de la estructura mural a la de soportes y vigas. Así lo hacían a lo largo del recorrido vertical del muro, es decir, cuando necesitaban iluminar escaleras o corredores a través de los patios o pozos de iluminación.
La columna tenía que recoger al ábaco y a la pesada viga mediante un, no menos importante, capitel doble-tórico circular, y así, trasladar el peso mural a un sillar en el que se realizaba un agujero o caja circular que servía para zunchar el pie de la columna y donde ella depositaba sus esfuerzos. Respecto a los soportes, aparece por primera vez el pilar en "doble T" cuya forma permitía que, en el cajeado del alma, se alojara la puerta al abatirse sobre él. Esta solución fue, más tarde, muy usada por la arquitectura árabe y, formalmente, constituye la base de la circulación por los propíleos. Aquí podemos observarla en los pórticos que se anteponen a la Sala del Trono y a la Gran Escalera en la planta del Palacio de Cnossós.
Las fábricas que conformaban los muros de los palacios eran de piedra, mampuestos aglomerados con barro, y tomaban expresiones o categorías muy diversas. En general, se trataba del aparejo de pequeños mampuestos tomados con barro y colocados manteniendo hiladas. En ocasiones, trata de tomar mayores pretensiones mediante la ejecución de la mampostería poligonal, siempre mejor compuesta y con menor carga de aglomerado de barro fluido. Estas fábricas se reforzaron con maderos horizontales y verticales a modo de encadenados mecánicos, con un sentido tan claro de su función, que para nuestras construcciones de fábrica, sólo hemos cambiado la madera por el hormigón. Estos refuerzos de madera se colocaban de forma que las esquinas de la edificación quedaban protegidas y los huecos recercados. Las escuadrías de los maderos eran tan importantes como las propias vigas, y la mampostería, tenía tanta carga de aglomerante de barro, que todo quedaba fundido en una fábrica que más parecía una argamasa que una mampostería. Se pone así de manifiesto la influencia fenicia donde, como en el templo de Jerusalén, la madera se conjuga con el adobe y los mampuestos en una fábrica estructural muy trabada. En Cnossós se alternan las mamposterías descritas anteriormente con una sillería a hueso de grandes sillares bien aristados. Esta se observa en los lugares más nobles, en las partes bajas de la edificación y en las antas y peldaños de las suntuosas escaleras. Las antas y pretiles laterales de las escaleras, son formas que pueden tenerse como originarias o propias de la construcción cretense, pues siempre
La cubierta era plana y se integraba con el cerramiento en total continuidad. Sobre un entrevigado muy poco separado, se conformaba un plano horizontal de piezas de adobe, sobre el cual se tendía tierra o arena aglomerada con la arcilla fluida.
En todos los casos, la fábrica se armaba y reforzaba con gruesos maderos y, de igual manera, se recercaban las puertas y ventanas abiertas en los muros. Estos huecos seguían siendo de grandes dimensiones, como heredados de la construcción cretense. El mortero de cal era el material con el que, mediante gruesas capas, se revestían las fachadas. En el interior, la pasta de yeso era el material adecuado para recibir la decoración pintada. Más tarde, estos yesos se cambiarían por estucos y, Creta, puede sentirse maestra de la técnica que, a través de Roma, llegó a todos los puntos de Occidente.
Con la invasión de los Dorios hacia 1.100 años a.C., la cultura del Egeo que se había extendido desde Asia Menor hasta Sicilia, sufre un período de destrucción, que más que un parón, ocasiona un retroceso en la historia, de más de quinientos años. De manera que hacia el año 900 a.C. y en el tema de vivienda, las estructuras de chozas con cubierta vegetal, de armazones de ramas, levantada sobre muros de adobe tosco, vuelven a ser los elementos propios de la construcción de la vivienda. Volvía a disponer de una sola estancia que ahora solía ser de 3,50x5, 00 m2... El muro de adobe tomaba una cimentación muy ligera, pero se reforzaba, en su base, con un zócalo de mampuestos de piedra tosca. El armazón de la cubierta era también muy ligero, generalmente de ramas de laurel, y se cubría con brezo. Asimismo, las casas construidas hacia el año 780 a.C. en Zagora (Andros) y otras muchas islas, encontraban soluciones constructivas que habían sido superadas en Santorini 800 años antes. Para el año 200 a.C. puede decirse que la casa griega que había sido adoptada en la moderna ciudad de Priene, y probablemente inspirada en las casas levantadas en Ur, unos 2.000 años antes, se consolida como la vivienda tipo. En ella, se inspiraría más tarde, la casa romana. La casa griega, se desarrolla en torno a un patio cuadrado o ligeramente rectangular, centrado, de unos 30 m2., y circundado de columnas, al menos en dos de sus lados. Buena parte de la edificación disponía de dos plantas y, la casa, tomaba una superficie construida comprendida entre 200 y 400 m2.
En algunos casos, los muros perimetrales externos eran de fábrica de piedra, pero por lo general, ya todos los muros eran de adobe, es decir, ladrillos aún sin cochura. Columnas y pies derechos sobre zapatas de madera soportaban las vigas de los pórticos del patio y de la galería alta que, a su vez, descargaban una viguería bien escuadrada y colocada a intereje no mayor de un pie, capaz de admitir el apoyo de la longitud de un ladrillo, para formar la primera hoja o capa del forjado.
En viviendas y palacios, durante la etapa minoica, fue muy frecuente la decoración mural, pinturas de clara influencia egipcia, en la que, como allí, dominaban los rojos y los negros resaltados por el blanco y otros colores claros. Aquí, la decoración del paño buscaba, de forma completa la composición del conjunto y quedaba terminada por la dimensión del tema y la presencia de los bordes que la recuadraban, lejos de la individualidad de los elementos. Como ya hemos señalado, los palacios minoicos presentaban, en su decoración, frescos de magnífica ejecución. En la etapa micénica, ya con pleno dominio de las herramientas de hierro, se alternaban la piedra esculpida, con la pintura mural y con los revestimientos y envoltorios de chapa de cobre. Los trabajos en piedra no buscaban su potencialidad en la profundidad del grabado para resaltar el contraste de luz-sombra como ocurría en el Arte Egipcio, sino que la arista, se redondeaba en tanto que se pintaban los fondos, dejando así constancia de la influencia asiria y manifestando su gusto por la masa y el valor del conjunto compositivo.
Por los propios relatos homéricos, vemos como la Grecia que le precedió no tuvo una estructura de nación, sino que presentaba la de una federación de pequeños estados o principados marítimos, cuyos gobernantes (príncipes o reyes) mantenían vínculos de cercanía; o como en el caso de Tirinto y Pilos, que miraban con respeto la supremacía de Micenas, pero sin mayor subordinación. Aunque no entremos más allá, en la organización política de estas pequeñas ciudades, sí es obligado que sean considerados algunos aspectos de las relaciones entre ellos, que no sólo propició la construcción de fortificaciones sino que, también, forjó el carácter de un pueblo bélico y obsesionado por la defensa. De otra parte, el Mediterráneo oriental estaba dominado por los fenicios que según Homero eran "auténticos traficantes entre asirios y egipcios, gente de poco fiar". Troya, como vía por la que penetró la cultura de Anatolia en el área del Egeo, puede considerarse el núcleo fundamental, no sólo de la historia primitiva del continente griego, sino que constituye el punto de partida de las fortificaciones de esta parte del Mediterráneo. No obstante, desde el principio, los pueblos del área continental debieron mantener continuas luchas, y más que dotarse de palacios, lo que hicieron fue rodearse de murallas y constituirse en "Castillos" o "Ciudadelas fortificadas". Fueron muchos los pueblos o asentamientos que construyeron su cerca pétrea, para adosar a ella sus casas o edificios intramuros. Así, las primeras cercas datan de un siglo antes de la llegada de los hititas, sin embargo se atribuye a este pueblo la construcción ciclópea, unos 3000 años a.C.
Los primeros niveles de Troya (Jonia) están datados hacia 3500 años a.C. y constituyó un ring que fue ampliándose, con cercas concéntricas sucesivas y dejando así, datos para la determinación cronológica de los distintos niveles arqueológicos.
La Grecia Continental, que siempre miró con recelo a Creta, dado el gran desarrollo cultural de la civilización minoica y la capacidad de levantarse repetidamente sobre sus propias ruinas, se manifestó como agresiva y siempre preparándose para atacar a la Gran Isla. Aceptó de buen grado la llegada de los Dorios y su nueva estructura política y en consecuencia, todo el Peloponeso se fortificó en ciudadelas. De entre ellas, destaca el cinturón constituido por Pilos, Micenas, Tirinto, Esparta y Dorian- Malti. Ahora se defendía el pequeño palacio y algunos mégarones o edificios públicos pues en la nueva estructura política, en tiempo de paz, casi toda la población era rural y la casa, de esas condiciones, quedaba al pie de la montaña, en tanto que la zona intramuros dibujaba el recinto de la futura "acrópolis", en cuyo centro quedaba el mégaron que contenía el trono del rey y en torno a él, algunos edificios públicos.
Micenas es, probablemente, el caso más claro de una fortaleza adaptada a una orografía bastante movida, con un suelo rocoso, que ocasionaba una cerca de difícil configuración. Asimismo, es buena muestra de la dificultad de la colocación de los bloques en la construcción ciclópea, donde con frecuencia, las piedras quedan depositadas para no poder moverlas posteriormente, resultando una obra bruta e irregular. No obstante nada podemos exigir a la maravillosa perfección de la fábrica de las cúpulas micénicas. De los restos mejores conservados de esta fortaleza, encontramos la Puerta Norte y, más aún, la célebre Puerta de los Leones (1450 años a.C.). Ambas, que mantienen gran diferencia en el trato formal y emblemático en favor de la segunda, se constituyen por dólmenes de enormes bloques. La Puerta de los Leones dispone, sobre sus dos piedras monolíticas de jambas, una losa de dintel de 12 m3. De volumen y 26 toneladas de peso. Sobre él, se alza una placa triangular que es una de las primeras piedras esculpidas de la construcción griega y que, más que un triángulo de descarga mecánica del dintel , es un emblema heráldico compuesto de dos leones rampantes, de clara influencia caldea, en torno a una columna dórica invertida (cretense).
Hacia el año 850 a.C. se reconstruye la muralla de Esmirna, que queda dotada de una anchura de 4,75 m. y fue ampliada, una vez más, cien años más tarde. La parte más antigua presentaba al exterior un revestimiento de mampostería que tomaba un espesor de 80 cm. En el núcleo interior quedaba encerrada una argamasa de mampuestos irregulares aglomerados con arcilla, para cerrarse interiormente con un muro en talud, de ladrillo tosco de 2 m. de espesor. El cuerpo alto, se resolvía presentando taludes al exterior e interior, y quedaba coronada con almenas que protegían un paseo de ronda de 2,70 m. de ancho. Toda esta elevación del muro se construyó con ladrillo tosco (adobe), y el grueso de los merlones de la almena era de 1,40 m. La ampliación del año 750 a.C. fortificó la parte baja, por el exterior, con una mampostería poligonal de magnifica ejecución.
La orografía del país junto a la dispersión de hábitos y creencias hizo que los griegos no lograran nunca constituir ni concebir la idea de un estado. La organización a la que podían aspirar era exclusivamente a la de ciudad y, más tarde a la de ciudad-estado. Cada una mantenía su orgullo, su culto y su héroe local. La lucha entre los pueblos era a muerte. Vencer a la ciudad vecina, cuando surgían las discordia, no tenía como fin anexionarla ni conquistarla, sino destruirla, saquearla y tomar a la población activa como esclava. No se podía mantener ni controlar la ciudad derrotada para establecer una estructura de colonización e imperio. Era fundamental que la ciudad se estableciera en un lugar alto, escarpado y orientada al Este. Salubre y protegida del levante por razones de humedad, aún debía tener fácil salida y difícil entrada para no facilitar el saqueo.
El mégaron o Trono del Rey fue durante mucho tiempo el lugar común y asambleario, pero cuando la ciudad se llenó de usos públicos y proliferaron las asambleas (comerciantes, magistrados, deportistas, etc.), surge la "Ciudad-Estado", las clases sociales y la necesidad de dividir el territorio de la ciudad según tres clases de ciudadanos. A esta forma de organizar la trama urbana responden Eubea, Olinto, Priene y Mileto entre otras poblaciones, igualmente fortificadas, del ámbito del Egeo. Ya por el siglo IV a.C., existían en Pérgamo unas ordenanzas reguladoras que dividían su texto en tres partes para atender a la higiene, al urbanismo y a la edificación. En ellas se sancionaban con multas el ocupar la calle con escombros o materiales de construcción y el invadir la medianera vecina, y con demolición, el no respeto de la alineación. También se fijaba, para la vegetación, la distancia que debían separarse los árboles de la edificación para garantizar la estabilidad de los muros. La Grecia de la antigüedad no era, en ningún sentido, el pueblo que mantuviera gran esperanza por lo que pudiera depararle la vida posterior. El mundo de los dioses estaba claramente separado del de los vivos, y para con los muertos, sólo se tenía la obligación de enterrarlos. La ciudad, a diferencia de Egipto, era para los vivos, y a los muertos había que sacarlos de ella.La piedra no es el material de contenido religioso ni mitológico, como lo fuera en el país del Nilo. En Grecia la madera era el material fundamental de construcción, los grandes terremotos les habían enseñado que las fábricas debían estar armadas y tener un grado de flexibilidad. Una fábrica, como ya hemos visto, debía estar controlada por cadenas de madera, pero ahora, un nuevo enemigo reclamaba la atención del constructor: los incendios que eran cada vez más frecuentes, y sólo por esta razón se desplazó a aquella en favor de la piedra. No obstante, para articular los tambores de las columnas frente al fenómeno sísmico, había que contar con ella. Para el año 1600 a.C. se estima que Hagia-Triada debía tener una población cercana a los cien mil habitantes, pues próxima a esta ciudad se encontró una tumba comunitaria de 250 plazas de enterramientos. Al margen de estas tumbas cretenses que pueden ser propias de grandes catástrofes, en la Grecia continental la tumba Aquea del siglo XV a.C. era un enterramiento en pozo. Micenas importó de Creta la cámara de enterramiento que más tarde originó
adjudicado, como propio, el origen del triángulo de descarga a la edificación micénica. Dicho triángulo se cubrió con una losa de piedra esculpida que debió lucir formas y colores de influencia egipcia. Toda la portada estaba decorada con un aplacado de piedra de color verde que debió ser alabastro y a ambos lados de la puerta se colocaron dos pilastras a modo de columnas dóricas cretenses con dibujo en zig-zag horizontal de gran amplitud. Estas columnas invertidas, se dice, que estuvieron forradas con chapa fina de cobre repujado. Interiormente, el espacio se decoraba profusamente como correspondía a la arquitectura micénica y lo hacía, mediante medallones de bronce, distribuidos uniformemente por el paramento de la cúpula y sujetados a los sillares mediante clavos, cuyos restos aún podemos observar en el monumento.
Aunque no pueda quitársele a ningún pueblo las connotaciones y peculiaridades locales que le impone su entorno, hititas, caldeos, chipriotas, fenicios, indoeuropeos y dorios, entre otros, fueron vehículos al servicio de Creta y Micenas en la importación de las formas de construcción de Asiria, Egipto y, más tarde, de Persia. Así se puede calificar a la construcción griega como una arquitectura para la industrialización, pero historiadores y teóricos de la arquitectura han afirmado que el arte para los griegos no es una creación improvisada, sino una conquista de la tecnología, y que el artista, lo era, en la medida que tenía la posesión de la técnica y que aplicaba las leyes establecidas y acordadas, en toda plenitud. El módulo era la base del orden y el orden era la armonía que proporcionaba la perfección en el conjunto, pero el ritmo, estaba en la repetición de la serie y, aun cuando la esquina del templo imponía anomalía o singularidad en la serie finita, todo ello no era otra cosa que la base de los planteamientos de una producción industrializada. Es evidente que el templo griego podía levantarse sin planos. De hecho el documento base era "la memoria constructiva" que quedaba expuesta en "el presupuesto" o conjunto de partidas de consumo de materiales y medios auxiliares. No se trataba de inventar en el proyecto, donde sólo se determinaban dimensiones y número de elementos. Se pretendía perfeccionar el objeto arquitectónico y ello se probaba en la ejecución de la obra. La lección de arquitectura que constituye la teoría del primer clasicismo tiene como fuente el hecho arquitectónico griego y no su desarrollo teórico.
Fue Herodoto, siglo V a.C., quien por primera vez utiliza el término "architekton" para definir al constructor de edificios, aunque para entonces, construcción y arquitectura se entendían como una misma cosa. En cambio, se establecían diferencias entre agrimensura, ingeniería y edificación, al menos a la hora de
encargar los trabajos. El arquitecto estaba más próximo a las artes que a las medidas, se entendía mejor con el escultor y con el carpintero que con el agrimensor.
De esta forma el griego que pretendiese asumir la responsabilidad de la construcción y del diseño de los edificios debía prepararse desde muy temprano, empezando por una escuela de arte para pasar, más tarde, al taller de un arquitecto en ejercicio profesional. En Esparta se instaló la primera escuela-taller para la instrucción teórica y práctica del arquitecto, dirigida por Teodoro de Samos. El arquitecto griego se instalaba entre la clase social alta, al menos el arquitecto consolidado en la profesión, aunque, en cualquier caso, ningún arquitecto griego llegó a tener el alto rango social que alcanzaran, en Egipto, Imhotep o Senmut.
Los edificios públicos o notables se encargaban a arquitectos reconocidos o de gran experiencia, no por ello estos arquitectos eran más libres. El edificio público se realizaba por medio de créditos administrativos o se soportaban por suscripciones populares, consecuentemente con esto se pedía al Senado el nombramiento de una Comisión de Construcción que, autorizaba los presupuesto y sus ampliaciones, buscaba y contrataba a la mano de obra y al material y marchaba íntimamente en contacto y colaboración con el arquitecto, incluso opinaba en materia de diseño.
En la construcción trabajaban, codo con codo, los ciudadanos griego, los extranjeros y los esclavos. Estos, estaban remunerados, de manera que podían, si su gremio, maestría y habilidades lo requerían, cobrar tanto o más que su dueño. Existían los arquitectos funcionarios y era más importante el nombramiento que el sueldo, pues no percibían mucho más que lo que ganaba un obrero cualificado. También un esclavo podía prepararse para arquitecto y ejercer como tal, de la misma manera que podía hacerlo para escultor u otra noble arte para la que demostrase sus dotes.
La piedra era ideal para trabajar a compresión, y no tan buena para tomarla para las vigas las cuales han de responder a la solicitación de tracción, lugar donde la madera le ganaba claramente en cualidades mecánicas; por tanto, era lógico que la sustitución empezara por los soporte y por los muros. No obstante, aceptaron las limitaciones del nuevo material y, acercando las columnas, fueron también suplantando a los dinteles, dejando la madera para la estructura de la cubierta. Pero los cambios no fueron sólo del material, que fue sustituyéndose pausadamente, sino que fueron más profundos. Se sistematizaba la construcción en la seriación de los elementos y se encontraba la coherencia formal de las partes, dotando de funcionalidad a los elementos constructivos. Así, el friso se forraba de terracota con el fin de proteger su estructura oculta, de madera, frente al azote del agua de
reproduce el próstilo (pórtico frontal con columnas) en su fachada posterior, es la que conocemos como templos con anfipróstilo.
El hecho de que el templo se rodease de columnas en todo su perímetro "templo períptero", dotándose de galería continua, como una solución constructiva que tenía como función la de alejar al agua de la cubierta, del muro de ladrillo. Pero esto no parece que sea una justificación argumentada, pues el templo con ábside de Termo (hacia 800 años a.C.) ya se rodeaba de columnas de madera que, a modo de menhires, creaban un espacio circundante unificado que no tenía ningún tipo de cubierta fuera del recinto definido por los muros del templo. Por ello, hemos de quedarnos con la justificación compositiva de que al no tratarse, el interior del templo griego, de un espacio de congregación de los fieles, éste debía ofrecerse como un objeto, que rodeado por la multitud, se presentase sobreelevado y mostrando todas sus fachadas con similar categoría. De aquí que la columnata que rodeaba al templo quisiera mostrarse con la máxima continuidad e incluso que, en muchas ocasiones, se duplicara originando el potente "templo díptero". De esta última tipología se adornaba el templo jónico de Artemisa, levantado en el siglo IV a.C. en Éfeso.
Pero no fue sólo la planta y el material los que cambiaron, sino que los cambios fueron más profundos, el templo evolucionó lo que cambió la sociedad o el pueblo afincado. Los Dorios constituían un pueblo con espíritu invasor que, en tiempo de Alejandro, penetró en Egipto: invadió Babilonia y Persépolis, e incluso, llegaron hasta las mismísimas puertas de la India y tomaron Maracanda. Mantuvieron duras luchas con los persas, y siempre, en condiciones claras de inferioridad numérica. Se trataba de un pueblo inquieto en busca de su identidad. Por otro lado, el templo durante muchos años fue la expresión no sólo de lo religioso sino de la sociedad e incluso de la filosofía de este pueblo. Apolo era la perfección en la armonía corporal. Era la vitalidad y la belleza, encontró su máxima popularidad en el siglo V a.C., y se constituyó en el modelo en el que se armonizaban juventud y fortaleza. En estos postulados, los primeros templos dóricos buscaban el noble balance entre simetría y liberación de las partes, expresando tensiones y poder con formas graciosas y refinadas. Tanto es así que, aun cambiando la madera por la piedra, el templo siguió mostrando sus rasgos integrados en el medio natural, pues a pesar de todo, la piedra les parecía algo rudo. Es probable que Pericles se propusiese limar esta rudeza y presentar a este material con su máxima ligereza, perfección y belleza.
En tiempos de Pericles (450 años a.C.), todo estaba presidido por el equilibrio. La armonía funcional radicaba en la correcta proporción y todo quedaba vinculado al sentido de la vida y planteado en los términos del fenómeno antropomórfico. Así, para establecer correcciones en los fenómenos ópticos se curvaban las líneas en el basamento y en la columna (éntasis), se colocaron figuras femeninas en lugares
propios de columnas (cariátides) para simbolizar el refinamiento en el poder. De igual modo se introdujeron esculturas en los frisos y en los frontones para perpetuar su poder sobre los persas y todo, de una manera consciente y medida. Algunas de las correcciones que frente a los fenómenos ópticos establecían eran las siguientes: en el Partenón, el éntasis de las columnas de las esquinas tomaba 1,2 cm. (como incremento del radio de la misma. Ello para evitar el debilitamiento que le producía, en su parte central, la iluminación a contraluz. Por esta misma razón, las columnas de esquinas de los templos eran más gruesas que el resto de las mismas. Las columnas del peristilo se inclinaban ligeramente hacia el interior para evitar el efecto de que el templo apareciera más ancho a la altura de la cornisa que en su arranque en el estilóbato, (en el Partenón las columnas de 10,60 m. de alto, tienen un desplome de 3 cm.). El estilóbato, y con él los distintos escalones de la grada, se peralta en su punto central, para evitar que el edificio, en la cornisa, apareciera como hundido. Desde el punto de vista técnico se podría justificar esta caída hacia las esquinas como una solución para evacuar el agua de la galería. Pero no puede admitirse otra teoría que la compositiva en este estudio de las referidas correcciones ópticas, pues para desalojar el agua de la plataforma hubiese sido suficiente una ligera pendiente, en el suelo, desde el muro al intercolumnio, sin sacrificar el orden de lo horizontal.
En este proceso de cambios el templo se liberó hasta de su condicionante de orientación. Ya no tenía que colocar su eje sobre la dirección suroeste, ni siquiera se planteaba como una forma consecuente con el eje de su planta, sino como una pieza tridimensional que debía ser colocado de forma que fuese observado desde todo su entorno. De este modo, nacieron los lugares sagrados (temenos) limitados por un muro o cerca y a los que se accedía a través de una puerta monumental (propileos).
Los propileos llegaron a tener tanta o más importancia que el propio templo y se constituían por una doble línea de columnas. Quedaban abiertos al exterior y al interior, y flanqueados por otros edificios notables. Todos los edificios emplazados en el temenos se dotaban de galerías porticadas con columnas (stoas) que protegían a la multitud del sol y de la lluvia, conformando así la plaza del mercado o ágora. Quizá esta función de proteger del sol y de la lluvia a los congregados en torno al templo, contribuya a la justificación del peristilo o columnata perimetral.
Con posterioridad al año 600 a.C. se tiene un período de consolidación, donde el Dórico y el jónico son destinados definitivamente a establecer el lenguaje de la arquitectura clásica. El templo dórico se desarrolló en la zona continental (Peloponeso y parte central), Corfú, sur de Italia y Sicilia.
del suelo, no era ésta la razón de dicha cámara y sí la de producir la evaporación del agua que por gravedad llegara a la base del muro. Esta, procedía de la propia desecación de la piedra, que como sabemos se colocaba y se trabajaba húmeda por razón de facilidad de corte y cincelado.
Para el siglo V a.C., cuando los griegos (atenienses) deciden para sus templos el uso del mármol procedente, primero, de la isla de Paros y más tarde de las canteras del Monte Pentélico, canteras situadas a unos diecisiete kilómetros de Atenas. Todos los sillares se trabajaban como si de auténticas esculturas se trataran. En los momentos precisos que requería el proceso constructivo, se cincelaban todas las partes y caras, e incluso se pulían sobre lechos de arena, hasta un total ajuste y acabado. Con el mismo cuidado se labraban los cajeados donde, más tarde, se alojarían las espigas de enlace de las columnas. Asimismo se conformaban los tetones salientes que habían de servir para el izado y arrimado final de los sillares e incluso, los pequeños huecos en los que se debían apoyar las barras de las palancas que se usaban para mover y ajustar la colocación de los bloques.
Como ya hemos indicado, la esquina del edificio fue siempre el punto discordante del orden e imponía la necesidad de un estudio singularizado y particular de los elementos que la habían de conformar. En el dórico modificaba la posición de los triglifos, alterándola, pues en todo el friso se mantenían alineados con los ejes de las columnas pero al llegar a la citada esquina, había que desplazarlo hacia ella y consecuentemente, diferenciaba el tamaño de la metopa más próxima a la misma. En el capitel jónico, tuvo que introducirse la voluta oblicua, situada bajo la diagonal del ábaco de esquina. Por todo ello y partiendo de que no escatimaban esfuerzos en la búsqueda de la perfección, no es de extrañar que, para el aparejo de la esquina del muro diseñaran, en algunas ocasiones, el sillar en forma de "L", forma siempre laboriosa y que imponía gran pérdida de material. Hemos de decir que esto no fue lo habitual y que lo normal era adoptar la regla general de traba, por adarajas, tanto para la esquina como para los encuentros entre muros perpendiculares. Al principio se enrasaban todas las caras del sillar con idéntico acabado, pero pronto se dieron cuenta de que las cargas que demandaba el peso del muro eran pequeñas en relación con la capacidad de respuesta que, a compresión, ofrecía la piedra, y que con sólo el apoyo de una banda perimetral de las caras superior e inferior del sillar se tenía respuesta suficiente. Por esto, y siempre en busca del perfecto acomodo y ajuste de los sillares, decidieron rehundir con labra tosca el corazón de las caras de apoyo de los sillares. Además de todo esto, para lograr el magnífico aristado y ajuste de las juntas que presentan las sillerías de estos muros, una vez arrimado un bloque a su contiguo. En algunas ocasiones, se le hacía pasar la sierra por la unión y posteriormente se le daba un segundo y definitivo arrime.
En general, la piedra se colocaba acostada según la estratificación de los lechos de cantera, es decir, en la posición correcta en la que ha de afrontarse la solicitación de compresión. No obstante, muchos dinteles debieron romperse por flexión, pues frente a la tracción derivada de ésta, la piedra, impone sus limitaciones. Ello hace que recurrieran, inteligentemente, a parear las piedras en el arquitrabe, dándole mayor canto y la mitad del ancho. Esto equivalía a dividir las cargas sobre las vigas y derivarlas hacia dos dinteles que les permitía, al menos, mayor facilidad en el izado y en la manipulación de los mismos. De todas formas esto no era nuevo, pues ya se había ensayado con la madera en Creta, e incluso con la piedra en Egipto y en otros puntos de la historia de la edificación.
Lo que sí constituyó un hecho novedoso en esta lucha por la búsqueda de una mejor respuesta a la solicitación de flexión por parte de la piedra, fue colocar el dintel a "contra lecho de cantera"; es decir, colocar el sillar con los planos paralelos de estratificación en posición vertical. Pero éstos, fueron también ensayos puntuales a los que no decidieron confiarse. La podemos ver así colocada en los dinteles del templo de Hera I (Poseidón) en Paestum (Italia 460 años a.C.) en tanto que en la forma habitual lo encontramos, con la estratificación según lechos de cantera, es decir, con formación de planos paralelos al horizontal, en el templo de Selinonte (Sicilia 560 años a.C.).
En el estudio de la forma y facilidad con que los griegos remontaron sus piedras hasta el lugar donde debían permanecer colocadas, se denotaba claramente que, como buen pueblo marinero de larga tradición, conocían todas las artes del izado con cable. Dispusieron de garruchas y poleas de todos los tipos y órdenes. Asimismo, usaron tornos y cabrias con toda clase de recursos y alturas. La piedra se trabajaba y preparaba para su elevación con el mismo cuidado con que se trataban las decoraciones del entablamento. Para tener verdadera idea de hasta qué grado de precisión y detalle se labraban los sillares, más que fijarnos en las metopas, tablas que correspondían al escultor y que llegaban perfectamente acabadas, observemos al sillar que conforma a los triglifos. Esta, es una de las piezas de mayor complejidad pues, además de lucir su decoración frontal, tenía que acompañarse: de las ranuras laterales en las cuales se alojaban las metopas, del cajeado de la cara superior donde debía anclarse la grapa metálica que lo fijaría al friso, y también en sus costados, de la amplia canaladura en "U" que habría de albergar al cable para el remonte e izado. Así, para el enganche del cable en la piedra se usaron los resaltos y hendiduras practicados en ella. En buena medida, se sirvieron de ganchos, castañuelas y tijeras metálicas. Los resaltos o salientes que se dejaban para facilitar el movimiento de los sillares, se eliminaban en cuanto que el bloque inmediato lo exigía, pero los de izado permanecían largo tiempo en la obra por si había que desmontar alguna piedra para establecer correcciones, y se eliminaban en la fase de acabado de la construcción. Igualmente ocurría con los sillares de los muros en los que el acabado final se